domingo, 25 de febrero de 2007

Martí en los campos de Cuba.

Publicado el 02-24-2007

Diario Las Americas
Por Guillermo Cabrera Leiva

El teniente del Ejército Nacional de Cuba, Rafael Lubián y Arias, en compañía del escritor martiano Arturo R. de Carricarte, realizaron en 1922 la mesuración y el trazado de la ruta seguida por José Martí en tierras cubanas, desde su desembarco en Playitas hasta su muerte en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895.

Ya en el exilio, el Teniente Lubián publicó un interesante libro que, bajo el título de “Martí en los campos de Cuba libre” nos describe el camino recorrido por el Apóstol, y va contando los detalles de aquel glorioso itinerario.

Fue aquel un proyecto de elevado patriotismo, donde contaron con la colaboración de altos funcionarios del gobierno cubano, y de personas que de un modo o de otro estaban vinculadas a la hazaña heroica. Entre éstos merece citarse a Marcos del Rosario, el único superviviente del desembarco en Playitas, invitado a participar de aquel proyecto.

El libro escrito por el Teniente Lubián consta de 186 páginas y contiene muy valiosas fotografías y mapas. Además, contiene las anotaciones hechas por Martí en su diario de campaña, cotejadas con comentarios de acuerdo con los pasos que iba dando el grupo, veintisiete años después del recorrido original.

El Teniente Lubián, autor del libro, actuó como cartógrafo de la expedición. A él se deben las comprobaciones y cotejos hechos durante el viaje, las mediciones y otros aportes técnicos para la verificación de la ruta.

Es sumamente interesante comparar lo que dice Martí en las páginas de su diario, cuando se refiere a viviendas o sitios en que pernoctaron, y la situación de esos mismos lugares un cuarto de siglo después. En algunos casos sólo quedaban los horcones carcomidos de la edificación. La comisión exploradora conversó con los vecinos de los lugares mencionados en el diario de Martí, y en algunos casos encontró testigos presenciales de los hechos narrados.

El autor de esta obra nació en Santa Clara en 1898. Su participación en los trabajos de verificación de la ruta seguida por Martí ha hecho posible que tengamos hoy ese recuento tan bien impreso, donde constan los detalles del viaje realizado en 1922.

Los exploradores que cubrieron “la ruta de gloria”—como se le llama a este recorrido martiano – hicieron 25 escalas en el viaje, es decir, acamparon en 25 lugares distintos, siendo el último el sitio donde cayó muerto el Apóstol, Boca de Dos Ríos.

Toda la “ruta de gloria” está llena de emocionantes relatos de Martí, quien dejó en las páginas de su diario comentarios muy elocuentes sobre las personas y los lugares vistos por él. Hay allí un estudio psicológico de la naturaleza humana, de sus reacciones y sentimientos, observados por el Apóstol durante su trayecto, que duró desde el 11 de abril hasta el 19 de mayo de 1895. En ese período de tiempo, según se desprende de lo escrito en el diario, se definieron – por así decirlo – las pautas que seguiría la revolución de independencia recién comenzada. Es interesante advertir que el punto culminante de esta ruta fue la conferencia de “La Mejorana”, celebrada el 5 de mayo en el ingenio de aquel nombre, entre Martí, Maceo y Máximo Gómez. En esa reunión Maceo trató al parecer muy ásperamente a Martí y a Gómez, y partió de la misma con la intención de no acatar la jerarquía de Martí, sin considerar que fue gracias a éste que el movimiento independentista había cobrado forma y había tomado impulso.

Por la lectura de este libro se conocen los detalles de la muerte de Martí y lo referente a su sepultura y posterior traslado al panteón definitivo donde hoy reposan sus restos.

La obra del teniente Lubián Arias es un aporte muy valioso a la historiografía cubana y sirve para refrescar la memoria sobre un evento único en el proceso de la revolución libertadora, como fue la breve y luminosa presencia de José Martí en los albores de la lucha por la independencia de Cuba.

sábado, 24 de febrero de 2007

Inicio de la Guerra Necesaria.

24 DE FEBRERO DE 1895

Autor: LUIS PAVÓN

Ya en 1894, José Martí— a pesar de que no tiene día sin febril actividad y aún sin disgustos– podía sentirse confiado y satisfecho hasta donde podía estarlo quien preparaba una contienda en territorio hostil. Llevaba años de prédica y ardoroso trabajo para unir hombres y juntar dinero y recursos.

Había trazado el plan para el alzamiento armado con paciencia y cuidado. José Martí llevaba todos los hilos en la mano con talento y desvelo ejemplares.

Pero por lo menos, aparte de la preparación de la Guerra, ya en fase decisiva, dos contrariedades le amargan: Una, el estallido de la huelga de tabaqueros cubanos en Cayo Hueso, y la medida contra ellos tomada por norteamericanos y españoles: usar rompe huelgas enviados por las autoridades coloniales desde Cuba. El otro, toca su intimidad: Habría querido, antes de partir, despedirse de su madre, pero Doña Leonor, casi ciega, no puede ir a encontrarse con él. Atenderá el conflicto social confiando la parte legal al abogado norteamericano Horatio P. Rubens, que le ha presentado Gonzalo de Quesada y le ofreciera sus servicios. La ausencia de la madre se mantendrá en su corazón como dolor irremediable.

En su primera juventud había colocado su voluntad y su inspiración junto a los patriotas, por lo que habría de sufrir persecuciones y ya a los 16 años de edad será condenado a cárcel y trabajos forzados, y luego al destierro. Cuando puede regresar Cuba, aquí, en 1878, la única alegría recibida, además de la de vivir en la Patria que le negaban, es el nacimiento de su hijo. No cesará de luchar por la Independencia, y junto a Juan Gualberto Gómez, hijo de ex esclavos, patriota que se gana la vida como periodista, y a otros, conspira a favor de los planes de la que fue llamada Guerra Chiquita. España lo expulsará nuevamente de Cuba.

No dejaría la lucha por su Patria. Batirá los obstáculos que se oponen a su independencia. Y los que ya levanta el imperialismo norteamericano.

Y es allá, en las entrañas del monstruo, donde ha ido preparando la asonada que esperaba fuese definitiva.

Lo primero sería lograr la unidad. La reclama a jóvenes y a combatientes veteranos, y pone su ánimo y su pluma, su gestión y todo el ardor de que es capaz su patriotismo ilimitado, en favor de esta unidad que abarca a blancos y negros, a ricos y pobres, aunque sabe que sus más firmes baluartes están entres los humildes.

Está pensando en esa unidad cuando crea, en 1892, el Partido Revolucionario Cubano y cuando funda el periódico Patria. En sus cartas, en sus viajes, va sentando la unión imprescindible.

Viaja a Santo Domingo a poner al tanto a Máximo Gómez de los planes, y a oírle. Va a Costa Rica donde lo escucharán y ganará otra anuencia y participación imprescindible, la de Antonio Maceo. Tiene junto a sí a otro veterano heroico, Serafín Sánchez.

Necesita recursos. Y a su palabra acuden los cubanos. —los tabaqueros, en primer lugar, pero también gente que tiene ahorros y aún riquezas pero no olvidan a Cuba. Su verbo encendido –Doctor Torrente le han llamado en América– logra vencer dificultades, suavizar oposiciones, limar obstinaciones.

Ha logrado comprar tres embarcaciones, el Amadís, el Lagonda y el vapor Baracoa.

Éstas irían hasta el puerto floridano de Fernandina donde recogerían las armas y municiones que allí habían sido asignadas Una vez cargadas, el Lagonda, el Amadís —nombre seguramente casual pero tan vinculado a la cultura hispana que parece anunciar que la guerra no es contra España– y el Baracoa, seguirían destinos distintos: uno a Costa Rica para llevar a Maceo, Crombet y otros patriotas, a Oriente. Otro, conduciría a Serafín Sánchez y a Carlos Roloff, hasta las Villas. El tercero, después de zarpar de Fernandina, iría a Santo Domingo y trasladaría a Martí y a Gómez hasta Camagüey. Además, en Cuba estaba dispuesto el alzamiento. Aunque España sospechaba e incluso se vigilaba y perseguía a Guillermo Moncada y a otros comprometidos, se contaba con el factor sorpresa al atacarse por tres lugares mientras en el interior del país se llevaban a cabo distintos alzamientos.

Sin embargo, quien debía cuidar el secreto en Fernandina, López de Queralta, veterano de la Guerra Grande, habló por imprudencia o traición: españoles y norteamericanos, alertados, hicieron fracasar el plan.

Fue el desastre mayor e inesperado. Centavo a centavo se había reunido lo necesario para llevar a cabo la invasión. En Cuba estaban los patriotas decididos; desde Masó, Moncada, Bandera, los Lora, hasta Juan Gualberto. Maceo y Gómez esperaban, en Costa Rica y Santo Domingo, respectivamente. Se habían enviado emisarios del Partido a favorecer la unidad de los revolucionarios y vincularlos al plan.

Todo se vino abajo.

Martí no se dejó vencer por la desgracia. Juntó lo que pudo, ajustó los planes, encargó al abogado Rubens la reclamación de lo ocupado por el gobierno norteamericano y encomendó otras tareas a Quesada antes de partir para Santo Domingo a reunirse con el General Gómez. Ya en enero obtuvo que se devolvieran las armas. Desde la Isla vecina y entrañable, continuaría el ajuste del plan a las nuevas dificultades.

En Cuba, según lo previsto, el alzamiento se produjo el 24 de febrero, fecha escogida por los combatientes: era domingo de Carnaval lo que facilitaba los movimientos. En realidad, el plan dio resultados plenos solo en Oriente, con múltiples levantamientos en Santiago, Manzanillo, Baire y otros puntos, aunque fallaron los distintos planes de Occidente y cayó prisionero Juan Gualberto Gómez.

Pero la Guerra estaba ya iniciada vigorosamente. En abril, tras un viaje azaroso, desembarcaron en Duaba, cerca de Baracoa, Maceo, Crombet y los hombres que integraban su expedición. Martí y Gómez lo harían por Playitas, al Sur de Oriente, el día 11. Hicieron en bote la última parte del viaje. La lluvia y las olas atacaban a los expedicionarios. Los remos pesaban. Al fin, salta a tierra. Está en Cuba. Escribe en su diario: "¡Dicha grande!". En Estados Unidos, Serafín Sánchez y sus compañeros logran venir con una expedición en Julio. El barco tendría un nombre al que todos hacen honor: José Martí.

La Guerra iniciada el 24 de febrero envolvería a todo el país. España, obligada primero a sacar a Valeriano Weyler, luego a inventar una "autonomía" que no tuvo efecto alguno sobre nuestro pueblo. Aunque los colonizadores continuaran en el país, sus tropas eran diezmadas por el machete, el desconcierto y las enfermedades. Indudablemente derrotada por las fuerzas mambisas, ya en 1898 peleando en todo el país, España estaba vencida de hecho cuando Estados Unidos decidió intervenir y frustrar nuestra Independencia. Precisamente lo que quiso evitar Martí. Se sentiría especialmente en ese momento, su ausencia y la de Maceo. Pero si Martí no se dejó achicar por la traición en Fernandina, Cuba sabría combatir hasta conquistar su verdadera independencia, por él prevista.

Importante lección de la Revolución martiana.

