jueves, 1 de febrero de 2007

DE UNA MUSA EN EL RECUERDO.

Publicado: 1/2/2007

Por María del Carmen Mestas

Del poema La bailarina española, de José Martí, aún se discute quién lo inspiró. ¿Al pintar a la danzarina reunió el Maestro rasgos de una sola artista o de varias? Mientras, unos aseguraban que se trataba de La bella Otero, otros afirmaban que fue una andaluza que en los tablaos se hacía llamar Carmencita.

El sobrino del Apóstol, Raúl García Martí, opinaba que la bailarina que motivó esos versos actuaba noche tras noche en el Teatro Español de Madrid, en 1871.

Blanca Z. de Baralt los atribuye a Carolina Otero, La bella Otero, como se la conocía en los predios de la escena.

Mujer de impresionante belleza, Carolina seducía más por el encanto de su mirada que por su arte. Dicen que fue amada por el rey Alfonso, el Zar Nicolás, quien le regaló joyas de la corona, y por intelectuales como el poeta D´Annuncio. Pintores como el célebre Renoir la llevaron al lienzo.

Algunos biógrafos relatan que el poema de la bailarina española pertenece a la época en que Martí vivó días felices como estudiante en Zaragoza y campanas de amor tocaron su joven corazón. Blanca Z. de Baralt testifica que ella, su marido y su cuñada Adelaida Baralt acompañaron a Martí cuando vio bailar en el Edén Musée a la Otero.

En el poema, Martí manifiesta el hondo sentimiento patrio al expresar que no hubiese podido entrar a presenciar el espectáculo en cuestión porque la puerta estaba adornada con los colores gualda-rojos de la Metrópoli.

El alma trémula y sola

padece al anochecer

hay baile; vamos a ver

la bailarina española.


Han hecho bien en quitar

el banderón de la acera;

porque si está la bandera

no sé, yo no puedo entrar


Ya llega la bailarina:

soberbia y pálida llega:

¿cómo dicen que es gallega?

pues dicen mal: es divina…
Días después cuando retiraron la enseña española del teatro, Martí volvió junto a sus amigos: Adelaida Baralt, el hermano de ella, Luis Alejandro y la esposa de éste, Blanca, y presenciaron el deslumbrante baile de La Bella Otero que, como a otros tantos, los fascinó.

El escritor español Rafael Marquina expresaba (…) con el respeto debido a la opinión y autoridad de los que afirman lo contrario, me resisto a creer que Carolina Otero fuese el pretexto para el desahogo lírico que supone “ la bailarina española”.El poema incluso pudo ser, sobre cañamazo de recuerdos, unión de impresiones distintas.

No es necesario insistir ni tomar partido. Al cabo, Sea cual sea la bailarina, ahí está el poema, que es lo que interesa.

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