martes, 22 de agosto de 2006

El poeta brillante y seductor que llegó a Guatemala (I)


Portada del Libro

Francisco Goldman recrea en 'The Divine Husband' el episodio de la vida de José Martí que éste poetizó en 'La niña de Guatemala'.

Carlos Espinosa Domínguez, Nueva Jersey
lunes 31 de julio de 2006 6:00:00

Un par de novelas, The Long Night of White Chickens (1992) y The Ordinary Seaman (1997), situaron a Francisco Goldman (Estados Unidos, 1954) como uno de los escritores más talentosos y reconocidos de su generación. La primera de esas obras fue galardonada con el Sue Kaufman Prize de la Academia Norteamericana de Artes y Letras. La segunda fue finalista en el International IMPAC-Dublin Literary Award y el Los Angeles Times Books Prize, en la categoría de ficción. Asimismo ambas fueron finalistas en el prestigioso PEN/ Faulkner Award y han sido traducidas a nueve idiomas, incluido el castellano (las dos las publicó la editorial española Anagrama).

Hijo de padre norteamericano y madre guatemalteca, Goldman nació en Boston y ahora vive a caballo entre Nueva York y la capital mexicana. Además de su actividad como novelista, se dedica al periodismo. Revistas como The New Yorker, Harper's, The New York Times Sunday Magazine, Esquire, The New York Review of Books y Outside, entre otras, han acogido sus trabajos.

En el año 2004 apareció la edición de tapa dura de su tercera novela, The Divine Husband. En ella, Goldman desarrolla una trama argumental que comienza en Centroamérica en 1870 y finaliza dos décadas después en Nueva York. Al inicio de la misma la protagonista, María de las Nieves, es una joven soñadora y amante de los libros, que ha decidido hacerse monja. Ese objetivo se ve truncado cuando en Guatemala son cerrados todos los conventos. Su vida experimentará entonces una transformación cuando se matricula en un curso de escritura que va a ofrecer un brillante y seductor poeta cubano llamado José Martí.

Desde que el pasado otoño conocí a Francisco Goldman y supe de la existencia de The Divine Husband, se me ocurrió la idea de entrevistarlo. Son contadas las obras de ficción en las que nuestro Martí aparece como personaje (me vienen a la memoria la novela Silent Wing, de José Raúl Bernardo, y la pieza teatral de Matías Montes Huidobro Un objeto de deseo), así que me pareció importante divulgar entre los cubanos su novela. Finalmente pudimos lograr que nuestros calendarios y agendas de trabajo coincidieran, y en un caluroso mediodía de julio nos encontramos en su apartamento de Brooklyn. Acababa de llegar de México y en pocos días se iba a dictar un taller en España. Lo que sigue es el resultado de nuestra conversación.

Después de dos novelas sobre la realidad contemporánea de Centroamérica, ¿qué te llevó a incursionar en una figura histórica del siglo XIX?

Pienso que se debe a la coincidencia de dos hechos ocurridos en la década de los ochenta. En una ocasión estaba yo sentado en un bar de Guatemala y empecé a hablar con un señor que se hallaba al lado mío, quien me dijo que era de la misma ciudad de Massachussets donde yo nací. Me comentó que sus padres siempre trabajaron en la fábrica de gomas Tillotson, y le dijeron que si alguna vez necesitaban ayuda, fuera a Guatemala y preguntaran por el señor Tillotson. Yo no me lo podía creer: había crecido a unos doscientos metros de esa enorme fábrica, y en el invierno iba con mis amigos a patinar en un pantano que queda detrás. Ahora venía a descubrir que su dueño vivía en Guatemala y yo nunca lo supe. Ya entonces me rondaba la idea de empezar un nuevo libro, y me prometí: algún día voy a inventar la historia de una familia con raíces en el siglo XIX, que uniera, como los Tillotson, a Guatemala con Nueva Inglaterra.