24 de febrero de 2007

Por: Antonio Álvarez Pitaluga*
Correo: digital@jrebelde.cip.cu

Una nueva lectura al proceso iniciado en 1895, ofrece una visión de cómo las fuerzas antirrevolucionarias fueron ganando terreno.

La revolución iniciada el 24 de febrero de 1895 es uno de los ejemplos históricos más importantes en Cuba sobre cómo fue destruido un proceso revolucionario de dentro hacia fuera. Todas las fuerzas opuestas a una radicalización de aquella insurrección popular se complotaron para reformular los objetivos por los cuales fue concebida. Y en buena medida lo lograron.

Los acontecimientos que condujeron a este suceso constituyen una lección que no debe olvidarse. Para conocerla partamos de un principio: comprender un hecho de tal magnitud no significa solo su interpretación histórica, es preciso analizarlo con el amplio horizonte de las ciencias sociales y, sobre todo, con espíritus filosófico y sociológico para entender cómo y con qué métodos fue desconstruido.

La Revolución tuvo dos etapas de concreción. La primera se Inició cuando José Martí le imprimió un nuevo impulso patriótico a las emigraciones cubanas de la Florida y Nueva York hasta llegar a la creación del Partido Revolucionario Cubano, el 10 de abril de 1892. Las Bases del Partido fueron el extremo de un puente ideológico que se extendía hasta alcanzar su otro extremo, el Manifiesto de Montecristi, firmado por él y Máximo Gómez el 25 de marzo de 1895, donde se cerró dicha etapa de organización y gestación.

RADICALIDAD IDEOLÓGICA

En estos años Martí terminó de codificar las claves de la nueva revolución: radicalidad ideológica nunca antes vista en Cuba y en América; liquidación de las viejas estructuras coloniales; creación de una sociedad de nuevo tipo, donde liberación nacional y revolución social eran bases de toda acción. Lo anterior impuso una verdad insoslayable; era necesario tomar el viejo poder con el cual la metrópoli ejercía la dominación, pero no para poseerlo o administrarlo, sino para trasformarlo hacia una nueva hegemonía revolucionaria. La revolución no fue en él punto de llegada, sino punto de partida por un inicio social.

Entre febrero y marzo de 95 se produjo la transición a la segunda etapa —la guerra— hasta su fin en abril de 1898. Sus principales hitos fueron los estallidos de febrero, los desembarcos de Maceo y Gómez-Martí (1 y 11 de abril), la reunión de La Mejorana (5 de mayo), la muerte del Maestro (19 de mayo), la asamblea de Jimaguayú (13-16 septiembre) y la invasión a occidente (octubre-95, enero-96). En 1896 se destacaron en la guerra nacional en oriente, centro y occidente, las caídas en combate de Juan Bruno Zayas (30 de junio), José Maceo (5 de julio), Serafín Sánchez (18 de noviembre), y la más sentida, la del Lugarteniente General del Ejército Libertador Antonio Maceo, el 7 de diciembre. Para todo 1897 la campaña de La Reforma de Gómez, la de Oriente de Calixto García y la nueva asamblea de La Yaya (octubre) dibujaron los principales acontecimientos. Con la intervención del gobierno de los Estados Unidos, en abril de 1898, la contienda tomó otros derroteros.

Mucho antes del comienzo, la burguesía azucarera cubana y otros sectores burgueses no dependientes del azúcar necesariamente (ejemplo, el Partido Autonomista), vieron con preocupación la joven conspiración. El fundamento ideológico de estas fuerzas antirrevolucionarias, «evolución sí, revolución no», corría grave peligro. Admitir la revolución era reconocer su propia liquidación histórica al desaparecer las deformadas estructuras económicas y sociopolíticas por las cuales existían. Al no poder impedir su inicio se plantearon un camino para abortarla y secuestrarla. Fue una fórmula sencilla pero destructora: penetrar en todas sus estructuras de dirección hasta reducir sus aspiraciones radicalizadoras a tímidas reformas después de la expulsión española. La prematura muerte de Martí fue un duro golpe para la asediada radicalidad, que a su vez facilitó el camino a tales fuerzas.

Para ello acudieron a la esencia misma de su ser, la racionalidad instrumental. Se trata de un proceso histórico que a través de enfoques filosóficos y sociológicos explica la mecánica de funcionamiento de la burguesía y la modernidad capitalista, a partir del siglo XVI aproximadamente, pero con antecedentes desde los tiempos antiguos de Atenas y Roma. Esta esencia fue convertida en estrategia para introducir las normas y códigos de la antigua sociedad colonial (burguesa) como freno ideológico contra la revolución. El método se basó en reproducir constantemente la hegemonía cultural y social del caduco régimen. Entonces dentro de aquella lucha hubo dos enfrentamientos, el armado entre los dos ejércitos contendientes y otro histórico-ideológico entre la radicalidad revolucionaria y la racionalidad instrumental. Las fuerzas antirrevolucionarias pretendieron reproducir el pasado y las fuerzas revolucionarias lucharon por la creación de un futuro.

DOS VÍAS PARA DESMONTAR LA INSURRECCIÓN

La burguesía y sus sectores dependientes acudieron a dos vías fundamentales para desmontar la insurrección; una de tipo evolutiva, donde se reproduciría inconscientemente el pasado en las mentalidades de los hacedores de la revolución desde sus vidas cotidianas en la manigua hasta la cultura artística creada en esa coyuntura. Ya Martí había previsto este crucial enfrentamiento mediante una transformación mental revolucionaria dentro de la guerra, pero su prematura desaparición dificultó la tarea.

La otra vía fue la activación de una estrategia para penetrar e influir todo lo posible en los órganos de dirección revolucionarios. En ellos lograron establecer a sus representantes, que deseaban la liberación de España (vieja metrópoli) para pasar a la influencia de otra, la norteamericana; rechazando a un mismo tiempo toda transformación social. Su cautelosa revolución la disfrazaron de intereses colectivos para darle un sentido popular. En Jimaguayú concibieron un Consejo de Gobierno (aparato legislativo) para arremeter contra los sectores populares ubicados fundamentalmente en el Ejército Libertador. A pesar de que se ha pretendido exonerar al Consejo como títere de la burguesía, fue tan protagonista del desmontaje como la propia burguesía.

Las fuerzas antirrevolucionarias fueron ganando terreno. En el Ejército Libertador se conformó un segmento de una oficialidad de proyección antimartiana. Otro tanto hicieron con el Partido Revolucionario Cubano que Tomás Estrada Palma, su delegado tras la muerte de Martí, distanció de los postulados del Apóstol. En La Yaya refrendaron jurídicamente en la constitución, al igual que en Jimaguayú, tal estrategia, apoyados por dos Consejos de Gobiernos (1895, 97).

La muerte de Maceo fue bien aprovechada por las fuerzas antimartianas, que al igual que esta dura pérdida tomaron muchos hechos de la revolución para construir durante el 95 y los años de la república neocolonial una corriente interpretativa de la contienda donde lo anecdótico y chismográfico restaba peso a los verdaderos argumentos de la radicalidad revolucionaria. Fueron imágenes que perduraron muchos años.

Así, pasiva y activamente, las fuerzas antirradicales dentro de la revolución crearon una estrategia de poder antimartiano que la fue distanciando de las aspiraciones de Martí; no solo en leyes y decretos que prohibieron o contrarrestaron los de las Bases del Partido y el Manifiesto de Montecristi, sino en la producción de los valores y códigos del pasado deformado y sin beneficios populares.

La Revolución de 1895 legó valiosas enseñanzas que llegan al presente: las fuerzas antirrevolucionarias tratarán siempre de reproducir su pasado a cualquier precio y de muchas formas, al estar atrapadas en el torbellino de la revolución; las viejas relaciones de poder harán lo mismo con las nuevas relaciones que simbolizan el tránsito a una nueva sociedad; la hegemonía cultural es pieza clave de una revolución, y quien la detente triunfará; es vital la transformación a una mentalidad revolucionaria antes, durante y después del triunfo.

La mayoría de la Generación del 95 quedó frustrada ante la pérdida de aquel urgente cambio revolucionario, pero entregó sus sueños y aspiraciones a las nuevas generaciones del siglo XX, que se encargaron de alcanzarlas. El 95 será por todos los tiempos un especial reservorio para el aprendizaje revolucionario.

*Máster en Ciencias y profesor de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana.

De donde crece la palma.

Sábado, 24 de febrero de 2007

ISABEL MARÍA PÉREZ GONZÁLEZ

Habrá muy pocos lectores a quienes no les resulten familiares aquellos versos del cantor: «Yo soy un hombre sincero, / de donde crece la palma, / y antes de morirme quiero / echar mis versos del alma». Es posible incluso que estos lectores, ahora, al recordarlos, sientan la calidez del corazón cubano que llega hasta nosotros en la voz de la canción popular. Lo que tal vez muchos de ellos no sepan es que esas palabras constituyen no sólo la confesión vital de un hombre honesto, sino que es además una declaración literaria, una poética sincera que nos legó en sus 'Versos sencillos', José Martí, la voz de la patria cubana. Porque si hay un país cuyos hijos todos respiran el aliento de un mismo hombre, ese país es Cuba. Y si hay un hombre que ha respirado el aliento todo de su patria, ese hombre es José Martí.

En efecto, Cuba entera -su suelo, su vuelo, sus hijos-, continúa alimentando los ecos de aquel hombre alzado desde el coraje de una tierra a la que él prestó su palabra. Y es que José Martí -el pensador, el activista- fue, de todos los libertadores, quien vislumbró con más clarividencia y honestidad cuál era el destino de su patria. En realidad la lucidez de Martí supo otear más allá del horizonte cubano y alcanzó el espacio de toda la América hispana -«nuestra América», como solía decir-, y más lejos aún, más lejos en el tiempo, pues sus ensayos han devenido en palabras visionarias de ese presente que hoy asfixia a la América nuestra, «nuestra» también aquí. Y es justo reconocer que José Martí no erró en sus previsiones acerca de los peligrosos designios imperialistas de los Estados Unidos, de los zarpazos de posibles dictaduras militaristas, o del germen violento que encierran las desigualdades sociales. Y lo gritó, en verso y prosa, con la honestidad de quien actúa desde la rigurosidad ética y la firme creencia en los valores indígenas secularmente amordazados por voluntad de la metrópolis y de la propia sociedad criolla.

Tal vez por eso, porque la voz del pensador, del activista, del héroe muerto por la libertad en el campo de batalla, sigue oyéndose viva, intacta y necesaria en toda «nuestra América», tal vez por eso, digo, hemos dejado de escuchar la voz íntima del poeta y la prosa del educador.

Porque es preciso recordar que José Martí fue el poeta cuyos versos preludiaron el movimiento modernista del Maestro Rubén Darío, aquella otra voz del hispanismo - «ínclitas razas ubérrimas / sangre de Hispania fecunda...» -, que se extendió hasta España. Y desde luego modernista es, de pleno derecho, el poder sensorial de la imaginería martiniana, esa misma que escuchamos en la voz del pueblo que la canta, porque así lo imaginó su poeta: «Mi verso es de un verde claro / y de un carmín encendido: / Mi verso es un ciervo herido / Que busca en el monte amparo».

