viernes, 25 de agosto de 2006

La Guerra Chiquita.

María Delys Cruz Palenzuela

Camagüey, 24 de agosto.

Luego de la trascendental Protesta de Baraguá, protagonizada por Antonio Maceo, un grupo de cubanos emigrados en Nueva York, también inconformes con la negociación hecha en el Zanjón entre algunos jefes militares cubanos y españoles, constituyeron el Comité o Grupo de los Cinco que inmediatamente acordó enviarle una felicitación al Titán de Bronce (como se le llamaba a Maceo), a la que adjuntaban la decisión de recolectar fondos y recursos para proseguir la lucha por él proclamada aquel 15 de marzo de 1878.

Maceo y otros jefes orientales habían reanudado los combates, para lo que contaban con escasos medios para enfrentar a las bien equipadas tropas del general español Martínez Campos, por lo que el Gobierno provisional constituido en Baraguá valoró la imposibilidad de continuar peleando en aquellas condiciones y decidió salvar la vida de Maceo enviándolo al extranjero en busca de ayuda para la contienda.

El 10 de mayo parte el patriota cubano hacia Jamaica, desde allí se traslada a Nueva York, donde convoca a una reunión para darle a conocer a la emigración sobre la difícil situación que atravesaban nuestros combatientes, lo que provocó una cálida reacción entre la concurrencia, con la mayor disposición general a colaborar en todo lo que fuera necesario.

De regreso en Jamaica, Maceo prosigue su labor propagandística, ignorando que el 21 de mayo el Gobierno provisional había decidido poner fin a la contienda.

El general Calixto García Íñiguez, preso en España durante tres años, una vez liberado viajó a Nueva York para contactar con el Comité de los Cinco, el que a partir de ese momento se denominó Comité Revolucionario Cubano, el que en sus bases constituyentes abogó por la constitución de clubes en aras de la independencia.

El Comité de Nueva York fue el coordinador de los clubes dentro y fuera de Cuba. La organización recibió apoyo de los grupos formados en los Estados Unidos y América Latina, mientras que en el territorio nacional se sumaron prestigiosos combatientes de la Guerra de los Diez Años, jóvenes profesionales de la pequeña burguesía, y representantes de las clases más explotadas de la población, quienes desde ese momento trabajaron activamente en la organización de la que se denominaría la Guerra Chiquita.

José Martí, quien residía en La Habana en septiembre de ese año, se incorpora a la conspiración junto a su amigo Juan Gualberto Gómez.

En tanto los clubes de Cuba consideraban necesario unificar su trabajo, los de Nueva York alegaban lo inoportuno de operar centralizadamente, por lo que en marzo de 1879 se reunieron los de aquí y constituyen el Comité Central Revolucionario Cubano, donde fueron seleccionados Ignacio Zaragoitía como presidente y Martí como vice.

A partir de entonces la conspiración se hizo más fuerte; Martí tuvo en sus manos toda la red, al punto que cuando lo detuvieron en septiembre de 1879 le pidió a su amigo Viondi que quemara todos los papeles que tenía en el bufete “si no quiere usted que media Isla vaya a la cárcel”.

Pedro Martínez Freire, uno de los líderes de la conspiración en La Habana, fue detenido el 3 de marzo de 1879, y a las pocas horas corrieron igual suerte en Santiago de Cuba Flor Crombet, Pablo Beola y Mayía Rodríguez, todos enviados posteriormente para España.

Desde ese momento la persecución se hizo implacable por parte de las autoridades españolas contra los cubanos de aquí, por lo que se determinó la anticipación del alzamiento.

El 5 de agosto Maceo y Calixto García reunidos en Kingston, Jamaica, analizaron el plan de operaciones.

En carta del Titán de Bronce a Leyte Vidal el 16 de agosto le expone: “... ha llegado el momento de volver al campo de la lucha para conquistar por medio de las armas lo que por justicia nos corresponde...”

Los prestigiosos jefes militares peregrinaron durante varios meses por distintos países del área con el propósito de organizar expediciones y enviar a la Patria hombres y pertrechos de guerra.

La madrugada del 24 al 25 de agosto Belisario Grave de Peralta se alza, en la zona comprendida entre Gibara y Holguín, días después se incorporaron en Santiago de Cuba José Maceo, Guillermón Moncada y Quintín Banderas; posteriormente en Remedios, Sancti Spíritus, Sagua y la Ciénaga de Zapata grupos de revolucionarios toman las armas. Comenzaba de nuevo la guerra.

La reacción de España no se hizo esperar; el Ministro de Ultramar autorizó al Gobernador General a gastar 50 mil pesos diarios “para conservar la tranquilidad de Cuba”, y declaró en estado de guerra a la provincia de Oriente. Desde la Península llegaron 10 mil hombres para reforzar el ejército colonialista.

Como la mayoría de los jefes insurrectos eran orientales negros y mestizos, el enemigo lanzó la calumnia de que aquella guerra era una especie de tentativa para constituir una república negra en Oriente, a lo que se sumó otra campaña del Partido Liberal, después Autonomista, integrado por burgueses criollos y representantes de los sectores más reaccionarios del pueblo, quienes la catalogaron de empresa liberticida y antipatriótica, de ahí que la situación de los alzados, poco más de seis mil, fuera cada vez más difícil, sobre todo por la falta de apoyo material desde el exterior.

Dada la falacia de que aquello era una “guerra de razas” Calixto García sustituyó a Maceo de la expedición que se preparaba y en su lugar envió al brigadier camagüeyano Goyo Benítez, lo que indiscutiblemente restó fuerza a la Revolución.

Aquella precipitada y pobre expedición tampoco fue acogida debidamente en Oriente ni en Camagüey. Goyo cayó prisionero y fusilado.

Calixto García logró arribar a Cuba el 7 de mayo de 1880 acompañado por sólo 40 hombres. En tanto esto ocurría José Maceo, Quintín Banderas y Guillermón Moncada eran detenidos y posteriormente enviados a cárceles africanas.

El general García viajó varios meses sin encontrar ningún núcleo armado, y ante la persecución de los españoles se vio forzado a entregarse el 4 de octubre de 1880.

En Las Villas Francisco Jiménez se mantuvo peleando hasta el 17 de septiembre, el general Carrillo hasta el 4 de octubre y Emilio Núñez hasta que Martí, en el mes de diciembre, le pidió que cesara.

Pese a todos sus inconvenientes, esta guerra fue una fuente de experiencia para los revolucionarios, un paso de avance dentro del movimiento nacional liberador; su denominación de Guerra Chiquita, como apuntó Juan Gualberto Gómez, se debió al tiempo de su duración, y no por carencia de importancia. Si algo se derivó de ella fue el futuro liderazgo de José Martí para llevar adelante la Guerra Necesaria.

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