lunes, 31 de julio de 2006

EL ENTERRADOR DE HÉROES.

Jorge Hernández Fonseca
30 de Julio de 2006

Un artículo prepotente y enano recorre el panorama cubano del exilio. Se trata nada menos que de “Enterrar a Martí”, de Alejandro Armengol. La revolución castrista ha sido fuente de muchos desaciertos, pero ninguno como la terrible degradación ética y moral que lega a la patria del futuro. El artículo de Armengol es una de sus manifestaciones, directo al corazón de la Nación cubana, herida por años de ataques semejantes a los valores simbólicos de la patria.

Martí ha sido objeto de estudio especializado desde hace más de un siglo. Sucesivas generaciones de valiosos intelectuales cubanos –la mayoría de ellos de mayor talento que el de Armengol-- han profundizado en la fecunda obra de Martí. Estudiosos cubanos de izquierda y de derecha han sido unánimes en fundamentar el pedestal que soporta la obra martiana.

Los variados campos que la obra del Apóstol no se limitan a la poesía o la literatura, de las que Armengol habla, si no también abarcan el área política, simbólica, organizativa, ideológica, periodística, diplomática y un largo etcétera, que ha fundamentado el pedestal merecido en que los cubanos lo colocamos y del que Armengol pugna no sólo por bajar, sino por enterrar.

Martí es llamado unánimemente de Apóstol porque fue el único cubano capaz, en el siglo XIX --y en circunstancias muy similares a que Armengol vive actualmente-- de unificar el exilio disperso, direccionándolo hacia la ‘guerra necesaria’ contra el colonialismo. Ese mérito, no emulado hasta hoy por cubano alguno, es suficiente para no enterrar a Martí.

La ideología neo-fidelista y materialista de eliminar los valores espirituales que Armengol abraza, lo lleva a proponer semejante barbaridad. Martí lógicamente que era un hombre de carne y hueso. Estudios especializados en áreas específicas pudieran sin dudas arrojar valoraciones poco halagüeñas de zonas puntuales de su obra, lo que de manera ninguna significarían su entierro, sino más bien, reafirmarían su carácter abarcador e integral.

Sin embargo, la crítica de Armengol, aunque ejemplificada superficialmente, no desmerece al Apóstol en áreas específicas con argumentos incontestables o con estudios irrefutables, como haría un crítico especializado que se respete, si no que más bien critica su imagen integral, de carácter netamente simbólico, y como Castro en tribuna, sugiere ‘genialmente’ enterrarlo.

Subliminarmente, Martí comenzó a ser enterrado por la dictadura cubana. La propuesta de Armengol es una manifestación de eso, consiente o inconscientemente. Solamente un dictador envilecido, ambicioso de gloria y poder, pudo generar la fuerza ideológica que ha hecho metástasis en mentes como la de Armengol, para sugerir --con todas sus letras-- su entierro.

Sin embargo, cada cual es dueño de su intelecto y la polémica que el artículo de Armengol provoca, no necesariamente implica desmeritar al proponente por el único hecho de estar, como diría todo buen cubano, “absolutamente equivocado”.

Martí, más que poeta, escritor, político u organizador, es sobre todo un símbolo. Creo importante decir que vivimos en un mundo simbólico, donde las imágenes do todo tipo, literarias, gráficas, poéticas, políticas, son el sustento de la ideología. La semiótica, ciencia reciente que estudia los íconos, signos y símbolos del mundo real, arroja luz para el papel de hombres como José Martí en la formación equilibrada de valores espirituales en las Naciones.

Enterrar a Martí implica --sobre todo-- eliminar del rico mundo semiótico cubano, el factor espiritual implícito en los aspectos simbólicos que los educadores toman de base para transmitir valores a las nuevas generaciones, asociadas al amor a la patria, a sus signos y símbolos, de los que Martí fue profuso creador, tanto con su ejemplo de vida, como en su prosa y acciones.

No se trata de dejar de profundizar imparcialmente en los valores especializados de las obras del Apóstol, o en sus manifestaciones individuales, valorándolas de manera especializada y dejando sentados sus valores reales. Nada en contra. Se trata de evitar sin embargo que, oportunistas de la pluma, asociados directa o indirectamente a la ideología de la dictadura cubana, desmeriten a Martí en el campo en que la patria lo necesita, los valores simbólicos asociados a las mejores cualidades ciudadanas, éticas y morales de nuestra querida Cuba.

La Nación cubana no es la tierra que el dictador pisa con sus ensangrentadas botas. Es sobre todo, el cúmulo de valores morales, éticos y espirituales que sus próceres legaron a la patria de manera profusa. La palma real no es sólo un árbol que ha hecho de Cuba su hábitat natural, es también el símbolo que nos identifica e asocia a la inigualable naturaleza que Dios nos legó. De igual manera, la bandera no es sólo telas de colores cocidas de una manera específica, es sobre todo el símbolo concreto del valor espiritual y trascendente de la Nación cubana.

Martí, en este contexto, no es sólo el escritor profuso, barroco y mágico que todos los que lo hemos leído conocemos. Tampoco es sólo el poeta que modestamente califica sus versos simples como ‘sencillos’, lo que le otorga el beneficio de la duda en cuanto a sus pretensiones con ellos. Martí no es sólo el patriota que se dispone, sin ser uno de los líderes de la guerra de los 10 años, a unificar las férreas voluntades de ‘generales y doctores’ de la Guerra Grande, hasta concretar y hacer posible la guerra que finalmente nos dio la libertad y la independencia.

Martí es aquella sensibilidad del alma cubana hacia el sentido ético y moral en el manejo personal, social, político e ideológico, que no podrá jamás ser enterrado, por muchos que sean los esfuerzos que la dictadura – y Armengol-- hagan para desaparecerlo del mundo semiótico de la Nación cubana. Por cada Armengol que surja en el panorama de desconsuelo que la dictadura siembra en nuestros corazones, surgirán hombres comprometidos con los valores trascendentes defendidos, sembrados y expuestos de manera brillante y genial por Martí.

Si vale la pena enterrar a alguien a partir de un debate como este, es al dictador que nos oprime e induce a mentes débiles al desprestigio de nuestros mejores hombres, dejando sin embargo a quienes se atreven a cruzar la línea de los valores que debemos inculcar con pasión a las futuras generaciones de cubanos, como un ejemplo de lo que no debe de ser hecho.

CON MARTI, ADELANTE.

Félix Luis Viera

México, DF - México

Colaboración - La Nueva Cuba

Julio 30, 2006

En su artículo Enterrar a Martí, aparecido en El Nuevo Herald el pasado 24 de julio, Alejandro Armengol anuncia que es el momento de que el Maestro sea bajado de su pedestal ("La Patria es ara, no pedestal", diría el propio Martí) "que sólo sirve de provecho a los arribistas de cualquier tendencia", y propone Armengol que todo quede en que los historiadores sigan analizando el papel de Martí en la fundación de la República Cubana y los críticos valorando sus versos -"algunos brillantes, otros mediocres", asevera Armengol. Con toda humildad me sumo a los que piensan que José Martí no escribió sólo "algunos" versos brillantes, sino muchos.