Pero José Martí, también es preciso recordarlo, supo otear el horizonte de futuro esperanzador encerrado en el mundo infantil. Así lo vislumbró y lo materializó en cuentos y ensayos escritos para 'La Edad de oro', una revista mensual enteramente suya, dedicada a los niños de toda América. No logró esta revista la pervivencia que su creador habría deseado, pero sus contenidos constituyen hoy un excelente testimonio del sentido didáctico que guía a quien concibe la educación como instrumento de desarrollo integral y regeneración de los pueblos.

Y es a ese José Martí -poeta modernista y educador- a quien se quiere recuperar desde el diario HOY y la Consejería de Cultura a través del Plan de Fomento de la lectura. Es a ese José Martí, poeta y educador, a quien Extremadura puede y debe recuperar en la lectura del libro que acompañará al periódico el próximo domingo.

Consideran legado martiano imprescindible para el mundo.

ZARAGOZA.— Un grupo de relevantes intelectuales que integran el Consejo Mundial del Proyecto José Martí, reunido en la ciudad española de Zaragoza dio a conocer a la prensa este viernes un emotivo llamamiento que ratifica el valor del pensamiento martiano en la actual coyuntura internacional, según un despacho de Prensa Latina.

Tras un día de trabajo en la Universidad zaragozana, presidido por Armando Hart Dávalos, director de la Oficina del Programa Martiano, el Consejo Mundial del Proyecto José Martí de Solidaridad Internacional, emitió una Declaración en la que subraya la importancia del legado intelectual del Apóstol de la Independencia de Cuba, como referente ético y político para evitar catástrofes irreversibles en el planeta y para abrir el camino a soluciones que propicien un desarrollo sostenible y que integre los criterios ecológicos con los de justicia social y equidad a escala mundial.

El documento, después de su aprobación, fue dado a conocer a representantes de la prensa local por el ex Director General de la UNESCO y actual copresidente del Grupo de las Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones, doctor Federico Mayor Zaragoza.

En Argelia y en Italia los versos libres de Martí.

22-02-2007

Imeldo Álvarez García
Cubarte

La traducción y edición en Argelia y en Italia de los Versos Libres de José Martí, donde – en ambos países – el culto por la poesía proviene de culturas inmemoriales, constituye, sin duda, para argelinos, italianos y cubanos, un hecho de gran relevancia.

Fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la "guerra necesaria" contra la Metrópoli española, proclamado por los obreros patriotas de Tampa y Cayo Hueso como el Apóstol, Martí es considerado por los más calificados críticos e historiadores un genio político y un genio literario. Figura máxima de Nuestra América en el siglo XIX, dedicó su vida a la liberación de su patria, a la unidad latinoamericana y caribeña y a la dignidad del hombre a escala universal.

Gabriela Mistral, la gran poeta chilena, primer premio Nobel de Literatura de Latinoamérica que tan hondamente penetró en las letras y en los actos de Martí, lo llamó "el hombre más puro de nuestra raza", y el argentino Ezequiel Martínez Estrada, "uno de los espíritus más libres que ha conocido la historia", completando en el siglo XX lo que dijo Domingo Faustino Sarmiento en su tiempo, en el plano estético, después de leer en La Nación de Buenos Aires algunas de las crónicas enviadas por Martí desde Nueva York: "En español nada hay que se parezca a esta salida de bramidos de Martí, y después de Víctor Hugo nada presenta la Francia de esta resonancia de metal".

Nacido en La Habana el 28 de enero de 1853, de padres españoles (Leonor Pérez Cabrera, de Islas Canarias; Mariano Martí Navarro, de Valencia), Martí se formó en una factoría colonial sustentada en el trabajo esclavo y en el seno de una familia pobre y numerosa. (Mariano, inicialmente oficial de artillería, después celador de policía, y ya viejo, sastre. Doña Leonor, ama de casa. Después de Pepe, tuvieron siete hembras).

Dos poderosas fuerzas éticas y literarias confluyeron en la formación del carácter y la sensibilidad del joven Martí, además de la fragua familiar: el ejemplo y las ideas del Presbítero Félix Varela y Morales ("quien nos enseñó primero a pensar"), más el crisol intelectual y afectivo del educador José de la Luz y Caballero ("a quien llamaría el padre amoroso del alma cubana"), y la lectura copiosa de poetas cubanos, sobre todo de José María Heredia, de quien recibe el resplandor épico, y de Rafael María de Mendive, su maestro en el Colegio San Pablo, que lo acogió en su casa y le trasmitió – con dulzura piadosa – los conceptos de patria y libertad que otras figuras le proporcionaron en variadas formas.

Al producirse el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes en la Demajagua, el 10 de octubre de 1868, el joven estudiante que ha madurado en las confrontaciones habaneras y reflexionando acerca de lo que ocurre en su patria y en las Cortes Españolas, toma partido por Yara frente a Madrid. En la pieza teatral Abdala pone en labios del personaje principal:

El amor, madre, a la patria,
No es el amor ridículo a la tierra,
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas:
Es el odio invencible a quien la oprime,
Es el rencor eterno a quien la ataca.

Un condiscípulo del Colegio San Pablo se alista en el Ejército de España y su amigo Fermín Valdés Domínguez y él le escriben una carta en la que lo llaman apóstata y al ser descubierto el documento ambos son acusados de "infidencias". Martí, ante el tribunal que lo juzga, asume toda la responsabilidad y es condenado a 6 años de presidio, donde trabaja 12 horas diarias en las Canteras de San Lázaro, con grillete al pie. Su vida cambia radicalmente.

En lo adelante, ya no serán los conflictos familiares ni las experiencias junto a sus compañeros de estudio. Al ser deportado a España publica en Madrid El presidio político en Cuba (1870), fecha que marca el surgimiento de un poderoso creador artístico y de un excepcional combatiente. Su ulterior proceso vital hasta el momento en que escribe los Versos libres, exige la secuencia biográfica que no incluimos.

El acercamiento al cual invitamos a los lectores no se referirá in-extenso ni de manera académica a la metatextualidad explícita o expresa de Versos libres. Para un conocimiento pormenorizado, multidisciplinario, grato a los lingüistas o profesores universitarios no vacilamos en recomendar la lectura de la Edición Crítica de la Poesía Completa de José Martí realizada en el Centro de Estudios Martianos por Cintio Vitier, Fina García Marruz y Emilio de Armas, publicada en 1993 por la Editorial Letras Cubanas. Hemos pensado en una aproximación popular, de carácter panorámico que promueva en la masa de lectores el deseo de explorar de manera más amplia y detenida las profundas vetas de este libro extraordinario.

El poeta, narrador y ensayista Cintio Vitier sostiene que hasta José Martí se podía hablar de los poetas cubanos ateniéndonos, únicamente a sus versos, y aún haciendo exclusión de sus producciones dramáticas o novelescas, pero con Martí no será posible porque la poesía invade toda su palabra, ya que en él es, no lirismo profesional, sino creación poética en el más vasto sentido. (La poesía está igualmente en sus crónicas, discursos, cartas, cuadernos de trabajo, diarios, apuntes).

Eugenio Florit, en sus Notas sobre la poesía en Martí, afirmó en 1952 que "desde el Ismaelillo hasta los Versos sencillos, desde los Versos libres hasta cualquier dedicatoria de retrato escrita a vuela pluma por el poeta, los hallazgos de imágenes que hacen de él – que hago yo de él – el primero de nuestros poetas, de igual modo que es el primero de nuestros prosistas".

El pensamiento de Martí para Fina García Marruz "es como un órgano en que no hay nota aislada que no levante una cadena de resonancia. Es por ello que va haciendo hora de verlo en su integralidad". Y sugiere Fina García Marruz que el que haya estudiado los Versos libres se da cuenta de que el proceso de depuración de los futuros Versos sencillos empezó en la búsqueda del verso natural, no obstante la diferencia.

Los primeros en valorar en su justa grandeza los Versos libres fueron Rubén Darío y Miguel de Unamuno. El autor de Del sentimiento trágico de la vida, comparó los Versos libres con los poemas de Whitman, de quien Martí dijo que eran grandes e irregulares como montañas. Versos libres es considerada la producción más importante de Martí desde el punto de vista de la innovación poética por su inspirada escritura y vuelo transgresor.

Se trata de un libro formado por 43 poemas "endecasílabos hirsutos" una revelación, ya que – al decir de Unamuno – "no hay en ellos más freno que el ritmo del endecasílabo, el más libre, el más variado y proteico que hay en nuestra lengua, y más que un freno, es una espuela ese ritmo, una espuela para un pensamiento ya de suyo desbocado". Juan Marinello, el autor de Martí, escritor americano, que tantas páginas escribió sobre el mártir de Dos Ríos, dijo: "los Versos libres son, sin duda, lo más martiano de Martí".

Al Margen de los manuscritos con lápiz, anotó Martí: "a los veinticinco años de mi vida escribí estos versos; hoy tengo cuarenta, se ha de escribir viviendo, con la expresión sincera del pensamiento libre, para renovar la forma poética".

Los poemas fueron escritos entre 1878 y 1882, de los 25 a los 30 años, etapa en que Martí vive profundos conflictos de relieve singulares en el curso de su constante búsqueda para encauzar su acción, en la escritura y en la misión política y espiritual que se impuso. Nunca "el más universal de los cubanos" – al decir de Fidel Castro en histórico discurso – logró darle término a este proyecto, aunque para entender al poeta y al hombre el lector debe leer el prólogo que le hizo:

Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestado. Mientras no pude encerrar íntegras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones: ¡Oh, cuánto áureo amigo que ya nunca ha vuelto! Pero la poesía tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé, pero no quiero. Así como cada hombre trae su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje. Amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava. El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el sol, se rompe en alas.

Glosando criterios de estudiosos de los Versos libres que desde 1913 – cuando fueron editados en plena semicolonia – no se ha cesado en su valoración, se puede hablar de símbolos universales que todos advierten en estas páginas, símbolos de indudable imantación y teluricidad: estrella, yugo, hierro, águila. Martí es un poeta erguido por la rebeldía que asoma con honradez en el bronco tono de versos sin rima, sin consonancia, sueltos en los contrastes, pero ricos en destellos autobiográficos. El mexicano Andrés Iduarte señala que en Versos libres "hay dos agonías a flote: la vida pública y heroica y la vida privada ya definitivamente rota y angustiada".

Midiendo fuerzas con la tradición crítica, Caridad Atencio Mendoza nos acaba de entregar Circulaciones al libro póstumo, una aproximación al poemario martiano, fijando su atención "en aquellos aspectos que estimo han sido insuficientemente visitados, como los referentes al estilo del libro y los márgenes de despliegue de más de un elemento de poética en este".

El aporte de esta poeta y ensayista – investigadora del Centro de Estudios Martianos – nos está subrayando el interés académico de los críticos y la recepción de la poesía de José Martí en las nuevas generaciones de cubanos. Para ella es más profundo el arrobamiento ante el poemario martiano que el grado de desconfianza por una obra trunca trascendente en los marcos del modernismo hispanoamericano, con respecto al resto de las obras de los poetas pertenecientes a este movimiento.

"Al componer versos – dice Caridad Atencio –, el poeta no contempla solo el poema, sino que también se observa a sí mismo", por eso "la condición de Versos libres como iniciador de la poesía moderna en Cuba y de Martí como figura de la modernidad literaria, se convirtió en uno de los temas más importantes y debatidos en los medio académicos y culturales de Cuba e Hispanoamérica".