Por otro lado y más importante quizás, es que en esos años —te hablo de 1988, 1989— llegué a un punto en que había dado mucho de mí a esta carrera de combinar mis intentos de escribir novelas (entonces sólo había terminado The Long Night…) con el trabajo de periodista. Tras una década de haberme graduado en la universidad, estaba muy agotado como periodista, como escritor, como ser humano. Estaba harto de la realidad contemporánea, harto de las guerras de Centroamérica, harto de la violencia.

¿Desde cuándo conocías el poema de Martí 'La niña de Guatemala'?

Desde niño. En Guatemala todo el mundo lo conoce.

El hombre tras la cortina de leyendas y mitos

¿Y fue ese poema el que te dio uno de los impulsos para escribir la novela?

Sí. Quise buscar entonces cuál era la verdad de este poema sobre esa niña que, según se dice allí, murió de amor. Yo sabía en ese momento muy poco sobre Martí, así que empecé a investigar. Me pasé un mes completo yendo diariamente a la biblioteca de Guatemala, sólo para revisar periódicos de la época cuando Martí estuvo allí. Esa biblioteca era un lugar increíble, que no tenía ni luz eléctrica. Si tú querías leer, te tenías que sentar al lado de una ventana. Quién sabe cómo archivaban las cosas. Había un viejito que venía y te ayudaba. Durante todas esas semanas llovió sin parar por veintiocho días y yo estuve allí estuve el polvo de aquellos periódicos tan antiguos. Debido a esa combinación de humedad y polvo, por primera vez en mi vida tuve asma, que por suerte desapareció cuando me mudé para México.

Para mí aquellas semanas fueron como perderme en el pasado. Lo que más estupendo me pareció, lo que más me impactó, fue que aquel pasado era muy extraño. Me pareció un mundo de fantasía que no tenía nada que ver con la realidad contemporánea. Qué raros eran entonces, qué rara era Guatemala en 1877, qué cosas tan extrañas publicaban los periódicos. Yo llené cuadernos y cuadernos con anotaciones. Recuerdo un día en que descubrí una noticia maravillosa: "El joven maestro cubano José Martí, recién llegado a nuestro país, anuncia que va a ofrecer en la Academia de Niñas de Centroamérica un curso de composición literaria, arte que tanto eleva el valor de la mujer". ¡Wow!, me dije. Obviamente éste es el mismo curso que tomó la famosa niña de Guatemala, así que si algún día escribo una novela ambientada en esos años alguno de los personajes va a tomar ese curso.

Era un tema fascinante para escribir una novela, pero luego pensé: Martí, con los veintitantos tomos de sus obras completas, un hombre que es todo un mito, oculto tras una cortina de secretos y leyendas. Era demasiado lo que tenía que aprender e investigar, de modo que eché el proyecto a un lado y me puse a escribir mi segunda novela. Sin embargo, nunca dejé de interesarme por la figura de Martí, y la tarea de tratar de entender quién fue se convirtió para mí en un hobby extraño y obsesivo.

¿Cómo diste con la clave para poder empezar a escribir la novela?

En 1997 terminé The Ordinary Seaman y entonces decidí por fin que quería retomar aquel proyecto. Quizás lo que hizo posible que pudiera empezar a escribir The Divine Husband fue que todos aquellos cuadernos que había ido llenando con detalles, sólo con detalles, como ya habían pasado casi cinco años se habían sedimentado, como sucede con la arena en una vasija con agua. Eran como una memoria con vida propia. Al releerlos, yo tuve la sensación de que había estado en Guatemala en esa época y recordaba ese lugar que, por supuesto, era completamente inventado, era una fantasía. Al tener ya ese sentido del lugar, mi imaginación, si tú quieres llamarlo así, pudo pisar tierra firme y avanzar. Pude pues comenzar a partir de algo, que fue esta idea de cómo era entonces la ciudad de Guatemala.

Sé que además de la biblioteca de Guatemala, investigaste en otros sitios.