Por otra parte, ¿quién, que sea poeta, no habrá escrito "otros" versos mediocres? En el caso de Martí, si pasamos la pinza medianamente al ras, hallamos, por citar un ejemplo, un ripio imperdonable en los "Versos sencillos": Tiene el leopardo su abrigo/ en su monte seco y pardo. Este "monte seco y pardo", nadie lo dudaría, está arrastrado por los pelos -no tiene el menor asidero en lo que sería la "verosimilitud de la imagen"- para hacerlo rimar después con "leopardo", término, por demás, ya citado en los comienzos del verso inicial. Pero como sugeriría el propio Martí, el Sol no está compuesto sólo de manchas. Y en su caso, en su sol, las manchas son mucho menos que los fulgores. Con esto quizás coincida la mayoría de los que han leído su obra, vasta, abarcadora -que no es lo mismo-, considerada como una de las iniciadoras del modernismo y que tiene, en muchas de sus facetas, logro difícil, la virtud de insertar el asunto patriótico o político en poesía de altos quilates.

Pero bueno, dejemos, como pide Armengol, que sean los críticos quienes sigan hurgando en este camino; mas, siempre que no olviden que existe una mediocridad per se y otra que resulta relativa dentro de la obra de un poeta mayor, como Martí. Sin olvidar, asimismo, tomar en cuenta la suma de su labor editorial y crítica que aún hoy tiene vigencia, ecos, llamados a la conciencia individual y colectiva.

Si el ideario de José Martí se ha convertido en "un catecismo de fácil manipulación, propicio a todos los usos", como afirma el articulista, no será, en mi opinión, porque resulte endeble; más bien se debe, en buena medida, a la habilidad de quienes lo han manipulado y al candor o ignorancia de los destinatarios. Pero en verdad, la obra martiana, en su mayor parte, resulta meridiana en su exposición.

Ahora bien, es cierto, a lo largo del siglo XX cubano, los huesos del Maestro, tomados como bandera, han sido traídos de un lado a otro por éste o aquél lidercillo, por uno que otro aspirante a caudillo, aun por grises poetas combatientes por la emancipación patria. Hasta podríamos culpar a Martí, depende del ángulo desde el cual se mire el asunto, de no pocos crímenes cometidos en su nombre. Pero insistimos: si dejas que te doren la píldora, y aun más, te la tragas, la culpa es tuya.

En su artículo, Armengol cita Nuestra América y alude específicamente a esa sentencia sin dudas desafortunada, medularmente provinciana, de Martí, cuando exhorta a que nuestro vino -el cubano; el vino cubano de entonces, vale aclarar-, si es menester, que sea de plátano, y "si sale agrio ¡es nuestro vino!"

Recuerdo que por allá por la década de 1960 alguien, no precisamente cubano, le enmendó la plana al Apóstol convocando a que nuestro vino, no porque fuese "nuestro", tenía que ser, para siempre, agrio. Otra enmiendita, par de décadas después aproximadamente, abogaba porque la máxima de Martí "Ser cultos para ser libres", debía considerarse en un sentido más amplio: Martí -dictaminaba el enmendador-, al exponer la frase, no quiso referirse sólo a la cultura, digamos, humanística, sino a la cultura en general, incluidas las ciencias, la tecnología, etcétera. Un aparte: realmente la frase de marras tiene un viso de perogrullada y algunos orígenes en propuestas de otros personajes anteriores a Martí. De cualquier modo, ser culto -que no es lo mismo que ser instruido, creo que vale la aclaración-, sin dudas, enraíza un proyección para ser libre o para luchar por la libertad, pero no otorga la libertad por sí. Ejemplos sobran. Y cercanos.

Volviendo al texto de Armengol, éste, es justo, deja bien claro que aun cuando la citada frase de Martí sobre "nuestro vino agrio" expresada en Nuestra América -"(...) una exclamación lapidaria y funesta", afirma el articulista- ha contribuido al nacionalismo rampante, a la chapucería, a la tontería de sobreestimar a todo trance lo nacional en relación con lo extranjero, también es cierto que no se le debe achacar a Martí "toda la chapucería que se acumula a lo largo de nuestra historia", advierte Armengol. Yo agregaría que no sólo no debe achacársele "toda", sino, tal vez, sólo una brizna. No sería cabal sobredimensionar el efecto de esta sentencia martiana en el surgimiento de la tanta cochambre surgida posteriormente.

Mas, ahora soy yo quien agrega perogrulladas que ya sabemos desde siempre. José Martí -sin dudas, uno de los pioneros de la fundación de la patria cubana-, además de su obra poética y crítica y de su aporte teórico en lo que se refiere a lo político, ha sido, hasta hoy, el más clarividente de nuestros próceres. Tanto es así que aún sus postulados no han sido cumplidos cabalmente.

El hombre que, debido a sus ideales independentistas, todavía adolescente sufriera la cárcel y posteriormente el destierro, fue un defensor de una patria "con todos y para el bien de todos", abogó persistentemente porque las minorías fueran incluidas y tomadas en cuenta en el gobierno de la Cuba libre, creó la plataforma para el Partido Revolucionario Cubano (un calificativo inédito en la época), llamó a la "guerra necesaria", la cual argumentó con suma claridad. "La patria es de todos", proclamaría. "No se funda una República, General, como se manda un campamento", le escribiría al Generalísimo Máximo Gómez. "Es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos", sentenciaría. Es decir, José Martí era un demócrata, por lo antes dicho y por el enjuiciamiento que emite en sus artículos cuando valora hechos sociales, movimientos políticos de otras latitudes, en ocasiones muy lejanas de Cuba, sobre todo en lo que a la esencia se refiere.

Para preparar la "guerra necesaria" puso todos sus esfuerzos y recursos en acción y logró lo que parecía imposible: poner de acuerdo, por medio de su poder de persuasión, de su palabra -que en este caso no debieron provenir de "pensamientos en los que lo luminoso de la palabra dificulta encontrar lo efímero de su contenido", como señala Armengol en su texto- a varios generales de la Guerra de los Diez Años, que en alguna medida se habían acaudillado y que, además, mantenían pugnas que parecían insalvables. Esto, fundamental para el inicio de la Guerra de Independencia, debió ser uno de los esfuerzos mayores que llevaría a cabo el Maestro.

Sería discutible afirmar con Armengol que "Parte de la genialidad de Martí radica en agrupar en una sola persona al pensador y al hombre de acción". Martí sí, quizás, sea lo más cercano a un genio que ha dado Cuba. Pero eso de hombre de acción -en el sentido épico del término, claro- no creo que sea posible asegurarlo; tal vez, aun el mismo lo dudaba si nos remitimos a su afán por demostrarlo (¿o demostrárselo) hasta la obsesión casi. En su última carta, dirigida a su amigo Manuel Mercado, un día antes de su muerte, da muestras de su entusiasmo porque "ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país". Uno hasta puede pensar que más bien, aberración de por medio, se inmoló por la patria, o quién sabe si por hacer ver a los demás (¿y a sí mismo?) que era un hombre de acción, que podía ser también considerado un soldado, un guerrero, no sólo el Delegado o un "general de levita".