En su vigoroso libro "Nuestra América": Cien Años y otros acercamientos a Martí, Roberto Fernández Retamar, con la aguda mirada de crítico, ensayista y poeta, nos dice que no debemos olvidar que para Martí los hombres naturales han vencido en Nuestra América a los letrados artificiales.

Pensamos que aquí está la raíz y el vuelo de los Versos libres, que son brotes urbanos, reflejos de la gran ciudad, como los salmos de Whitman, porque expresan de forma natural lo que se relacionaba con las visiones vistas por el poeta. Martí estudió y escribió en los Estados Unidos sobre el movimiento obrero y el paso del capitalismo premonopolista al capitalismo monopolista e imperialista de aquella nación, y como aclara, tan significativamente Fina García Marruz, lo exterior no es lo externo, la poesía está buscando una exterioridad mucho más profunda, pues las cosas que nos rodean están en relación con nosotros, ligadas indisolublemente a nuestra vida o a nuestra muerte, pero no podemos imaginar algo que no esté fuera de su relación con nosotros.
Fidel Castro ha dicho que Martí es y será guía eterno y que su legado no caducará jamás. En la presentación de la Edición Crítica de las Obras Completas que edita el Centro de Estudios Martianos, ha subrayado que "en la medida que avanzamos hacia el porvenir se agranda la fuerza inspiradora de su espíritu revolucionario, de sus sentimientos de solidaridad hacia los demás pueblos, de sus principios morales profundamente humanos y justicieros".

Cuando Martí se enamoró de Uruapan.

Viernes 23 de Febrero de 2007

Grecia Ponce/Cambio de Michoacán

Hoy presentarán en Uruapan el texto José Martí, Manuel Mercado y Manuel Ocaranza: Apuntes de una amistad.

Periodista, escritor y patriota; poeta y guerrero, el padre de la Independencia Cubana, José Martí nunca estuvo en Uruapan, pero se enamoró de esta ciudad hija del Río Cupatitzio a través de dos de sus mejores productos: dos estupendos uruapenses, Manuel Mercado y Manuel Ocaranza, y el perfumado café; bebida para la cual sólo tuvo elogios y versos.

Así lo redescubrió el historiador y catedrático Henoc Pedraza Ortiz, en su investigación titulada José Martí, Manuel Mercado y Manuel Ocaranza: Apuntes de una amistad, quien le adelantó en exclusiva a Cambio de Michoacán los descubrimientos que hará públicos hoy.

Las revelaciones giran en torno a una amistad entre Uruapan y Cuba, simbolizada a través de Mercado, el político; Ocaranza, el pintor, y Martí, quien murió batallando por liberar a su patria del yugo español.

Henoc Pedraza, junto a la cubana Ana Sánchez, los mexicanos María Teresa Cortés, Mario Alberto Nájera, Alfonso Herrera, Antonio Martínez y los uruapenses José Hurtado Mendoza y Héctor Ceballos Garibay, disertarán durante todo este viernes en torno a la vida, obra y legado de José Martí, durante un simposio con motivo del aniversario número 154 del nacimiento del autor de Versos sencillos.

De las 12:00 a las 14:00 las disertaciones se desarrollarán en el Parque Nacional Barranca del Cupatitzio, mientras que de las 16:00 a las 19:00 horas las reflexiones e ideas circularán en el salón Los Azulejos, del Motel Pie de la Sierra.

Cultivó una rosa blanca

De acuerdo a Henoc Pedraza, el liberal republicano Manuel Mercado, michoacano que llegó a ser subsecretario de Gobernación en el gobierno federal, vivía en el centro de la ciudad y era vecino de don Mariano Martí, un sastre con tres hijas, que procreó un niño que se convertiría en libertador.

El pintor uruapense Manuel Ocaranza vivía con la familia Mercado y sólo la muerte evitó que se casara con Ana Martí, quien murió mientras el primero estaba becado en Europa. Era el año de 1875.

El periodista

«Por su parte, José Martí llega a México a los 22 años, proveniente de Nueva York el 20 de febrero de 1875, y es recibido en la estación de ferrocarril por su padre don Mariano y su buen amigo Manuel Mercado, en ese año subsecretario de Gobernación» de Porfirio Díaz, evocó Henoc Pedraza.

«A los pocos días, sabiendo Mercado de la gran preparación política, filosófica y cultural del joven Martí, que ya había terminado las Licenciaturas de Derecho y Filosofía y Letras en Zaragoza, le consigue empleo primero en el periódico El Federalista, como corrector de pruebas y después en la Revista universal, de la cual era director el Coronel José Vicente Villada -el que se salvó de ser fusilado horas antes del 21 de octubre de 1865, sacrificio que se conoce en la historia nacional como de los Mártires de Uruapan-, que después fue general y gobernador del Estado de México por ocho años».

«Era un diario de política, literatura y comercio, centro fundamental de los trabajos que ahí publicaban los liberales y literatos mexicanos, como Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Manual Ignacio Altamirano, Eduardo Ruiz, Juan de Dios Peza, Justo Sierra, y otros, con los cuales establece una buena amistad y relaciones políticas.

«Además se vincula intelectualmente con Liceo Hidalgo y la Sociedad Gorostiza, escribe y estrena en el teatro principal de la Ciudad de México la obra Amor con amor se paga».

En el diario Martí realizó las más variadas actividades: fue gacetillero, boletinista, editorialista, cronista parlamentario, cronista teatral, crítico de arte, y hasta se dio el tiempo necesario para escribir poemas de acuerdo con la escuela romántica del momento. Escribía con el pseudónimo de Orestes».

«Por supuesto, es a partir de febrero de 1875 cuando Martí entablaba una gran amistad y relación personal con Manuel Ocaranza, al cual visita en varias ocasiones en su estudio y es testigo de su boda con Carmen Zayas el 20 de diciembre de 1877».

Cuadro de cabecera

La mutua amistad y admiración entre Ocaranza y Martí se ejemplifica con el hecho de que el segundo llevaba a donde quiera que iba un bosquejo de Chapultepec hecho por el primero. José Martí incluso llegó a recomendarle a través de Mercado: «Estoy seguro de que Manuel Ocaranza no se ha puesto aún en contacto con ninguna casa de Nueva Cork. Él debía pintar, empaquetar e irse».

La muerte de Ocaranza el 2 de junio de 1882 separa a este par, pero parece ser que fortalece los lazos entre el cubano y Manuel Mercado.

«Y en una carta desde Nueva York, fechada el 26 de Julio de 1885, Martí le dice a Mercado refiriéndose a Uruapan: «Siempre que oigo decir Uruapan, me parece que oigo hablar del país en que estuve o cosa que fue mía. Yo daría algo que valiese la pena por tener cerca de mí un paisaje de Uruapan: un río cargado de frutas, monte espeso como esmeraldas húmedas, una tasa de café, cielo puro». Y en otra carta Martí escribe lo siguiente sobre el café de Uruapan: «Día ha de llegar en que pueda yo dar un salto a México y con una taza de café de Uruapan quedará sometida la mala fortuna».

Así fue la relación de José Martí con Uruapan, una tierra de la cual las personas se enamoran antes de conocerla y hasta aun sin conocerla.

domingo, 11 de febrero de 2007

José Martí en Santo Domingo.

Publicado el 02-10-2007

Diario Las Americas
Por Guillermo Cabrera Leiva

Hoy hojeo el libro que escribió Emilio Rodríguez Demorizi en 1953, para conmemorar el centenario de José Martí. Es un grueso volumen de 621 páginas, impreso en La Habana, en que el autor dominicano vuelca su amplísima información sobre el Apóstol, y detalla con primoroso cuidado los viajes de Martí a la República Dominicana, sus contactos, sus recorridos, sus trabajos con Máximo Gómez, sus cartas desde Santo Domingo a los cubanos del destierro y a sus numerosas amistades en los Estados Unidos y en México.

Leer este libro es meterse en lo más nutrido del quehacer revolucionario de Martí, porque fue en Santo Domingo donde el Apóstol desplegó la extraordinaria e intensa tarea preparatoria de su marcha a Cuba, donde recibió acogida de hermanos, donde buscó recursos y junto con Máximo Gómez preparó y firmó importantes documentos para la nueva república en ciernes, y de donde partió hacia su destino final.

Rodríguez Demorizi es un historiador de muchos méritos. Se le considera el más prolífico de los escritores dominicanos, con más de cien libros publicados e incontables artículos y ensayos en diarios y revistas dominicanos y de otros países del continente.

Este libro comienza describiendo los tres viajes de Martí a Santo Domingo, comenzando por el primero en 1891, para hablar con Máximo Gómez, a quien no veía desde la malograda entrevista de 1884 en Nueva York, en la que Martí no aceptó el papel de ciego subordinado al jefe mambí por considerar que había que fundar la república sobre bases democráticas y no sobre órdenes de caudillos militares, por muy patriotas que estos fuesen.

Esos tres viajes quedan registrados en este libro con amplios detalles del quehacer de Martí en tierras dominicanas. Constituyen por sí solos una historia detallada del ambiente que prevalecía en aquella nación antillana, presidida entonces por Ulises Heureaux, más conocido por Lilís, quien facilitó ayuda indispensable a Martí y a Gómez en sus planes revolucionarios. Y son al mismo tiempo el más rendido homenaje a la patria de Duarte y Luperón, por la hospitalidad y el estímulo recibido por el insigne viajero.

El libro ofrece, seguidamente, un capítulo dedicado a las páginas dominicanas de Martí. En él se reproducen artículos, cartas y mensajes escritos en Sano Domingo, así como páginas de un diario, pleno de color, de la vida campesina dominicana, escritas en febrero y marzo de 1895, durante una de las estadías de Martí en tierras dominicanas. Rodríguez Demorizi considera estos apuntes “lo más bello que se ha escrito en el género en las Antillas”

Luego siguen muchas páginas dedicadas a dominicanos que conoció Martí y a dominicanos que conocieron a Martí, porque tan interesantes son las muestras de admiración y cariño de los dominicanos hacia el Maestro, que las pruebas de simpatía y honda estimación de éste hacia sus hermanos de Quisqueya.

Martí en Santo Domingo es una obra extraordinaria de minuciosa exposición del paso de Martí por aquellas tierras.

Rodríguez Demorizi, al escribir este libro, lo hizo con la devoción de un discípulo hacia su mentor. En una de las páginas iniciales expresa lo siguiente:

“Grande es nuestra deuda a Martí: grande por la vigencia de su doctrina, válida para todo hispanoamericano, y grande por haber contribuido decisivamente a darnos la gloria de que un dominicano fuese el Libertador de su isla hermana. Si por la obra de Máximo Gómez y por la sangre dominicana derramada en la manigua cubana es grande nuestro fraternal orgullo, más lo es y deberá serlo siempre por la unánime y fervorosa adhesión de todo el pueblo dominicano a la causa de la libertad de Cuba”.