Sí. Estuve becado en la Biblioteca Pública de Nueva York. Fui también al Centro de Estudios Martianos, en La Habana. En esos años yo tenía una compañera que es mitad inglesa y mitad cubana. Como cada navidad íbamos a Londres, aproveché para trabajar en el archivo donde guardan la correspondencia de los diplomáticos ingleses que estuvieron asignados en Sudamérica. También investigué en bibliotecas de México. La verdad es que cuando ahora pienso en todos los años —siete en total— que me llevó esta novela, no consigo explicarme qué me agarró. Qué me pasaba. Cómo lo hice. Cómo es que me pasé dos años leyendo sólo sobre monjas y conventos. Qué enfermedad mental contraje. (Se ríe) En cierto sentido, era mi manera de prepararme para escribir The Divine Husband. Pero no sé cómo me di el lujo de tomarme tanto tiempo. Espero no tener que volver a escribir un libro sobre una figura como la de Martí.

¿No sentiste un poco de temor al llevar a una obra de ficción a un personaje histórico de la relevancia de Martí?

Si yo fuera cubano, no creo que me hubiera atrevido a escribir esta novela. Me hubiera sentido muy intimidado. ¿Qué me llevó a meterme en este proyecto? Pues más que todo el hecho de que yo compartí ciudades con Martí. ¿Cuáles son las dos ciudades más importantes en mi vida: Nueva York y Guatemala. Por pura coincidencia, él vivió y trabajó en Nueva York por varios años. Pasó además dieciséis meses que para él fueron clave en Guatemala, dieciséis meses que lo impactaron y lo influyeron para siempre.

1 comentario:

Ariel Batres V. dijo...

Cabe confesar que la más reciente obra de Goldman, "El arte del asesinato político" (versión en español, 2009), fue adquirida con cierta reticencia, toda vez que después de haber leído "El Esposo Divino" (2004), quedó un sinsabor por la mala calidad del autor al presentar una versión deformada de José Martí y su amor platónico con María García Granados, a la que dedicara el famoso poema “La Niña de Guatemala”.

Se recomienda leer en su lugar a Máximo Soto-Hall, "La Niña de Guatemala. El idilio trágico de José Martí". Guatemala: Editorial “José de Pineda Ibarra”, 1966. En página 9, al igual que don Antonio José de Irisarri, Soto-Hall expone el motivo: “Este libro no es un libro de historia, ni un libro de memorias, ni una novela, ni una historia novelada. Participa de los cuatro géneros sin pertenecer a ninguno de ellos. Es el reflejo fiel de una época vista en su hora palpitante; un gran cuadro de costumbres que sirve de proscenio a un idilio doloroso, que, por el campo sentimental en que se desarrolla y por las luctuosas consecuencias que tuvo, muy bien podría denominarse: Idilio trágico.”

En "El Esposo Divino", Goldman presenta lo que puede llamarse una no-novela. Aunque el capítulo I es sugerente en cuanto a ficción, en el II se observa un desorden de ideas, de historia sin historia, con digresiones personales de mal gusto. En el capítulo III aparece un supuesto viaje de Paquita, la esposa del Reformador Justo Rufino Barrios, muy bien descrito pero nada relacionado con la niña de Guatemala, y en el IV en tan sólo dos páginas se incluye a José Martí como personaje. Ya no se diga de los capítulos V y VI, los que no obstante describir al poeta cubano, resultan por demás aburridos. Como de novela de ficción se trata, Goldman presenta en el capítulo VII al rey Miskito de la Costa Atlántica de Nicaragua, sosteniendo relaciones con la amiga íntima de la esposa del Reformador, María de las Nieves, quien queda embarazada del mismo, y en el VIII ésta aparece en Nueva York en diálogo con José Martí.

En suma, "El Esposo Divino" no es una obra literaria recomendable, toda vez que la expectativa de conocer a José Martí y el por qué de su célebre poema e idilio espiritual con la hija del otro Reformador de Guatemala, el general Miguel García Granados, queda insatisfecha. De nada valen las 702 páginas que la integran, si al final se convierte en una no-novela, en un fiasco.

Ariel Batres V.
Guatemala