Caído en combate a los 42 años de edad, tómese en cuenta la obra artística y la labor política de José Martí y es muy probable que coincidamos en que fue un hombre fuera de serie. "Creo que para los cubanos ha llegado la hora de enterrar a José Martí", sentencia Alejandro Armengol en la primera línea de su artículo. Es demasiado. Más atinado sería, como afirma el articulista a seguidas, bajarlo del pedestal en el que algunos, por propia conveniencia, lo han situado. Pero enterrarlo no. Por el contrario, hay que desenterrarlo, darle aire humano, desacralizarlo, despojarlo de ese lastre de santurrón que algunos le han endilgado, pero siempre deberá estar entre nuestras guías para continuar el avance en pro del porvenir de la Isla.

De ninguna manera, como afirma Armengol, "Librarse del apostolado martiano es un gesto de independencia necesaria". Si eso hiciéramos nos quedaríamos cojos, o mancos, o tuertos. "Un país no se fundamenta sobre el ideal exaltado de un poeta" -así concluye el artículo de Alejandro Armengol. Si observamos la poesía, la prosa, pero sobre todo -y esto es lo que más interesa en este caso- las propuestas políticas de José Martí, no creo que sea la "exaltación" uno de sus rasgos sobresalientes. Por el contrario, se advierte el predominio de la reflexión, de la serenidad; aunque éstas provengan de "un poeta". Quizás José Martí haya sido endiosado por uno y otro rumbo, por uno u otro grupo, y esto haya provocado una especie de delirante retórica pro martiana que, como toda retórica, sólo tiene como resultado, finalmente, el rechazo. Mas, lo que sí sería un error, en mi modesta opinión, es dar comienzo a contrarrestar aquella retórica con una retórica antimartiana, caer en una especie de "teque antiMartí"; desmeritarlo, descuerarlo, rebajarlo en todo lo posible sólo para estar en "onda". Si bien, claro, no es éste el objetivo del texto de Armengol.

domingo, 30 de julio de 2006

Deconstrucción de Martí: Deconstrucción de Cuba.

Por: Orlando Fondevila
Bitácora Cubana, 31 de julio de 2006

Resulta asombroso que Martí deba ser defendido por los propios cubanos de los propios cubanos. La primera línea de esa defensa se ocupa del ataque integral que sufre Martí por parte de los intelectuales orgánicos del castrismo. En ese caso las acciones ha emprender son claras y de relativa facilidad. La monstruosidad que ha destruido a Cuba, por mucho que se afanen, no pueden, conseguir la legitimación vía Martí. Por mucho que se empeñen en sus forzadas “lecturas” del Maestro cubano, se les nota la oreja peluda. Los Vitier y Retamar , pese a todo, lo saben. Y supongo viven y mueren con esa vergüenza.

Pero tenemos una segunda línea de defensa que ha de emplearse en desenmascarar a unos agresores inesperados. Se trata de quienes, supuestamente desde posiciones anticastristas , se esfuerzan en la deconstrucción de Martí. La izquierda se ha hecho postmoderna. Así también la izquierda cubana, la política y la intelectual, que se siente algo incómoda con lo que percibe como ciertos excesos dogmáticos y antiguos de la izquierda castrista en el poder. Su oposición se ciñe más bien a algunos aspectos de lo que siguen llamando “revolución cubana” y que, a su juicio, deben reformarse en un sentido “moderno”. Sus enmiendas al castrismo son parciales, no a la totalidad. Piensan que hay temas salvables. Por eso se llaman a sí mismos “oposición moderada” o “hijos rebeldes de la revolución”. Su discurso es, entonces, o quiere ser, básicamente postmoderno. Sin embargo, su discurso ni es tan nuevo ni está muy estructurado. No es nuevo porque se alimenta en esa ideología difusa de la que se alimentó y que propagó el mayo del 68, con sus Marcuse , sus Derrida , sus Foucault y compañía. Sienten por estos personajes una devoción aldeana. Cuando el talento les alcanza les imitan en la oscuridad, o la charlatanería, o en ambas cosas. Les parece novedoso, elegante, progre; en fin, postmoderno. Se encuentran regalados moviéndose en la vaciedad ideológica y la ambigüedad política. Un izquierdismo de tonos sobrios que no es más que post-marxismo vergonzante. Al modo de Derrida , uno de sus referentes. Tanto como su ídolo rechazan la globalización al castrismo en su totalidad. Son demasiadas las coincidencias. , la para ellos “tiranía del mercado” y la sociedad liberal (en el sentido europeo) en general. Son multiculturalistas , relativistas, pacifistas (que no pacíficos), pros árabes y secretamente anti-israelíes. Y por supuesto, anticapitalistas y rabiosamente antiamericanos. En fin, izquierdistas. Por eso no pueden repugnar

¿Por qué no les gusta Martí? Por varias y disímiles razones. Primero, porque Martí es un patriota, el símbolo más alto del patriotismo cubano. Y los postmodernos no entienden de patriotismo. A ellos, el patriotismo les produce escozor, es algo en desuso. Segundo, porque Martí, siendo un intelectual (uno de verdad) fue también un hombre capaz de conspirar, de organizar una guerra y comprometerse absolutamente para conseguir la libertad de su patria, Cuba, entendida como la libertad individual de todos y cada uno de sus hijos. La libertad, ese concepto inquietante para la izquierda. En tercer lugar, porque les desasosiega la ética y la congruencia de Martí, que le llevaron, incluso, a sacrificar en cierta medida sus variados y excepcionales dones para la creación intelectual y el pensamiento, en aras de lo que creía como su compromiso político. Justamente esta izquierda postmoderna, sosa e inane, falsa y desorientada, sólo se compromete de boquilla, vagando permanentemente en la nube de su autocomplacencia y autocreída superioridad intelectual y moral. Y en cuarto lugar, porque odian el pasado cubano, no saben qué hacer con su presente y les asusta un futuro que pueda significar un golpe demoledor y definitivo para la izquierda en la política cubana.

Desprecian tanto a Martí como odian al exilio cubano militante y a todos los que, dentro o fuera de Cuba, buscan un cambio de verdad, radical, en la sociedad cubana. Desprecian tanto a Martí como al exilio que le reivindica. Quieren enterrar a Martí, desaparecerlo del imaginario cubano, porque el ejemplo y la leyenda martianas les acusa todos los días por su pusilanimidad y desestimiento . Desprecian a Martí, porque es una luz moral e intelectual que les deslumbra y les hace daño, les evidencia su cierta pequeñez. Odian al exilio militante porque, con sus aciertos y errores, ha sabido mantener vivas las prístinas ideas martianas de cubanía y libertad. Y porque ha demostrado en el duro destierro que Martí tenía razón cuando confiaba en las potencialidades de su pueblo. Si la Cuba maltratada y arruinada por el castrismo, incluso envilecida, se mantiene hoy viva y con esperanzas, se debe ante todo a que en lo más profundo de su ser no ha renunciado a Martí. Y porque ha existido y existe este exilio militante. Un exilio que no se rinde ni se va a rendir y que nunca a olvidado a los que al interior de la patria, en las más difíciles condiciones, tampoco se rinden ni desisten.