El libro lo encabeza un pensamiento de Martí, escrito en Montecristi en marzo de 1895: “Yo obedezco, y aún diré que acepto como superior dispensación, y como ley americana, la necesidad feliz de partir, al amparo de Santo Domingo, para la guerra de libertad de Cuba”.

viernes, 9 de febrero de 2007

Un documento inédito.

viernes 9 de febrero de 2007

Maydelis Gómez Samón,(estudiante de Periodismo)

A 130 años de la estancia “ilegal” de Martí en La Habana.

Ya no son solo las cartas a Manuel Mercado las que demuestran que José Martí permaneció "ilegalmente" en La Habana entre el 6 de enero y el 24 de febrero de 1877. Ahora también lo corrobora su firma en el testamento del padre de Fermín Valdés Domínguez, fechado el 8 de febrero de 1877.

EL PORQUÉ DE SU VIAJE

En 1876 la familia Martí-Pérez decide residir en México al ver que su hijo no puede regresar a Cuba por su condición de deportado; pero el clima de la capital azteca, marcado por la altura de la meseta no favorece la salud de las hermanas del Apóstol.

Mariana Matilde, a la que todos llaman cariñosamente Ana, muere recién llegada a la ciudad, y Antonia, con 12 años, se encuentra gravemente enferma. Debido a la precaria economía de la familia solo puede viajar a La Habana doña Leonor con la pequeña Antonia, y tienen que permanecer en México don Mariano y otras dos hijas, Carmen y Amelia.

Martí no soporta ver a su familia separada y decide como única alternativa viajar a La Habana a recaudar 200 pesos oro para reunificar a los suyos. A este viaje se oponen sus familiares y amigos; incluso el padre de su novia, Francisco Zayas Bazán, quien le ofrece el dinero necesario para embarcar al resto de la familia para Cuba. Con dignidad y delicadeza rechaza Martí el ofrecimiento, para evitar las deudas de gratitud con un hombre que no lo valora digno de su hija y que se ha opuesto al compromiso de ambos, dada la situación económica del novio.

En la madrugada del 2 de enero sale rumbo a Cuba en el vapor Ebro, horas antes escribe a Manuel Mercado:

"Está la suerte desafiada, y pronto estará probablemente vencida:-voy al fin a La Habana, con documentos correctamente legales, y nombre de Julián Pérez, segundos nombres míos, con lo que me parece que me hago a mi mismo una menor traición (... )"

Más adelante explica los objetivos de su viaje:

"(... ) Es necesario darle ropa que las cubra, y buena vida que vivir; preparar su salida, colocar a mi padre, emprender este risueño y favorecido viaje a Guatemala: si todo eso logro, bien venido sean los riesgos graves de una prisión probable (... )

"(... ) Podría ser que yo cayese preso, pero no estaría constantemente incomunicado, y el viaje de ellas, comprado con mi libertad, ya que tanto han sufrido por mi culpa; siempre se haría (... )"
El 6 de enero llega a Cuba, lo esperan en el muelle, su madre, su hermana Antonia y su cuñado Manuel García, esposo de Leonor (La Chata), en cuya casa se alojó.

A Mercado le cuenta:
"Llegué a La Habana, y corrí riesgo; pero el bien que en una parte se siembra, es semilla que en todas partes fructifica; uno de mis viejos y paternales amigos de España ocupa aquí una alta situación y su afecto me ha salvado de un peligro que de otro modo hubiera sido grave (... )"
Se refleja en esta y en otras dos cartas que envía al amigo desde su ciudad natal, la gran dificultad que afronta para reunir el dinero necesario para el viaje de su padre y hermanas, así como para alquilarles una casa propia y arreglar de alguna forma el destino de su familia.

¿DE DÓNDE OBTENER ESTE DINERO?

En La Habana tenía un solo lugar al que acudir, un lugar donde fue siempre un hijo y hermano, y en el que siempre encontró las puertas abiertas: el hogar de la familia Domínguez. Allí, en Industria y San Miguel, vive el noble José Mariano Domínguez Salvajauregui con sus hijos adoptivos, Eusebio y Fermín Valdés Domínguez, médico uno y abogado el otro.

Sabemos de su presencia entre los Domínguez, durante aquellos días habaneros en los que les cuenta sus planes de ir a Guatemala, sus sueños de casarse con Carmen, el dolor de ver a su familia dispersa, pobre y enferma, la necesidad de traer sosiego a esos dignos ancianos y a sus jóvenes hermanas; aquellos días en los que leyó el borrador de su drama "Adúltera" a los presentes en la casona de Industria y San Miguel.

Si a alguien podía acudir con confianza para obtener la necesaria ayuda monetaria, era a estos amigos.

LA FIRMA DEL TESTAMENTO

El 8 de febrero de 1877 José Mariano Domínguez, con 80 años, firma su testamento, en él fungen como testigos Romualdo Belmontes, José Miguel Pérez, Andrés Masón y José Martí.

Este documento, hasta donde sabemos inédito, constituye una importante pieza para el estudio de la figura de Fermín Valdés Domínguez, por los datos que aporta para esclarecer su origen y desarrollo familiar. El manuscrito consta de 14 páginas y se encuentra en el Archivo Nacional de Cuba.

Pero si importante de por sí ya era, su valor se acrecienta ante la certidumbre de la firma de José Martí avalando como testigo, las palabras del padre de su mejor amigo.

(Agradecimiento a Ramón Guerra Díaz, historiador de la Casa Natal de José Martí).

sábado, 3 de febrero de 2007

La Argentina en José Martí

Sábado 3 de febrero de 2007. Año 11 / Número 34

Raúl Rodríguez La O

La Argentina en José MartíLuego de varios años de investigaciones en Cuba y en la República Argentina donde pude consultar en el Archivo del diario La Nación, de Buenos Aires, todos los artículos originales escritos por José Martí para ese órgano de prensa durante los años de 1882 hasta 1891 y entre los cuales descubrí algunos que no aparecen registrados en los veinte y ocho tomos de sus Obras completas y otros con pequeñas modificaciones, escribí un libro de 244 páginas titulado La Argentina en José Martí, publicado en 1997, por la Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina.

Aunque parezca imposible debido al profundo conocimiento que tenía sobre la Argentina y las relaciones de amistad con prestigiosas personalidades de la cultura, la diplomacia y la política de ese país hay que decir que José Martí nunca la visitó a pesar de haber recibido una invitación del diario La Nación y que, según él mismo relató en carta del 20 de octubre de 1887 a su amigo uruguayo Enrique Estrázulas, no pudo aceptar por sus responsabilidades con la causa independentista de Cuba: "La Nación me manda a buscar de Buenos Aires: claro está que no puedo ir, con mi tierra sufriendo a la puerta, que algún día pueda tal vez necesitarme" (...).

Al desaparecer La Nación Argentina, el 31 de diciembre de 1869, surgió su continuador, el diario La Nación, de Buenos Aires, fundado por Bartolomé Mitre, en cuya primera edición del domingo 4 de enero de 1870 puede leerse un editorial titulado "Nuevos horizontes", en el cual se afirma que La Nación Argentina era un puesto de combate y La Nación sería una tribuna de doctrina.

Si alguien cumplió con ese lema, no obstante algunas limitaciones de censura impuestas al inicio por la dirección del diario, fue precisamente José Martí. Ahora bien, ¿cómo, cuándo y en qué circunstancias se produjo su vinculación con esa publicación bonaerense?

Según nuestras indagaciones, y coincidiendo con las opiniones de otros autores, todo parece indicar que el señor Carlos Carranza, amigo suyo y Cónsul argentino en Nueva York, lo puso en contacto con la dirección del diario. Además Carranza era propietario de la casa comercial Carlos Carranza and Company, en cuyas oficinas trabajaba Martí en el primer lustro de la década de 1880.

La primera crónica publicada por Martí en ese diario está fechada en Nueva York, el 15 de julio de 1882, y aparece en la edición del miércoles 13 de septiembre. Es la única de ese año y trata sobre la ejecución de Charles J. Guitteau, asesino del presidente de Estados Unidos, James Abraham Garfiel, y otros problemas sociales y políticos de la sociedad norteamericana.

En aquella época, Argentina dependía más económica y políticamente de Inglaterra que de Estados Unidos; se sentía el mensaje civilizador de Alberdi y Sarmiento, y por muchas razones resultaba muy conveniente que estuviera al tanto de cuanto sucedía en la república norteamericana. Eso tal vez permita explicar la decisión del diario de, conociendo el prestigio intelectual de Martí y sus grandes cualidades como periodista, nombrarlo como su corresponsal en Nueva York.

Claro está que esa primera crónica fue censurada en algunas de sus partes, porque a la dirección del diario le pareció demasiado radical y así se lo hizo saber al autor el señor Bartolomé Mitre y Vedia (hijo), en carta fechada en Buenos Aires, el 26 de septiembre de 1882, la cual ha suscitado muchas opiniones. A mi entender, fue franco al exponerle las ideas de la dirección del diario y seguir publicando todas sus posteriores crónicas sobre Estados Unidos, así como otros temas que él considerara de interés para Argentina. De esa manera se mantuvo como corresponsal hasta el 20 de mayo de 1891, cuando apareció en La Nación su última crónica, fechada en Nueva York, el 26 de marzo de igual año y también referida como la primera al asesinato esta vez de italianos en cuyo titular podemos leer lo siguiente: "Estados Unidos de América. El asesinato de los italianos.—Las escenas de Nueva Orleans.—Los antecedentes y el proceso.—La Mafia y la política local.—El asalto a la cárcel.—La reunión, la marcha, los muertos."

En honor a la verdad y haciendo justicia siempre habrá que agradecer a La Nación, de Buenos Aires, y por ende a los Mitre, haber permitido al Héroe Nacional de Cuba la publicación de todas esas cartas que, junto con las publicadas en La Opinión Nacional, de Caracas (1881-1882), y El Partido Liberal, de México (1886-1892), constituyen una exhaustiva y valiosa fuente de información, conocimiento y análisis crítico de la sociedad norteamericana en el periodo inicial de la fase superior capitalista en ese país.

La remuneración por sus colaboraciones con La Nación, la destinaba a ayudar económicamente a la madre, doña Leonor Pérez, como confesara en carta del 13 de noviembre de 1885 a su íntimo amigo mexicano Manuel Mercado: "Trabajo para un gran diario de Buenos Aires; pero ese sueldo va a mamá".

Martí amó entrañablemente a la Argentina como al resto de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños. Estaba al tanto de todo lo que en dichas tierras sucedía.

Pero no solamente escribió con amor y profundidad de conocimientos en defensa de la Argentina, dando a conocer sus grandes valores humanos y riquezas materiales y espirituales, sino que además mantuvo relaciones de amistad con excelentes personalidades de ese país como los ex presidentes Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña a quienes conoció en la Conferencia Internacional Panamericana de Washington, celebrada en Estados Unidos desde octubre de 1889 hasta abril de 1890 , así como Vicente G. Quesada, Miguel Tedín, Carlos Aldao y Carlos Carranza.

En sus escritos podemos encontrar referencias y menciones a figuras argentinas de relevancia nacional e internacional como Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Juan Bautista Alberdi, Manuel Belgrano, Juan Martín Pueyrredón, Justo José de Urquiza, Bernardino Rivadavia, Juan Manuel Ortiz de Rosas y el poeta Víctor Olegario Andrade, entre otros.

