jueves, 22 de marzo de 2007

Guatemala, en la escritura martiana.

17 de Marzo, 2007

Por: Mercedes Santos Moray

Cubarte)- Acababa de cumplir los 24 años y continuaba su peregrinaje, ahora por tierras centroamericanas. Islas, montañas, valles, lagos, el indígena desconocido y algo receloso que lo recibe, un país nuevo, con sus costumbres, su gente y también sus contradicciones.

José Martí llega a Guatemala en marzo de 1877, hace ya 130 años. Y allí amén de ejercer la docencia, su pan ganar como diría años después, se introduce en el medio intelectual y, en breves días, como respuesta empática al afecto que se le brinda, en calidad de autor, escribe la pieza teatral Patria y libertad, más conocida como su Drama Indio.

También, en Guatemala, concebirá el proyecto de una revista que no llegó a materializarse, la Revista Guatemalteca que varios años más tarde se traducirá en aquella otra, la Revista Venezolana. Se manifiesta como tribuno y sus enemigos le llegan a calificar, en vano intento de menosprecio, como el “Doctor Torrente”, un cubano más que se funde a otros emigrados, quienes fueron esenciales para la historia, la educación y la cultura guatemaltecos.

Como desde la mirada de la juventud, nos dejará Martí muestra de aquella otra veta suya, narrativa por expresión, en la sintética prosa de sus cuadernos de viaje, testimonio que resume vivencias, experiencias e ideas en el viaje del Atlántico al Pacífico. Se afirma también que será, en la tierra del quetzal, cuando comienza la escritura de aquellos endecasílabos suyos, los que él calificaría de hirsutos, los que luego han llegado a nosotros dentro del conjunto de sus llamados Versos Libres.

Y, en Guatemala, acumula sentimientos, frustraciones, deseos y esperanzas desde el plano más personal las que años más tarde se traducen en las imágenes de carácter autobiográfico en los poemas de sus Versos Sencillos, en los que aparece, singularmente recreada, la presencia de María García Granados, su niña.

Como, ocho años después, en la prosa de su única novela, publicada con el título de Amistad funesta, la que esperaba editar en formato de libro con el título de Lucía Jerez, en aquellas escenas, con tales personajes y atmósferas está también el período guatemalteco de José Martí, desde la piel de su alterego, Juan Jerez, entre las pasiones de Lucía y de Sol.

Guatemala, la que debió abandonar en medio de la crisis con el caudillismo y las miserias humanas, como antes a México, donde hizo florecer con su amor de hombre el vientre de su mujer, de Carmen, quedó siempre en el costado más íntimo y subjetivo de su poética, célula de relatos, apuntes, versos en los que se subraya un idioma propio, el proceso de madurez intelectual del artista y también en el terreno de las ideas políticas.

La oratoria, que en los años 90 será la vía por excelencia de su capacidad comunicacional, el carácter testimonial de su prosa en cuanto a la narratividad de los diarios y cuadernos de viaje, la dramaturgia que siempre le cautivo y, sobre todo, su condición de poeta de esencias ganó en profundidad y dimensión durante aquellos meses del encuentro del joven emigrado con la hermosa tierra centroamericana.

Fuente: CUBARTE

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