¿Enterrar a Martí? ¿Dejarlo en manos de sus deconstrutores ? ¿De quienes quieren manosearlo para achicárnoslo? No y mil veces no. A Martí, a lo que hay de perenne en Martí, lo necesitamos hoy más que nunca. No perderemos a Martí, porque no vamos a perder a Cuba.

martes, 25 de julio de 2006

Alejandro Armengol: sepulturero contemporáneo de José Martí.

Ángel Luis Martínez Acosta
Cuando comencé a leer el artículo “Enterrar a Martí”, de Alejandro Armengol[1] , tuve la impresión de que se trataba de otro más de los muchos que critican la manipulación del ideario martiano por personas inescrupulosas. Pero sólo me bastó leer unas pocas líneas para percatarme de mi error. Porque en realidad se trata de un escrito que pretende lo que anuncia: enterrar a Martí.

¿Por qué ese odio contra José Martí? Si el señor Armengol hubiese vivido a fines del siglo XIX se pudiera pensar que sus motivaciones fuesen la envidia y los celos. Pero vive en el siglo XXI, al menos físicamente.

En todo el artículo no he encontrado siquiera una frase de respeto que no esté mediatizada por algún comentario corrosivo hacia al que al menos tuvo el valor y la entereza de entregarse de lleno al ideal de ver libre a su patria al punto de morir por sus convicciones. Porque si este fuera el único mérito de Martí, bien reconocido tiene el cariño de sus compatriotas.

Es difícil seguir todas y cada unas de las frases del Sr. Armengol pero al menos intentaré seguir la pista de algunas de sus ideas.

Lo primero que afirma: "Creo que para los cubanos ha llegado la hora de enterrar a José Martí. No se trata de olvidarlo, sino de bajarlo del pedestal que sólo sirve de provecho a los arribistas de cualquier tendencia.", es totalmente falso. La lectura del resto del artículo demuestra que su deseo es el de enterrar a Martí y de olvidarlo, haciendo borrón y cuenta nueva de manera nihilista de todo su pensamiento.

Cuando habla de bajar a Martí del pedestal, este señor se olvida que si Martí es considerado el Héroe Nacional de Cuba y el más grande de los políticos cubanos de todos los tiempos, es por derecho propio. Pero se equivoca el articulista al pedir que bajen a Martí, precisamente porque él es el pedestal en el que se fundamenta lo mejor, más puro y noble del pueblo cubano, además de ser un reclamo infantil y absurdo porque sería como tratar de pedir que el Sol no existiese sólo con taparlo con un dedo.

Pero la tarea del Sr. Armengol se complica un poco más cuando tome conciencia de que la figura de Martí desde hace muchos años ha traspasado fronteras y hoy vive como un respetado ciudadano en decenas de países en todo el mundo. ¿Este señor va a apagar todos estos soles? ¿O es que en el fondo lo que quiere es que se borren los pensamientos martianos y se les sustituyan con sus ideas? ¿A esto se reduce todo el artículo?

El otro error de este señor es de valorar la importancia de Martí como pedestal por su utilidad, ya que según su criterio, "... sólo sirve de provecho a los arribistas de cualquier tendencia." Si el ideario martiano tuviese sólo esa utilidad, creo que coincidirá conmigo en que ya hubiese desaparecido en tanto los "arribistas" se hubiesen retirado o frustrado en sus empeños, o hubiesen sido derrotados. ¿Qué por ciento de la población representan estos "arribistas"? A menos que este señor entienda que todo el pueblo cubano es "arribista", excepto él, claro está.

En el mismo primer párrafo pide que a Martí hay que: "Otorgarle el valor merecido a sus escritos y dejar que los críticos valoren sus versos --algunos brillantes, otros mediocres-- y los historiadores continúen analizando su papel en la fundación de la república cubana."

Volvemos a lo mismo. A Martí no hay que otorgarle ni quitarle nada. ¿O es que este señor pretende que la humanidad se plantee como tarea cuestionar y re-elaborar los escritos de todos los grandes hombres de la historia? El Sol tiene manchas, pero sólo los enfermos de envidia se preocupan por ellas. Los demás, admitiendo que tiene manchas, le reconocemos su mayor valor. Es como cuando aceptamos a un amigo. Sabemos de sus defectos pero lo admitimos por sus virtudes porque son más y de mayor peso en su personalidad.

Pero Martí es además un sentimiento en sí mismo. Él no escribió para gustarle al Sr. Armengol. Escribió porque entendía que era necesario o como una manifestación individual de necesidad de expresión de su pensamiento. Que a este señor no le gusten algunos versos -de seguro que considera que los suyos son mejores, de ahí el veneno- no le quita valor alguno. La poesía es muy íntima, cargada de símbolos y tiene para cada persona un significado diferente. La poesía es ante todo expresión de lo más profundo del alma y al, igual que la filosofía, se adentra en lo trascendente por derecho propio cuestionando todo a su paso.

¿Quién dijo que los críticos son los únicos que tienen derecho a valorar la obra martiana? Pero habría que añadir: ¿quiénes son los críticos que deben tener ese derecho? ¿Quién los va a seleccionar? ¿El Sr. Armengol? A los millones de personas que amamos a Martí, respetamos su vida y tenemos en alta estima su obra, nos tiene sin cuidado lo que un crítico en particular pueda decir, excepto como ahora, en que sentimos como una bofetada en pleno rostro cuando se insulta y trata de denigrar a alguien tan nuestro, tan de nuestra familia, tan de nuestro círculo íntimo de amigos.

En el segundo párrafo se afirma: "Es lamentable que en la formación de la nacionalidad se sobrevalore un cuerpo rector formado por frases brillantes, que forman un catecismo de fácil manipulación, propicio a todos los usos. Pensamientos en los que lo luminoso de la palabra dificulta encontrar lo efímero de su contenido. Lugares comunes que nos parecen únicos por lo ejemplar de la escritura."

¿De qué nacionalidad habla este señor? De acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, en su primera acepción, nacionalidad es: "Condición y carácter peculiar de los pueblos y habitantes de una nación." La nacionalidad cubana se formó como un proceso integrador que tuvo sus primeras manifestaciones a principios del siglo XIX y que se fue desarrollando en la misma medida en que Cuba se iba formando como nación. Antes de Martí o contemporáneos a él reconocemos a otros cubanos insignes como Félix Varela, José Agustín Caballero, José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco, Bachiller y Morales, José María Heredia, Gabriel de la Concepción Valdés, Tomás Romay, Rafael María de Mendive y otros muchos cubanos ilustres. A los que hay que añadir todos aquellos que le precedieron. Esto en cuanto a pensadores. Pero la nacionalidad cubana no sólo se fundamenta en ellos. Una parte esencial lo constituyen los millones de hombres y mujeres, blancos y negros, mulatos, chinos, jóvenes, viejos, soldados, civiles, etc., que durante siglos han sido los laboriosos albañiles de lo que puede llamarse la nacionalidad cubana.