Su amor y lealtad hacia los pueblos latinoamericanos y la forma en que siempre los defendió, en especial durante la ya mencionada Conferencia Internacional Panamericana de Washington, según puede confirmarse en las crónicas publicadas en La Nación, así como sus excelentes relaciones con la delegación argentina participante en ese evento y presidida por Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña, constituyeron aval suficiente para que el gobierno de la República Argentina, dando prueba de confianza y reconocimiento de sus capacidades y méritos personales, decidiera nombrarlo Cónsul en Nueva York, mediante decreto presidencial del 24 de julio de 1890. En dicho cargo permaneció de manera brillante y leal a la Argentina hasta octubre de 1891 cuando renunció para no crearle problemas a dicho país por sus actividades revolucionarias y patrióticas contra España y dedicarse así por completo a la preparación de la tercera y última guerra por la independencia de Cuba. En su carta de renuncia, dirigida a Vicente G. Quesada, ministro de Argentina en Washington, fechada el 17 de octubre, diría para justificar su decisión:

"Tengo la honra de dirigirme a V. E. para ratificar, en testimonio de mi respeto y agradecimiento a la República Argentina, la renuncia del cargo de Cónsul argentino, en esta ciudad que ansioso de evitar comentario alguno contra aquel agradecimiento y respeto, envié a V. E. por el telégrafo el día 11.

Como el premio más honroso a mi cariño vigilante por los pueblos de mi raza en América, recibí y procuré justificar en su desempeño, el nombramiento, ni directa ni indirectamente solicitado, y por eso mismo más halagador, de Cónsul argentino en Nueva York. Pero se me dice que un periódico español en esta ciudad ha publicado un artículo en que intenta hallar incompatibilidad entre mi nacimiento de cubano, que me obliga a luchar para obtener para mi patria lo mismo que los padres de la patria argentina obtuvieron a su hora para su país,-- y mi carácter de Cónsul de la República en Nueva York. Y como añade el periódico, a lo que se me dice, que pudiera mi permanencia en este puesto provocar un conflicto entre el país que me honró con él y la monarquía de la Península, ni por un momento puedo consentir en continuar, por honrosa que ella me sea, en una situación por donde viniera yo a pagar con una controversia ingrata una distinción de tanto valer para mí, que contará siempre entre las más caras y lisonjeras de mi vida.

Ruego a V. E. se sirva ordenar al Sr. Vicecónsul, se haga cargo del Consulado que renuncio, y creer que si en mi persona desaparece el Cónsul argentino en Nueva York, queda en mí siempre para la República Argentina, un hijo agradecido.

Saludo a V.E. con el testimonio de mi más alta consideración.

José Martí"

viernes, 2 de febrero de 2007

Presentan libro sobre presencia de Marx en legado de Martí.

Reproduzco esta noticia porque de alguna manera reafirma, por boca de los propios dirigentes cubanos, la denuncia que he hecho en varios momentos en el sentido que desde el gobierno cubano se organiza la realización de investigaciones y de publicaciones que apunten hacia un pretendido acercamiento de Martí hacia el pensamiento marxista.


15 de Enero, 2007

Por: Ileana Medina Amaro

La Habana (AIN).- "Camino a la alto", libro que compila textos de 15 intelectuales de la Isla sobre la presencia marxista en el legado revolucionario de José Martí, Héroe Nacional de Cuba, fue presentado hoy en esta capital.

La Editorial Ciencias Sociales y la revista Marx Ahora fueron los patrocinadores de ese proyecto literario, en el cual los trabajos incluidos tienen como eje la reflexión desde diferentes épocas y conceptos sociales sobre la voluntad del pensamiento martiano en la necesidad y urgencia de cambiar el mundo.

El texto, al cual se le adiciona el subtítulo Aproximaciones marxistas a Martí, reúne análisis sobre este tema de Carlos Baliño, fundador del Partido Revolucionario Cubano, de Julio Antonio Mella, precursor de la Universidad Popular José Martí y de Emilio Roig de Leuchsenring, creador de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, entre otros intelectuales.

Graziella Pogolotti, Premio Nacional de Literatura de Cuba 2005, fue la presentadora de esta compilación, libro al cual definió como punto necesario para entretejer la historia y el pensamiento, este último como fuerza sobre la realidad y las circunstancias sociales, económicas y políticas.

Armando Hart, director de la Oficina del Programa Martiano, fue una de las personalidades presentes en esta cita que tuvo como sede el Centro de Estudios Martianos, de esta ciudad, y que sirvió, además, para recordar a la heroína Celia Sánchez Manduley, flor auctótona de la Revolución, en el aniversario 27 de su fallecimiento, el 11 de enero de 1980.

Fuente: AIN

Del pensamiento martiano: Ciencia para la justicia.

29 de Enero, 2007

Por: Ismael Clark Arxer

Cubarte.- Impresionado por lo promisorio de los avances tecnológicos cuya constante irrupción presenciaba en la sociedad norteamericana que le servía de transitorio abrigo, José Martí escribió: “día llegará en que pueda llevar consigo el hombre, como hoy el tiempo en el reloj, la luz, el calor, y la fuerza en algún aparato diminuto.”

Desde que esa visionaria frase fuera enunciada, el “contenido científico” de las tecnologías comunes ha continuado creciendo de forma incesante hasta muy cerca de un 100%. Los procedimientos y técnicas de base empírica han sido sustituidos o cuentan con rivales establecidos, que tienen por base el conocimiento científico alcanzado.

Al decir del eminente historiador marxista de la ciencia John D. Bernal, aquel último tercio del siglo XIX en que se desenvolvía Martí “fue un periodo en que, simultáneamente, terminó una etapa de la ciencia y empezó otra, finalizó el gran impulso científico del período newtoniano y empezó la preparación de las tormentosas revoluciones científicas y políticas del siglo XX”. Por entonces -y de modo contradictorio- “pese a la cada vez mayor cantidad de riqueza producida por industrias que en su funcionamiento eran muy científicas, a pesar de las perspectivas de ulteriores progresos, las tensiones sociales parecían aumentar en vez de disminuir”.

Pugnaban por imponerse, en el terreno de la filosofía, el neopositivismo y el pragmatismo y nuestro Apóstol no fue en modo alguno insensible a su influencia, y de ello dejó constancia en varios escritos. Estas corrientes de pensamiento, con las que Martí había entrado en contacto desde su época estudiantil en España, propiciaban un acercamiento más objetivo al conocimiento que sus predecesoras, pero en materia social rechazaban en la práctica la idea de la revolución y postulaban en cambio la introducción de determinadas “mejoras” en la estructura de la sociedad.

Para el sentimiento revolucionario de Martí, sin embargo, era demasiado evidente que se habían ido “acumulando los palacios de una parte, y de otra la miserable muchedumbre” lo cual ponía de manifiesto, en forma flagrante, la injusticia de aquel sistema que, pese a su deslumbrante progreso técnico, “castiga al más laborioso con el hambre.”

A ello habría que añadir, desde la perspectiva del conocimiento actual, que el saber científico disponible revela y fundamenta la necesidad de detener el desarrollo del modo de producción capitalista y sustituirlo por un sistema capaz de procurar (lo cual no implica que sea cosa simple) la máxima compatibilidad ambiental posible. Para Martí, la ciencia y su directa implicación social, la tecnología, no podían ser inculpadas por las injusticias del sistema. Por el contrario, para su mente visionaria, exponente de la máxima consecuencia revolucionaria para su época: “ciencia y libertad son llaves maestras que han abierto las puertas por donde entran los hombres a torrentes, enamorados del mundo venidero.”

Si regresamos a la época actual, el desafío de construir un mundo sustentable exige la creación de un marco de referencia integral, en el cual se tomen en la debida consideración las estrechas interconexiones a interdependencias entre las dinámicas económicas, políticas y ambientales, y entre todas ellas con el conjunto del sistema.

Necesitamos una visión científica sistémica e integradora, que tome en consideración simultánea todas las dimensiones de las variables económicas y de los procesos de transformación social. El mundo en nuestro derredor no es fijo e inmutable, sino que podemos transformarlo mediante un proceso dialéctico sustentado en la forma en que observemos e interpretemos los “hechos” de manera novedosa y diferente, que permita a la humanidad trascender, al decir de Marx, su propia prehistoria. Así parecía avizorarlo el Maestro, cuando reflexionaba que “la ciencia es todo una, y conviene todo lo que junte a los pueblos.”

Hoy se puede afirmar que se hace imprescindible una articulación entre a) la teoría y la práctica de la transformación social, que se exprese en estrategias de acción y luchas concretas de los revolucionarios y luchadores sociales y b) la teoría y la práctica del proceso ciencia -tecnología- uso social tal y como tiende a expresarse en la actualidad. Esa alianza o acción conscientemente mancomunada no sólo es deseable, sino a mi juicio indispensable para solventar un grupo de problemas cruciales a los que se enfrenta actualmente el género humano y que se pueden sintetizar en -al menos- tres vertientes:

1) La identificación rigurosa de los límites críticos de la actividad tecnológico-productiva, en tanto la trasgresión de esos límites entraña daños irreversibles para la viabilidad ecológica del planeta y en particular la subsistencia humana.

2) El esclarecimiento y la sustentación de nuevos o distintos patrones de conducta, producción y consumo, compatibles con los límites anteriormente mencionados.

3) La generación y puesta a punto de soluciones prácticas, de base científica, para problemas acuciantes para la humanidad como el hambre y las enfermedades evitables, pues la realidad demográfica del mundo contemporáneo es incomparablemente más compleja y difícil que en vida de Martí. La ciencia y la tecnología se tornan verdaderas herramientas revolucionarias, y lo demuestra la experiencia cubana, cuando se les despoja de cualquier mercantilismo indebido y se insertan, por el contrario, en programas de acción guiados no por el lucro, sino por su significación bienhechora en lo social.

De acuerdo con una popular enciclopedia, la Equidad (del latín aequitas, de aequus, igual), es un Principio General del Derecho. Aristóteles consideraba lo equitativo y lo justo como una misma cosa; pero para él, aún siendo ambos buenos, la diferencia existente entre ellos es que lo equitativo es mejor aún.

Hoy abundan los documentos y declaraciones que llaman a “combatir la pobreza”, al parecer pasando por alto la advertencia que puede encontrarse en la misma fuente antes citada, en el sentido de que “la pobreza es un término comparativo utilizado para describir una situación en la que se encuentra parte de una sociedad y que se percibe como la carencia, escasez o falta de los bienes más elementales como por ejemplo alimentos, vivienda, educación o asistencia sanitaria (salud) y agua potable. No es, por tanto, una causa que deba ser tratada como tal para combatirla, sino más bien el resultado de procesos complejos y extendidos en el tiempo, que son difíciles de apreciar a simple vista.

Hay de cierto otras formas, y muy atendibles, de caracterizar la pobreza. La Declaración emanada de la Conferencia Mundial sobre la Ciencia de 1999 la conceptuó así: “Lo que distingue a los ricos de los pobres -sean éstos personas o países- es que estos últimos están excluidos de la realización y de los beneficios del saber científico.”

