viernes, 16 de marzo de 2007

Libro. José Martí: El aforismo.

Jueves, 15 de Marzo del 2007 / 14:58:52

Por Leandro Estupiñán
leandro@ahora.cu

Para la presentación de este libro de Jorge Sergio Batlle, editado por el Centro de Estudios Martianos y traído a la Feria del libro por segunda vez, pues sucedió ya en 2004, he escrito este texto cuyo nombre podría parecer ambiguo: José Martí: El aforismo.

No es que quiera yo hablar sólo de los aforismos del apóstol, recogidos buena parte de ellos en este libro ejemplar, muestra de un exhaustivo estudio en la obra martiana, sino que quiero exponer mi criterio: la simple mención de este nombre es ya un aforismo, es decir, una “sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte”. En este caso, sentencia doctrinal, brevísima e indispensable al remitirnos al tema de lo cubano, de Cuba, lugar “donde son más los montes que los abismos” y por donde predijo en 1894: iba “a cuajar la emancipación de la América”.

¿Quién de nosotros no ha interrumpido una mala acción, una mala idea – o acción, idea que nos parecen malas – con la simple frase: así no lo quería Martí?
Creo que, de alguna manera, todos hemos buscado en su nombre el amparo del ciervo herido. Decirlo en Cuba es colocar un punto final en toda conversación, es cerrar el libro del debate, es no agregar una palabra porque todo ha sido dicho, pensado, predicho.

José Martí fue un hombre extraño. Nacido en una callecita de La Habana, la capital de una Isla del Caribe, pronto se sensibilizó con todo lo que al mundo concernía. De ahí que en la actualidad uno escuche con mucha frecuencia la queja, o la frase admirada,: “Martí escribió de todo”. Aunque, esta disposición en su pluma ha provocado ciertos malentendidos en quienes le otorgan a Martí destartaladas frases, porque decir su nombre, repito, es poner el sello que garantiza la total certeza de la misma.

Todos en esta Isla hemos alegado un martianismo devoto, falso a veces, porque es tremendamente difícil seguir al pie de la letra cada uno de los conceptos, o deberes, que predicaba el Maestro:

“Saberse sacrificar es el éxito durable en todo”, “No hay igualdad social posible sin igualdad de cultura”, “Un pueblo inteligente no puede ser fanático”, “La cordura es la enemiga del éxito”.

En este libro se recogen aforismos o frases escritas en diversos momentos de su vida. Una de las primeras, extraída del folleto El presidio político en Cuba, escrito a la edad de dieciocho años, al ser condenado junto a su amigo Fermín Valdés por un indetenible sentimiento patriótico, independentista y luminosamente moral.

Desde el espacio lejano de su madura adolescencia ya era capaz de pensar: “La idea no cobija nunca la embriaguez de la sangre”. Y más adelante, en un drama que tituló Adultera: “El dolor es la vida”. Y casi en los días de morir, entregado como estaba a la libertad de su país: “La guerra por la independencia de un pueblo útil y por el decoro de los hombres vejados, es una guerra sagrada, y la creación del pueblo libre que con ella se conquista es un servicio universal. El que pretenda detener con engaño la guerra de independencia, comete un crimen”.

Parecía pertenecer a otra estrella y no al mundo del cual la luna “huía avergonzada como globillo opaco”. Incluso su rostro en aquella foto imborrable tomada en Jamaica, le reservó una imagen cósmica – no sé si por lo mismo que ya he dicho –, una imagen de hombre que no hace más que pensar en el mundo en el cual se movía, quizás mirándolo atentamente para construirlo.

Martí era un hombre raro y con los años se ha convertido en un mito raro, al punto de que todos lo usamos según nuestras conveniencias, a veces abusando de ese margen que proporciona el pensamiento. “Hombre traído para agrandar”, dijo uno de nuestros “gruesos” cubanos, otro José: Lezama Lima.[1] Y agrego yo: para agrandar y para desestructurar en beneficio del hombre todo lo que a él toca, roza, corresponde.

No son sus aforismos sólo frases de citar, sino torbellinos de palabras, y esto no es un aforismo mío: es una verdad: este es solo un acercamiento a la persona de Martí a la que algunos tanto se vanaglorian de conocer cuando ni siquiera dominan lo elemental de su pensamiento, lo que repiten de lo que otros repiten cuando otros lo repitieron algún día.

Por algo ha sido editado por segunda vez este libro de Jorge Sergio Batlle donde se recoge buena parte de su pensamiento. Los aforismos es su pensamiento y aquí se ordenan alfabéticamente hasta llenar las 398 páginas del libro, útil ya a historiadores, periodistas, investigadores, dirigentes y cuanta persona siga interesada en la obra de José Martí, el patriota, el escritor, pero sobre todas las cosas, el hombre.

A veces, se agradece cuando algún maestro nos muestra en la clase su figura humana por sobre su inmensidad en las múltiples disciplinas en las que supo intervenir. A fin de cuentas para encontrarnos con un apóstol pétreo y frío nos basta mirar al busto que acompaña todas las escuelas de Cuba. Porque así hemos crecido mirando a Martí. Y qué mejor que mirarlo como el ser humado que era, y que mejor que verlo a través de estos aforismos que son un chispazo de su pensamiento, maduro más con los años.

De verbo y mirada profunda, como arrastrándolo todo hacía una fosa terrible donde las sensaciones se transforman y los sentimientos parecen perder su identidad. Se nota en las fotografías: mejor mirada que la que lograba pintar Da Vince era la mirada de Martí, nuestro apóstol.

Fue él quien se definió en carta al amigo Manuel Mercado escrita desde Nueva York – una definición que este libro recoge como un aforismo –: “yo soy siempre aquel loco incorregible que cree en la bondad de los hombres y en la sencillez y naturalidad de la grandeza” Así era Martí. Y así lo es: aquel de pensamiento plural, nervioso, iluminado, oceánico, como no ha existido otro sobre esta Isla.

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