Este señor califica la obra escrita martiana como un catecismo con pensamientos de efímero contenido. Falso: Martí jamás escribió un catecismo. Otra cosa es que el Sr. Armengol sólo se haya leído trabajos en los que se destacan pensamientos sueltos de Martí a modo de aforismos. Pero eso no es responsabilidad de Martí.

Los escritos de Martí son efímeros: Falso. Precisamente este fue el motivo principal de la incomprensión de sus contemporáneos: la aparente contradicción de habiendo sido un hombre de su época, tener la capacidad de penetrar en el futuro y escribir para muchas generaciones posteriores. De ahí su actualidad; de ahí la vigencia de su pensamiento.

Continuando con sus dislates, el Sr. Armengol califica la frase martiana: "El vino, de plátano; y si sale agrio ¡es nuestro vino!", como "...una exclamación lapidaria y funesta." Volvemos a lo mismo: este señor analiza y valora a Martí por el uso y abuso que otros han hecho de sus escritos. ¿Cómo sacar del error a quien se ha propuesto destruir a Martí? El ignorante tiene al menos la excusa de su ignorancia. Este señor no.

En un atisbo de sentido común señala que echarle la culpa a Martí por lo que otros han hecho de su pensamiento es "tonto e injusto", pero vuelve a la carga afirmando que el pensamiento martiano encierra un "... código mal construido...". además de ser "... un pensamiento que encierra conceptos caducos e ideales arcaicos..." (sic) Y en su análisis de "Nuestra América" afirma, entre otras cosas, que se cae en el error de "...adoptar criterios erróneos, sólo justificados por la sonoridad de la frase...."

En este sentido me gustaría preguntarle al Sr. Armengol si puede sostenerse que estos fragmentos de "Nuestra América", sólo a modo de ejemplo, son conceptos caducos o ideales arcaicos: "El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país." O este otro: "La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas." O este: "La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia." Otro más: "El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas."

Creo que es algo evidente que este señor no ha entendido o no se ha preocupado por analizar en profundidad esta obra de enorme significado como lo es "Nuestra América". Para entenderlo tendría que conocer las constantes afirmaciones de Martí de que la América era una de sus pasiones y de que haría todo lo posible para contribuir a su desarrollo y engrandecimiento. Tendría que conocer las particularidades de la América Latina de fines del siglo XIX que dieron motivo a este artículo y también las implicaciones que muchos de sus planteamientos tenían para la revolución cubana en ciernes.

Otra de las afirmaciones que hace este señor al analizar el ideario republicano martiano es la siguiente: "Simplemente, a Martí no le dieron tiempo para contribuir a plasmar su ideal en una guía imperecedera y práctica, como es una constitución." No es que no le "dieron tiempo": es que murió en combate mucho antes de que se realizara la asamblea constituyente y se aprobara la Constitución de la República en Armas. [Nota: No sé de dónde sale la idea de que la Constitución es "imperecedera". Pero esto es motivo de otra reflexión]

Pero si quedaban dudas acerca de las verdaderas intenciones lapidarias de este señor como enterrador de José Martí, reproduzco sus palabras finales: "Librarse del apostolado martiano es un gesto de independencia necesaria. Un país no se fundamenta sobre el ideal exaltado de un poeta."

¿Sería necesario explicarle a este señor que Martí no sólo fue poeta, grande por cierto, sino que además se destacó como político, revolucionario, educador, escritor, editor, crítico de arte, traductor, historiador, dramaturgo, filósofo, biógrafo, analista militar, periodista, estadista, diplomático, orador, ensayista, etc., y que podía expresarse con fluidez en varios idiomas.

Termino de leer el trabajo de este señor y no me queda claro si escribe en serio o si de alguna manera insulta para tener notoriedad y ser el centro de una polémica que no tiene sentido ni siquiera iniciar. Porque en fin de cuentas el problema no está en las respuestas: el problema radica precisamente en el planteamiento que da pie a esta hipotética polémica.

Creo que con este artículo el Sr. Armengol se ha convertido en el sepulturero de su propio entierro.


[1]Alejandro Armengol. “Enterrar a Martí” Publicado en la edición electrónica de El Nuevo Herald, el 24 de julio de 2006.Enlace: http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/world/cuba/15107161.htm

lunes, 24 de julio de 2006

Enterrar a Martí.

Posted on Mon, Jul. 24, 2006


ALEJANDRO ARMENGOL
Creo que para los cubanos ha llegado la hora de enterrar a José Martí. No se trata de olvidarlo, sino de bajarlo del pedestal que sólo sirve de provecho a los arribistas de cualquier tendencia. Otorgarle el valor merecido a sus escritos y dejar que los críticos valoren sus versos --algunos brillantes, otros mediocres-- y los historiadores continúen analizando su papel en la fundación de la república cubana.

Es lamentable que en la formación de la nacionalidad se sobrevalore un cuerpo rector formado por frases brillantes, que forman un catecismo de fácil manipulación, propicio a todos los usos. Pensamientos en los que lo luminoso de la palabra dificulta encontrar lo efímero de su contenido. Lugares comunes que nos parecen únicos por lo ejemplar de la escritura.

Un ejemplo es una de las frases más repetidas de Nuestra América: ``Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio ¡es nuestro vino!''

Se trata de una exclamación lapidaria y funesta. A partir de ese momento, los incapaces y oportunistas --abundantes en Cuba y en el exilio-- han tenido su justificación garantizada.

Esta declaración apasionada contribuyó a la creación de un canon de miseria y chapucería donde lo autóctono se impuso sobre lo extranjero, no por su esencia, sino como una categoría moral falsa. No hay manifestación más clara, en el terreno político y cultural, que ese vanagloriarse de los errores mediante un nacionalismo agresivo e inculto. En el plano individual o ciudadano, se nos regaló la posibilidad de hacer mal las cosas y cerrarles la boca a los críticos.

Por supuesto que es tonto, además de injusto, el achacarle a Martí toda la chapucería que se acumula a lo largo de nuestra historia. Su pensamiento ha sido utilizado como un recurso más en la elaboración de patrañas y falsedades. Pero no reconocer que se trata de un código mal construido y peor aprovechado es cerrarle la puerta al análisis de un pensamiento que encierra conceptos caducos e ideales arcaicos junto a aspectos novedosos e ideas progresistas.

El artículo Nuestra América, al que se ha hecho referencia, es una buena muestra de esta necesidad de deslindar el valor de una prosa de belleza tentadora de la validez de un pensamiento apegado a su época, limitado a su momento.

Todo el discurso encierra dos o tres ideas básicas: la peculiaridad de América Latina frente a las potencias europeas y a un vecino poderoso como Estados Unidos; la elaboración de un pensamiento latinoamericano y la visión de un continente en marcha. La riqueza verbal supera los fundamentos ideológicos del texto y nos arrastra encantados, pero se hace necesario imponer una distancia saludable entre adjetivos y conceptos. Cuando saltamos la barrera del escritor extraordinario que lo creó, y queremos convertir algunas de estas frases en patrones de conducta, corremos un grave riesgo.