En momentos en que, como alertan varios contemporáneos, se pretende desvirtuar el término "desarrollo sostenible" para mantener en los países industrializados el artificio del crecimiento y tender una cortina de humo para eludir la verdadera problemática ecológica y las contradicciones sociales que el crecimiento capitalista conlleva, no está de más recordar a John Stuart Mills, cuyos Principios de Economía Política (1848) fueron durante largo tiempo el manual más acreditado en la enseñanza de los economistas, y cuya influencia debe haber llegado, por una u otra vía, hasta el ideario de nuestro Apóstol. Decía Mills en la obra mencionada: “No veo que haya motivo para congratularse de que personas que son ya más ricas de lo que nadie necesita ser, hayan doblado sus medios de consumir cosas que producen poco o ningún placer, excepto como representativos de riqueza,... sólo en los países atrasados del mundo es todavía el aumento de producción un asunto importante; en los más adelantados lo que se necesita desde el punto de vista económico es una mejor distribución.”

Los trabajadores científicos cubanos celebramos especialmente cada aniversario de aquel 15 de enero de 1960 en que Fidel avizoró: “El futuro de nuestra patria tiene que ser, necesariamente, un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento”.

Quizá presintiendo para su pueblo ese futuro de ciencia, que acercara el objetivo supremo de conquistar “toda la justicia”, el Maestro sintetizó en apretada frase lo que hoy nos resulta un precioso legado, particularmente recordable en este enero de recuentos y victorias:

“Y así se va, por la ciencia verdadera, a la equidad humana.”

Universalidad de Martí.

29 de Enero, 2007

Por: Pedro Pablo Rodríguez

La Habana.- En sentido contrario a lo que sucede con frecuencia cuando de personalidades históricas se trata, el paso del tiempo ha engrandecido las dimensiones de José Martí, y el interés y la admiración por su obra. Muchas y variadas son las razones para ello, pero todas arrancan, de un modo u otro, de su propia vida y obra. Si no hubiera sido la persona que fue, si no hubiera escrito lo que nos dejó, si no hubiera expresado el ideario que entregó, difícilmente su influencia se hubiera proyectado hasta nuestro presente.

Para cualquier historiador parecería que estoy afirmando una verdad de Perogrullo; sin embargo, conviene recordar algo quizás obvio para mis colegas, porque hay ciertas corrientes de pensamiento que proclaman tranquilamente que la construcción de la memoria (y de los mitos, de los imaginarios sociales, de las ideologías) no tienen nada que ver con la historia ni con los condicionamientos sociales, y que las personalidades que alcanzan estatura más allá de su época no son responsables de tales construcciones.

Tal razonamiento, por cierto, se pone de manifiesto en ocasiones hasta en juicios provenientes de posiciones disímiles y hasta encontradas en los planos filosóficos, políticos e ideológicos. Es indudable que toda lectura del pasado es necesaria para el presente, y que ello implica siempre los riesgos de la distorsión y la instrumentalización de aquel en función del hoy.

Como, de igual manera, la vida nos enseña a diario que no todos vemos el presente de modo semejante ni proyectamos el mismo futuro, por lo cual también difieren las apropiaciones del pasado. Así, aunque se ha intentado tambalear su valor metodológico para el examen de los procesos sociales, siguen en pie la tesis de Carlos Marx respecto a la lucha de clases porque en la sociedad contemporánea continúan moviéndose las agrupaciones de personas según sus intereses, proyecciones, deseos y sensibilidades respecto a la formación social dominante. Calificado de Maestro y Apóstol por sus contemporáneos en la emigración patriótica, de esa manera Martí vio reconocidas sintéticamente sus capacidades de liderazgo, lo cual tiene que haber contribuido, desde luego,a afirmar y legitimar su condición de dirigente del pueblo cubano.

Esos epítetos que enfatizaban su carácter de conductor, aunque rechazados por quienes no compartían su vocación patriótica anticolonialista y antimperialista ni su apego a las clases populares e incluso le temían por todo ello, fueron ratificados por el uso tras la instauración de la república, y se mantienen hasta nuestros días en la apelación a su persona,sin que hayan podido ser desplazados por el calificativo de Héroe Nacional, que suena a título otorgado estatalmente, aunque en verdad ninguna institución del Estado cubano haya redactado documento alguno en tal sentido.

Este de los epítetos es tema que amerita una reflexión por sí mismo en que no puedo entrar ahora, pero no quiero dejar de advertir que quizás el secreto de la permanencia y de la preferencia por seguir llamándole Maestro y Apóstol, no es sólo apego a una tradición de arraigo popular sino que tampoco implica, al parecer, desconocerle su condición de héroe: Martí ha sido y sigue siendo el héroe mayor de Cuba, curiosamente, no por una o por muchas acciones de valor y entereza como tantos otros, sino por su dedicación, por su empeño, por su ejemplo moral, por ser guía que educa,señala, abre el camino.

Es desde esa perspectiva que Martí se ha ido constituyendo en símbolo de la nación y del propio país para los cubanos, en lo que su condición de líder político es ángulo principal, mas no único. Tal simbología va más allá, y se desborda hacia su ejemplaridad moral y hacia los ámbitos de su humanismo de alcance universal. No es de dudar que, al llamársele hoy Maestro y Apóstol, haya mayor comprensión de sus valores artísticos, de la proyección continental y ecuménica de sus propósitos, de su conciencia de la necesidad y de la posibilidad de abrir una época nueva propicia al ensanche espiritual de los seres humanos.

Alguien dijo hace mucho que Martí le hacía pensar en los fundadores de las grandes religiones de alcance universal, estimados como ejemplos de conducta y de entrega para los demás. En tal sentido, no deja de ser cierta semejante comparación, que quizás nos ayuda también a explicarnos la admiración y hasta una cierta identificación martiana con personalidades históricas fundadoras como Buda y, sobre todo, con Jesucristo, o con los mitos personalizados en Prometeo y Quetzalcoatl.

Así, cuando el siglo XX conoció y disfrutó al poeta Martí como no pudieron hacerlo a plenitud sus propios contemporáneos dada la escasa cantidad numérica de los dos cuadernos que él mismo publicara, el deslumbramiento ante aquellos Versos libres. El poeta, el organizador político y el hombre virtuoso satisficieron inicialmente a la memoria cubana y fueron elementos suficientes para convertir su personalidad en el símbolo que ha llegado hasta nosotros, y que desde entonces rebasó las costas de la Isla. La culpa de la proyección martiana hacia el futuro arranca, pues, de su propio ideario, de su ética y de su acrisolada actuación pública.

No obstante, ello no nos explica el asunto en toda su extensión y complejidad. Se trata también de que los tiempos seguidos a su muerte, han requerido también de su ejemplaridad. La república neocolonial no fue la desplegada por Martí como meta ante sus contemporáneos y por eso las revoluciones cubanas del siglo XX se situaron conscientemente bajo su advocación, tanto para sostener a crítica a la realidad que querían modificar como para establecer los horizontes que buscaban alcanzar. Poco a poco esa dimensión del ideario martiano como arma para ayudar a transformar el presente, también se fue difundiendo por otras latitudes, y pronto el cubano figuró entre los próceres de la primera emancipación de la que él que llamó nuestra América.

No obstante, en verdad, el gran salto en esa apropiación de Martí fuera de su patria para atender al presente ha venido ocurriendo después de 1959. Por un lado, ese fenómeno de indudable envergadura universal que ha sido la Revolución Cubana ha contribuido a extender el radio de acción del símbolo fuera de la Isla en virtud de su propia actuación acogida a su nombre y a sus ideas. Por otro lado, como nunca antes, se ha impreso y difundido la obra impresa de Martí, a la vez que ha crecido geométricamente su ya anteriormente abultada bibliografía pasiva.

Hoy sus escritos resultan de fácil acceso en Cuba hasta en sus Obras Completas, varias veces reimpresas y trabajadas en una edición crítica en curso de investigación y publicación. De igual modo, las traducciones se han ido aumentando de modo preciable, sobre todo en los últimos veinte años, lo cual, desde luego, hace asequible su palabra a un potencial enorme de lectores.

Se ha ampliado la cantidad de sus textos disponibles en inglés y francés,donde descuellan traductores de excelencia, se han volcado escritos suyos a otras lenguas como el italiano, el ruso, el alemán y el portugués, y ya hay gruesas compilaciones en chino y en japonés, además de que algunos de sus textos pueden leerse en árabe y en tamil.

Claro que no es casual esa labor traduccional. Obedece, lo sabemos, a un creciente interés por la obra martiana, que a todas luces comienza a deslumbrar en nuevos espacios geográficos, seguramente por su fe en la humanidad y su llamado al desarrollo de la espiritualidad en función de la más completa liberación.

Quien llamó a alcanzar toda la justicia y a desuncir al hombre de todos los yugos, quien no creyó en razas ni pueblos superiores e inferiores, quien se afilió junto al indio y al árabe y al chino frente a las pretensiones de dominación colonial, quien encontró arte en las ruinas mayas y en la choza polinesia, tiene que llamar la atención de muchos en un mundo que atraviesa por una seria crisis cultural y civilizatoria que amenaza en verdad la propia supervivencia de la especie y del planeta.

Por eso, quizás, hoy estamos viviendo la hora de Martí a escala mundial.Como él diría, andamos ahora por tiempos de reenquiciamiento y remolde,cuando apenas se vislumbran los nuevos altares, como él calificó a su época finisecular. Y ante la indudable crisis de paradigmas que se ha vivido,acompañada además del aumento vertiginoso de las injusticias sociales y de una escalada de guerras de conquista, muchos han encontrado en la palabra martiana un magisterio de confianza en la humanidad y tienden a acogerse a su apostolado mayor en bien de aquella.

Así, resulta evidente que en el mundo actual Martí no es solamente el héroe que murió en combate por la independencia de su patria, sino también el político sagaz y previsor que proclamó y trabajó para la unidad latinoamericana que hoy busca la integración de la región, el estadista que intentó girar el rumbo de su época para lograr el equilibrio de América y del mundo frente a la emergencia del imperialismo estadounidense. En todo eso está el por qué tres presidentes latinoamericanos de clara vocación popular "Daniel Ortega, Rafael Correa y Hugo Chávez Frías situaron sus ejecutorias bajo el espíritu martiano durante sus respectivos discursos de toma de posesión.

Todo ello nos explica también por qué los estudiosos de la obra martiana incorporan nuevos caminos y puntos de vista que, sin abandonar los que pudiéramos considerar tradicionales, incorporan otros nuevos como sus ideas acerca de la mujer, las antiguas culturas orientales, su concepción del arte de hacer política, sus propuestas de una modernidad propia para Latinoamérica, su sentido de la vida, su crítica al consumismo.

Esa permanente ampliación renovada del particular campo de los estudios martianos es prueba adicional de la creciente universalidad que alcanza su personalidad, y por eso no nos complace constatar como toman elementos de su pensamiento y se reconocen en él corrientes como la filosofía de la liberación, el interculturalismo y la educación popular.

No parece haber dudas de que para un mundo que se base en la diversidad cultural, que busque el equilibrio con la naturaleza, que impulse la acción humana por una ruta de constante perfeccionamiento, y que se dedique sin dilación a eliminar la pobreza y a ofrecer dignidad y decoro para todos,como salidas ante la crisis civilizatoria del capitalismo, se requiere de la compañía de José Martí, quien quizás entrevió la clave de esta presencia suya entre nosotros: No hay más que un medio de vivir después de muerto:haber sido un hombre de todos los tiempos"o un hombre de su tiempo.

Y recordemos que para el Maestro, su tiempo no era solamente el paso de los días de su vida sino y la profunda y entretejida urdimbre de procesos que iban determinando el futuro. Por eso, a los veinticuatro años escribió lo que, desde luego, fue siempre obligación para él: El primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo.

En el Natalicio de José Martí.

Publicado el 02-02-2007

Diario Las Americas
Por Angel Cuadra

El pasado 28 de enero se llevó a efecto en New Jersey la XXI Cena Martiana Conjunta de las instituciones de exiliados cubanos en aquella área, acto coordinado por la Regional de New Jersey Zona Sur de la Junta Patriótica Cubana, con sede en la ciudad de Elizabeth. Tuve el honor de ser invitado como orador par hacer el resumen de ese acto, ya tradicional, el cual se llevó a efecto en el Hotel Sheraton, en horas de la tarde.

En la programación de las actividades al respecto, estaba el acto simbólico de acudir primero al parque de Las Américas, en Elizabeth, donde se encuentra el busto de José Martí, para depositar ante el mismo una ofrenda floral en gesto de rememoración, por el 154 aniversario del nacimiento del Apóstol.

Corría un aire frío en aquel medio día del 28 de enero, y en la soledad y el silencio del parque el busto de Martí le daba al lugar una modesta solemnidad y un augusto prestigio de un pedazo de patria que, unos veinte años atrás, manos cubanas en el destierro, con devoción, pusieron allí para servir al humilde peregrinaje que, como en esta ocasión, un grupo pequeño de cubanos, año tras año, ha venido haciendo, dejando en el aire, junto al aroma de las flores, el eco de las breves palabras que, igual que ahora, han dicho algunos de los asistentes ante el busto de bronce.

La cena, realmente almuerzo, en el Grand Ballroom del hotel, estuvo muy concurrida, y emocionaba ver como varias organizaciones de exiliados cubanos enviaron allí su representación. Hubo música de piano y canto, y lo más hermoso fueron los bailes que, en sencilla coreografía, efectuaron alumnos de secundaria y primaria, que sirvieron de aurora al preámbulo para el desarrollo de la actividad general.

Las palabras de apertura estuvieron a cargo de Camilo Fernández, cubano, comerciante y contador, gran activista de las actividades patrióticas en la comunidad cubana de New Jersey y presidente de la Regional New Jersey, Sur, de la Junta Patriótica Cubana. Después se dio a conocer el mensaje de saludo y solidaridad del Alcalde de la ciudad de Elizabeth con esta actividad patriótica cubana.

Seguidamente tuvo lugar una hermosa costumbre, ya establecida en esta cena aniversario, consistente en que los presidentes o representantes de las organizaciones asistentes fueron leyendo por turno pensamientos de Martí. En todos esos aspectos del programa había una manifiesta complacencia en sus participantes y en los asistentes en general.

Con ese pórtico precedente, realicé yo mi charla sobre José Martí, su vida y su personalidad conmovedoras, de las cuales sacar las conclusiones de su aporte para la causa e historia de Cuba, para los pueblos de América y para el más amplio sentido de la Humanidad, pues para todos esos campos del quehacer humano proyectó su existencia y su útil servicio aquel cubano que, al decir de la gran poetisa chilena Gabriela Mistral, era “el mejor hombre de nuestra raza”.

En la vida de los pueblos hay esos hombres grandes, fundadores de naciones, a los cuales es necesario acudir como punto de partida para el desarrollo y avance coherente de lo que podemos calificar como el “ser nacional”.

Cuando los malos conductores de países adulteran y enturbian ese ser nacional, ese cuerpo colectivo, en su andar histórico, desviando el rumbo y la esencia de la nación, es necesario y, más aún, urgente, acudir al encuentro de esos “padres fundadores” de la nacionalidad, para rectificar el rumbo, en el reajuste franco y útil de lo genuino de la nación. Para el caso de Cuba, Martí es punto de referencia adecuado para partir del mismo en la preservación de nuestra identidad, y para el desarrollo coherente, en líneas generales, de nuestro ser nacional.

Es así que, con actos como el de la cena martiana de New Jersey, se renueva y reafirma, con la evocación del natalicio de José Martí, la intemporal presencia de la Patria.

jueves, 1 de febrero de 2007

El sueño, según el soñador.

Publicado el 02-01-2007

Diario Las Americas
Por Julio Estorino

Pasado el aniversario, apagados ya los homenajes, llevados por el viento los discursos, sería bueno ahora, lejos de las poses de ocasión, plantarnos reverente, pero inquisitivamente, frente al recuerdo de José Martí, a preguntarle, de una vez por todas, más allá de toda interpretación, qué quería, qué soñaba él, para la Cuba por la cual luchaba y por la cual murió. ¿Cuál era, en realidad, “el sueño de Martí”, ese sueño de patria que tantos de sus más leales seguidores y tantos de sus más audaces manipuladores nos han presentado de mil formas diferentes? Mal andaremos en nuestra búsqueda de soluciones para la gran tragedia nacional de estos tiempos, si no tenemos un concepto claro de la Cuba que queremos. Para ello habría que partir de la Cuba que quería el cubano cuyo patriotismo ha sido el más exaltado por sus compatriotas.

Para los cubanos de mi generación, José Martí es algo así como un semidiós de nuestra historia del cual recibimos y de quien sustentamos una imagen exageradamente idealizada -el Apóstol- y es, al mismo tiempo, como un familiar cercano con quien nos encontramos con frecuencia, cuyo pensamiento, vida y obra creemos conocer, cosa que lo convierte en inapelable referencia del patriotismo, casi siempre usada con superficialidad. Habría que barrer mucha hojarasca, moderar los ditirambos, enfocarlo en sus circunstancias y adentrarse sin agendas que satisfacer en su profunda y rica humanidad, en su práctico y herido cristianismo, para lograr un entendimiento real y provechoso de este hombre excepcional, que tuvo a Cuba por patria y a los cubanos por cruz.

Sin pretensiones de conocedor ni experto, pero, con casi seis décadas de cercanía vital a este que llamamos maestro, hoy me atrevería a decir que si inquiriéramos simplemente por el fin último de su lucha y de su entrega, por el objetivo fundamental de sus esfuerzos, si le preguntáramos cuál era, en verdad, “el sueño de Martí”, él nos contestaría que ya lo dijo, y lo dijo claramente: “…si en las cosas de mi Patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y si el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ése sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.

Creo que en muy pocas ocasiones este poeta de abundante verbo expresó con tal precisión, con tal exactitud en las palabras, con tal ausencia de metáforas, lo que era su ideal. No dijo la independencia, no mencionó la democracia, no se refirió a la justicia: rotunda y específicamente señaló una condición en el carácter de sus hijos como el bien fundamental por él soñado para Cuba, ya que sin esa condición, todo lo demás –sistemas de gobierno, convivencia humana, progreso social, etc.- sería falaz e inseguro.

Martí quería una república de hombres y mujeres que se respetasen mutuamente, que tuvieran como objeto de culto la dignidad de cada uno de sus semejantes. No hizo exclusiones. No habló en este caso de la dignidad de los buenos, de los patriotas, de los de pensamiento afín. Dijo sencillamente “la dignidad plena del hombre”. Conocía bien Martí las pequeñeces del alma, la fuerza de las pasiones, la irracionalidad del fanatismo, la ceguera de las ambiciones, lo corrosivo de la vanidad, la seducción del poder, lo dañino de la intolerancia. De todo ello llevaba cicatrices cuando definió así su sueño cubano, y la mayor parte de esas cicatrices venían de heridas causadas por su propia gente.

Sabía bien Martí que si no comenzábamos por reconocer la dignidad del amigo y la del adversario, que si no aprendíamos a convivir civilmente en el acuerdo y en la discrepancia, no habría terreno firme donde asentar la república. El fango no sirve para cimiento. De ahí que ese respeto de cada uno por la dignidad del otro, fuese claramente presentado por el Apóstol, como el “bien fundamental” preferido por él. En otras palabras, su sueño.

No preguntemos más, pues, no desfiguremos más el sueño de Martí. Su sueño no era liberar a Cuba. Su sueño era liberar a los cubanos, para que Cuba pudiera ser libre, porque en esta crucial ecuación, el orden de los factores, altera el producto.

Y si alguien se pregunta por qué no se ha concretado en Cuba “el sueño de Martí”, vea si hemos aprendido y practicado eso que él señaló como imprescindible: “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”, o, para decirlo en el lenguaje de estos tiempos, en las palabras del profeta del exilio, Monseñor Boza Masvidal: no podemos ser libres por fuera, si no somos libres por dentro. Y el que pueda entender, ¡qué entienda!

DE UNA MUSA EN EL RECUERDO.

Publicado: 1/2/2007

Por María del Carmen Mestas

Del poema La bailarina española, de José Martí, aún se discute quién lo inspiró. ¿Al pintar a la danzarina reunió el Maestro rasgos de una sola artista o de varias? Mientras, unos aseguraban que se trataba de La bella Otero, otros afirmaban que fue una andaluza que en los tablaos se hacía llamar Carmencita.

El sobrino del Apóstol, Raúl García Martí, opinaba que la bailarina que motivó esos versos actuaba noche tras noche en el Teatro Español de Madrid, en 1871.

Blanca Z. de Baralt los atribuye a Carolina Otero, La bella Otero, como se la conocía en los predios de la escena.

Mujer de impresionante belleza, Carolina seducía más por el encanto de su mirada que por su arte. Dicen que fue amada por el rey Alfonso, el Zar Nicolás, quien le regaló joyas de la corona, y por intelectuales como el poeta D´Annuncio. Pintores como el célebre Renoir la llevaron al lienzo.

Algunos biógrafos relatan que el poema de la bailarina española pertenece a la época en que Martí vivó días felices como estudiante en Zaragoza y campanas de amor tocaron su joven corazón. Blanca Z. de Baralt testifica que ella, su marido y su cuñada Adelaida Baralt acompañaron a Martí cuando vio bailar en el Edén Musée a la Otero.

En el poema, Martí manifiesta el hondo sentimiento patrio al expresar que no hubiese podido entrar a presenciar el espectáculo en cuestión porque la puerta estaba adornada con los colores gualda-rojos de la Metrópoli.

El alma trémula y sola

padece al anochecer

hay baile; vamos a ver

la bailarina española.


Han hecho bien en quitar

el banderón de la acera;

porque si está la bandera

no sé, yo no puedo entrar


Ya llega la bailarina:

soberbia y pálida llega:

¿cómo dicen que es gallega?

pues dicen mal: es divina…
Días después cuando retiraron la enseña española del teatro, Martí volvió junto a sus amigos: Adelaida Baralt, el hermano de ella, Luis Alejandro y la esposa de éste, Blanca, y presenciaron el deslumbrante baile de La Bella Otero que, como a otros tantos, los fascinó.

El escritor español Rafael Marquina expresaba (…) con el respeto debido a la opinión y autoridad de los que afirman lo contrario, me resisto a creer que Carolina Otero fuese el pretexto para el desahogo lírico que supone “ la bailarina española”.El poema incluso pudo ser, sobre cañamazo de recuerdos, unión de impresiones distintas.

No es necesario insistir ni tomar partido. Al cabo, Sea cual sea la bailarina, ahí está el poema, que es lo que interesa.