Al sacar el discurso del contexto en que fue formulado y lo transformamos en normas para la vida, caemos en el error no sólo de establecer códigos alejados de la realidad --cuya imposibilidad de cumplir descarta de inmediato cualquier valor práctico--, sino de adoptar criterios erróneos, sólo justificados por la sonoridad de la frase.

La república cubana no surge de la imaginación martiana, no nace sólo del escritor, sino es en parte consecuencia de su voluntad patriótica.

La nación ideal martiana no es más que la mistificación de varios de sus pensamientos --muchos valiosos, otros simplemente bonitos--, los cuales constituyen una obra abierta y víctima de todo tipo de tergiversaciones.

Esto no disminuye el valor de documentos como el Manifiesto de Montecristi y los discursos y cartas. Simplemente, a Martí no le dieron tiempo para contribuir a plasmar su ideal en una guía imperecedera y práctica, como es una constitución.

No hay manifestación más clara, en el plano político, de ese vanagloriarse de los errores del pasado y esa exaltación de la incapacidad más absoluta que el recurrir al ideario martiano.

Parte de la genialidad de Martí radica en agrupar en una sola persona al pensador y al hombre de acción. Pero esa grandeza es a la vez su tragedia: muere como soldado, en una lucha no sólo por la libertad de Cuba sino para evitar que los militares se adueñen del poder. Lo que los generales y coroneles lograron antes, un comandante hizo definitivo.

Junto a este afán de partero, la audacia innovadora y la temeridad que van a servir de excusa a los aprovechados.

Librarse del apostolado martiano es un gesto de independencia necesaria. Un país no se fundamenta sobre el ideal exaltado de un poeta.

sábado, 22 de julio de 2006

Los ojos de Adán hed.

Posted on Sat, Jul. 22, 2006

By ORLANDO GONZALEZ ESTEVA
Especial/El Nuevo Herald

La sonrisa final

La muerte va y viene por la poesía cubana como Pedro por su casa. Abunda quien la evita, lógicamente, pero no falta quien la pretende, y a la vanguardia de éstos figura José Martí. Lo admite en sus cuadernos de apuntes: ¡Cuántas veces, tranquilo el rostro en apariencia, vamos por la calle llamando a la muerte!

No satisfecho con buscarla, Martí se adelanta a ella y, además de describir el encuentro previsto, vislumbra la expresión que aflorará a su rostro al instante de encararla: Yo moriré sin dolor: será un rompimiento interior, una caída suave, y una sonrisa. La autopsia de su cadáver revela que éste fue blanco de tres balas: una le atravesó el tórax; otra, el muslo derecho, y la tercera, el cuello, a pocos centímetros de la mandíbula. Esta última acabó abriéndose paso hasta el labio superior, y destrozándoselo.

Si las cosas sucedieron como Martí anticipó (¿dispuso?), el ''rompimiento'' fue obra de la primera bala; la ''caída suave'', en cámara lenta, obra de la segunda; y la tercera no debe haber llegado a tiempo para impedir, antes de desfigurarle el rostro, que se cumpliera su vaticinio y el moribundo sonriera.

Martí describe, incluso, el marco en que ese encuentro tendrá lugar: Yo quiero salir del mundo/ por la puerta natural,/ en un carro de hojas verdes/ a morir me han de llevar. Es una premonición sorprendente por lo exacta: la naturaleza cubana, la vegetación de la isla, no tanto como carruaje fúnebre sino como vehículo destinado a facilitar el encuentro; un vehículo conducido por otros... Lo dice: ``me han de llevar''.

No satisfecho, Martí también se contempla fuera de sí mismo al instante de morir --como dicen que las almas contemplan sus cuerpos inmediatamente después de abandonarlos-- y recurre, para retratarse, a la tercera persona, como si hablara de otro, de alguien que ya no es él: Sonrió en la sombra al caer. Esa sonrisa insistente explica otro apunte suyo: En Lisboa, el cementerio principal es llamado Placeres.

Insatisfecho aún con la reseña de su muerte, Martí ofrece noticias del más allá y parece preferir el coche que viene a recogerlo al ''carro de hojas verdes'' que lo lleva a Dos Ríos: El auto mejor, la sepultura. Nada más natural: ese auto estaba hecho de tierra cubana. La primera fosa que ocupó Martí fue una fosa común, y en ella se le depositó desnudo, sin ataúd.

Que la muerte enamoraba a Martí, y que éste no era indiferente a sus encantos, lo ratifica un poema de ''Versos libres'': Al retornar ceñudo/ de mi estéril labor triste y oscura,/ con que a mi casa del invierno abrigo,/ de pie sobre las hojas amarillas,/ en la mano fatal la flor del sueño,/ la negra toca en alas rematada,/ ávido el rostro, trémula la miro/ cada tarde aguardándome a mi puerta./ En mi hijo pienso, y de la dama oscura/ huyo sin fuerzas, devorado el pecho,/ de un frenético amor! Mujer más bella/ no hay que la muerte!

En versos que no alcanza a terminar, Martí no sólo reafirma su debilidad por la muerte (Cual ardilla ladrona a ocultas mimo / el pensamiento de morir), sino predice el mes en que ésta tendrá lugar: Morir también en Mayo amable quise... Más que predecir, se diría que recuerda; que es un muerto que, mirando atrás, escribe.

Nicolás Guillén reconoce que hubo una época en que prefirió eludir todo trato con la Muerte, a pesar de que ésta, en ocasiones, se dirigiera a él con el apelativo de ''amigo'', pero que no tardó en recapacitar y en ser él mismo quien anhelara el diálogo: Ay, Muerte,/ si otra vez volviera a verte,/ iba a platicar contigo/ como un amigo:/ mi lirio, sobre tu pecho,/ como un amigo;/ mi beso, sobre tu mano,/ como un amigo;/ yo, detenido y sonriente,/ como un amigo.

Si existen fotografías de Guillén en su féretro valdría la pena revisarlas, comprobar cuán exacta fue esa imagen de sí mismo que esboza el penúltimo de esos versos, donde ambos adjetivos, ''detenido y sonriente'', ofrecen una instantánea. Con ellos, Guillén aventaja a los fotógrafos de la isla y, presumido, se autofotografía, queda bien: sonríe, muerto, a la posteridad.

La alegría de la muerte va a alcanzar una suerte de apoteosis en la obra de Severo Sarduy, quien sabiéndose víctima de una enfermedad terminal decide escribir sus propios epitafios, y en ellos, impartir instrucciones para la celebración de su velorio. Las sonrisas de Martí y de Guillén, tan serenas, van a adquirir aires carnavalescos y sabor de repostería criolla en Sarduy: Que den guayaba con queso/ y haya son en mi velorio;/ que el repertorio mortuorio/ se acorte y limite a eso./ Ni lamentos en exceso,/ ni Bach; música ligera:/ La Sonora Matancera./ Para gustos los colores:/ a mí no me pongan flores/ si muero en la carretera.

Sarduy, como Martí, va a asomarse a su propia tumba o, quizás, como él, a hablar desde ella, y a insistir, zumbón, ilustrando una ligereza que ha sido y es motivo de preocupación para los estudiosos del ser cubano --ligereza a la que fue ajeno Martí-- en el carácter festivo de la muerte: Aquí reposa burlón,/ ángel de la jiribilla,/ el mago de la cuartilla/ y hasta del más puro son./ Un trago de ron peleón,/ un buen despojo, una misa,/ y un brindis seco y sin prisa/ para aplacar a los dioses/ ausentes, si no feroces:/ ¡al que se murió de risa!

No sé por qué se me antoja que entre la sonrisa de Martí, tan justa, y la risa de Sarduy, tan exagerada, se abre un abismo similar al que distingue a la persona de la máscara; al hombre, a secas, del histrión. El abismo en el que se ha precipitado, y aún se precipita, la nación cubana.

RARO MARTI

--Drogas-- La de la Muerte.

viernes, 14 de julio de 2006

Publican en Brasil La edad de oro, de José Martí.

Prensa Latina, 14 de julio de 2006.

La Habana, 14 jul (PL) La Edad de oro, la obra que el escritor cubano José Martí dedicó a los niños, fue traducida al portugués por un equipo de 12 profesores encabezados por Marisa Ferreira Aderaldo, catedrática de la Universidad del estado de Ceará.

Fuentes de la Biblioteca Nacional que lleva el nombre del prócer independentista, a la cual Aderaldo donó varios ejemplares, destacaron la importancia de la iniciativa cuya concreción requirió 60 días e intensas jornadas diurnas y nocturnas.

Los volúmenes de esta primera tirada, impresos por el sello Forgráfica y con prólogo de la historiadora Adelaida Goncalvez, fueron adquiridos casi en su totalidad por el prefecto del municipio de Quixada, Ilario Marques, para distribuirlos en escuelas e instituciones culturales.

No pretendemos convertirlos en un producto comercial -expresó Aderaldo- sino seguir el ejemplo de Marques y llevarlos a todos los planteles de enseñanza.

Según precisó, ya se prepara la segunda edición, cuyo lanzamiento se efectuará próximamente en el Centro Dagráo do Mar.

Concebida en sus inicios en formato de revista, con una frecuencia mensual, La edad de oro circuló de julio a octubre de 1889 en la ciudad norteamericana de Nueva York.

Sólo vieron la luz cuatro números por discrepancias de Martí con el editor en el tratamiento de algunos temas.

En 1905 -10 años después de la caída en combate del Apóstol, en la lucha por la independencia de la isla-, uno de sus discípulos, Gonzalo de Quesada, los juntó, por primera vez, en un libro.

rc/

miércoles, 12 de julio de 2006

La oficina de Martí.


Posted by Picasa VIERNES, 31 DE ENERO DEL 2003

Más de cien años después, la imagen verdadera del lugar más importante del Apóstol en Nueva York se abre paso a la memoria.

Jorge Juan Lozano Ros
( Asesor de la Oficina del Programa Martiano)

A través del Elevado ha llegado a la Iglesia de la Trinidad con su aguja de estilo gótico en lo alto, circundada por el cementerio de los patriotas, y comienza por Wall Street su andar rápido, que emula con la velocidad de su pensamiento.

En el corazón de la calle de mármol y granito se encuentra, en el Federal Hall, la estatua de Washington, testigo del paso del caminante. Rebasa la Bolsa de Nueva York, y se encamina tres cuadras más allá a un edificio de cuatro pisos, a corta distancia de los espigones de donde salen los barcos con mercancías y correos hacia varios lugares del mundo, entre ellos La Habana.

De dos en dos sube los peldaños de la estrecha escalera de hierro y abre la puerta de la habitación 13, donde cuelga un letrero: Oficinas de Patria. José Martí ha llegado a su despacho de trabajo.

EL CUARTO LLENO DE LIBERTAD

Así bautizó el Apóstol a su oficina, el lugar más importante durante su permanencia en Nueva York. En 1886 ya trabajaba en ella, que fue sede continua de sus labores como cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay; de sus corresponsalías para importantes periódicos de Nuestra América; de su devoción amorosa como autor de La Edad de Oro; de su convicción y acción política como Delegado del Partido Revolucionario Cubano.

Blanche Zacharie de Baralt, tierna amiga de Martí, describió el local casi fotográficamente: “Las paredes cubiertas de estantería sencilla, repleta de libros, una mesa, algunas sillas, el retrato que hizo de Martí el pintor Norman, colgado sobre el escritorio, apuntes de Estrázulas y de Edelmann, y unas palmas de Héctor Saavedra. Sobre uno de los estantes, su grillete del presidio... Subieron aquellas escaleras poderosos e infelices. A todos recibía con una sonrisa.”

A finales del siglo XIX, cuando la majestad de la arquitectura comercial estaba dando a la ciudad una hermosura sorprendente y nueva, se multiplicaban los edificios de oficinas. En la parcela 40 de la manzana 38 del Bajo Manhattan existía una de estas edificaciones, marcada con el número 120-122, de Front Street. Su vecino contiguo era el inmueble de Wall Street número 104, de mejor vista al ocupar la esquina donde confluían ambas calles.

Así lo captó una fotografía, ampliamente divulgada durante un siglo. Siempre se ha errado al identificar el edificio preciso donde Martí trabajaba, señalándose al de la esquina de la calle Wall.

Venciendo el obstáculo del tiempo, un amigo y colaborador del autor de Versos Sencillos, el puertorriqueño Sotero Figueroa, que con asiduidad visitaba el lugar, viene a nuestra ayuda para rectificar el desliz. Recordaba el editor del periódico Patria: “Martí amaba de tal modo ese pequeño rincón, que no se hallaba a gusto sino en él...”.

Figueroa legó a los martianos del futuro la primera publicación de 120 Front Street, en la Revista de Cayo Hueso, del 26 de septiembre de 1897. Él resaltó la edificación exacta del lugar donde en muchas ocasiones pensó, escribió y decidió el Delegado del PRC. Recuerda este testimoniante que los dos edificios se comunicaban entre sí, y no pocos visitantes de Martí entraban por uno para salir por el otro.

En la extensa iconografía martiana, que no solo se compone por las cuarenta y dos imágenes del héroe, sino por las fotografías de los lugares ligados a su vida; en varias publicaciones se ha identificado erróneamente el edificio donde Martí tenía su oficina de trabajo.

Hoy la histórica construcción no existe. Fue tragada por la extensión de la cosmopolita ciudad de los rascacielos. En su lugar se levanta una de esas moles. Pero la imagen real, la fotografía que demuestra el verdadero lugar donde se anidó la libertad de Cuba, es prueba y reclamo. Queda aún salvar esa huella en la memoria.

miércoles, 5 de julio de 2006

Mayor General José Maceo. El León de Oriente.


Posted by Picasa Este 5 de julio se cumplen 110 años de la caída en combate del Mayor General José Maceo, el León de Oriente.

Autor: PEDRO ANTONIO GARCÍA

Quienes le conocieron, decían que era un hombre alto y fornido a la par que esbelto, aunque su estatura no sobrepasaba a la de su hermano Antonio. "El General José Maceo era todo verdad –solía decir el Generalísimo Máximo Gómez-, y por eso para muchos parecía amargo".

Manejaba el machete a la zurda y el revolver, a la derecha. Dicen que tartamudeaba, sobre todo al incomodarse, y era jovial, presumido, de temperamento ardiente, "muy rumboso", enamorado, desinteresado y sincero hasta la intransigencia.

Su tropa lo admiraba por el valor, la inteligencia y la astucia, "enaltecidas por una mirada bondadosa y a la vez enérgica, en la que se descubría su alma buena", como coincidían todos sus subalternos.

Grande en su vida admirable e intrépido como ninguno, lo calificó Máximo Gómez, quien también aseveró: "El español más cruel rendido al General José en mitad de la refriega más sangrienta, podía contar con la vida".

EL HÉROE

José Marcelino Maceo y Grajales nació el 2 de febrero de 1849, probablemente en las cercanías de San Luis, hoy provincia de Santiago de Cuba, en el extremo suroriental del país.

Su padre, Marcos, había sido miembro del ejército español hasta 1837, del que fue licenciado por sus ideas liberales. Su madre, la campesina Mariana, era una convencida independentista.

Cuenta la tradición oral que tuvo su bautizo de fuego, junto con sus hermanos Justo y Antonio, en Ti Arriba, como soldados bajo las órdenes del capitán Juan Bautista Rondón el 12 de octubre de 1868, dos días después de iniciada la Guerra.

En 1869 era sargento; a fines de 1870, teniente; capitán, en enero de 1871. Integró el contingente de Máximo Gómez para la invasión a Guantánamo, con el cual se consolidó la lucha armada en esa región. Un año después, ascendido a coronel, lo designaron como jefe del batallón.

Con Gómez compartió cargas al machete en Las Guásimas, en 1874, y en Mangos de Mejía, en 1877. Salvó a su hermano Antonio de una muerte segura y lo protegió durante toda su convalecencia.

Se distinguió en los combates de Pinar Redondo, Llanada de Juan Mulato y Tibisal y fue uno de los activos participantes en la Protesta de Baraguá. En compañía de Guillermón Moncada, Quintín Bandera y otros patriotas inició en Santiago de Cuba la Guerra Chiquita, en agosto de 1879. Fue ascendido a General de Brigada.

Cuando la contienda agonizó ante la falta de unidad entre los cubanos, embarcó hacia Jamaica. Los españoles le apresaron en alta mar y lo enviaron a las prisiones africanas.

De cárceles españolas se fugó dos veces: en la primera, los ingleses lo entregaron; en la segunda, vía Francia, atravesó el Atlántico y se reunió con su hermano Antonio en Panamá, en 1886.

Integró la expedición de la goleta Honor con el Titán de Bronce y Flor Crombet y junto a ellos desembarcó en Duaba, el 1º de abril de 1895, para incorporarse a la Guerra Necesaria, convocada por el Héroe Nacional José Martí.

Aislado de sus compañeros tras el combate de Alto de Palmarito, protagonizó una verdadera odisea en la manigua, perseguido por los españoles, y obligado a subsistir con una dieta de frutas y animales silvestres.

Al fin logró contactar con los mambises guantanameros, tras lo cual se encontró con Martí, Gómez y los valientes que habían desembarcado por Playitas el 11 de abril de 1895.

El 25 de ese mes batió a una columna enemiga en Arroyo Hondo, y tres días después le impusieron las estrellas de Mayor General.

En sus casi 12 años de combates incesantes contra el colonialismo español, había participado en más de 500 acciones y recibido 19 heridas de guerra.

Por su impetuosidad y valor a toda prueba, los cubanos le llamaban El León de Oriente.

JOSÉ EN JOSÉ

Amigo le llamó José Martí al escribirle unos meses antes de la alborada del 24 de Febrero: "Quien ha defendido con valor mi Patria y su libertad de hombre, es como acreedor mío y me parece mi hermano", aseguró el Apóstol en aquella carta.

Para el General José, el Maestro siempre fue un valiente: "Yo sabía que Martí vendría a la guerra", le confesó al coronel mambí Fermín Valdés Domínguez, tiempo después de la muerte del líder cubano en Dos Ríos, ocurrida el 19 de mayo de 1895.

"Nunca pude dudar de él y supe siempre esperar que pudiera tener su tumba al lado de nuestros primeros guerreros. Martí no podía quedarse en Nueva York como otros".

En otra ocasión, el General José le diría a Valdés Domínguez que únicamente por Martí había abandonado a su joven esposa, con quien se había recientemente casado.

"Solo él pudo sacarme de mi nido de amores, solo él me obligó con su patriotismo y me sedujo con su palabra, por él vine a la manigua y siento más que nadie que se haya muerto".

LOMA DEL GATO

El 5 de julio de 1896 se produjo su combate final, en la finca San Luis de Carón, enclavada en un lugar conocido como Loma del Gato, hoy perteneciente al municipio de Songo-La Maya, a 18 kilómetros al nordeste de la ciudad de Santiago de Cuba.

Cuenta la tradición que un prefecto mambí, Francisco Carrasco, le avisó de la presencia del enemigo. El General José ordenó avanzar sobre los españoles.

Impaciente por no escuchar las detonaciones de su tropa, montó su caballo y exclamó: "Ahora sabrán lo que es pelear. Venga mi escolta". Espoleó su cabalgadura y se colocó a la vanguardia. "Arriba, la muerte es cuestión de fecha", arengaba a quienes con él galopaban.

"¡Aquí está José Maceo, cará...!", exclamó. Ya cerca de la línea de fuego, dispuso personalmente de las fuerzas que le acompañaban y avanzó sobre el enemigo. Sus ayudantes vieron cómo el General se desplomaba del caballo y el revólver se le escapaba de su diestra.

Días después de la caída del General José, al conocer la noticia, el Generalísimo Máximo Gómez expresaría: "Su valor y decisión lo llevaron a la tumba. Es inapreciable la pérdida que hemos sufrido".

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Fuente:

EXCLUSIVO,

05/07/06

sábado, 1 de julio de 2006

Muestra de escultora causa admiración entre los avileños.


Muestra de la escultora cubana Isabel Santos Rojo

Por Odalys Martínez Chau
Foto: Idael Varela Ferrer

Doce obras de la destacada escultora cubana Isabel Santos Rojo, que revelan el cariño maternal hacia el hijo perdido, llaman por estos días la atención del público avileño.

“Me refugio en ti”, expuesta en la galería Raúl Martínez de esta ciudad de Ciego de Ávila, constituye una interpretación de la obra literaria de José Martí, mediante la cual, la artista se apoya para mostrar su triste experiencia personal.

Programada hasta finales del mes de julio, la exposición reúne esculturas elaboradas por Isabel con el empleo de cera y soporte de metal y vidrio, en las cuales florece su capacidad creadora y el dominio de las técnicas artísticas.

Bebé y Don Pomposo, Nené Traviesa, Guardados en un cristal, Allá tú me ves, Buenos días Mamá, son algunos de los títulos que toma la artista de la obra “La Edad de Oro” de José Martí, dedicada especialmente a los niños. (30-06-06)