miércoles, 6 de junio de 2007

Justicia social en las crónicas de José Martí.

Por Yoel Cordoví Núñez, Investigador del Instituto de Historia de Cuba
Servicio Especial de la AIN

Mientras en el periódico La América, José Martí discurría sobre los efectos nocivos del sistema proteccionista en todos los órdenes de la sociedad norteamericana, en sus crónicas publicadas en La Nación, entre 1883 y 1884, profundizaba en ese mundo de contrastes, marcado por "las convulsiones aceleradas de la vida moderna".

Martí vive en una gran ciudad de Estados Unidos, con su desmesurado crecimiento poblacional y urbanístico. La vida en Nueva York, a su juicio, era "una locomotora de penacho humeante y entrañas encendidas".

No podía escapar a su mirada la "hermosa luz eléctrica" que iluminaba el puente de Brooklyn, las avenidas extendidas por la ciudad, con asombrosos edificios, las oficinas y bancos y las Bolsas "que dan miedo", la locomotora "que va y viene como ardilla de hierro" y "su campana sonora".

Tampoco olvidaba a las "lindas damas, que en suntuosas comidas se despiden de las alegrías embriagadoras del invierno", y de otras que "frenéticas, remontan sus joyas, por que parezcan nuevas y den celos".

En ese modelo de gran urbe, le desagrada el "ansia de goces" y el "amor desenfrenado y desequilibrado de lucro"

En todo momento advierte el egoísmo que reina y "el amor excesivo al ornamento", mientras que en los barrios pobres la situación "es de echarse a llorar", repletos de gente miserable: "los maridos ebrios querellan con sus mujeres desesperadas, que intentan en vano hacer callar a sus hijuelos, comidos por el cólera infantum."

El joven periodista toma partido junto a los neoyorquinos pobres, en buena medida inmigrantes. Rechaza airado las injusticias y las deformaciones morales que imponía la vida moderna.

No es que se oponga a la ciudad, tantas veces contrastada con el medio rural, o la pequeña ciudad, sino a los problemas sociales existentes en los grandes conglomerados poblacionales.

Entre 1883 y 1884, sus crónicas para La Nación acercan al lector a los grandes conflictos obreros que tenían lugar en Estados Unidos: "Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres."

De ahí sus palabras tras el fallecimiento de Carlos Marx: "no fue solo movedor titánico de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres."

A pesar de las lógicas diferencias de concepciones entre ambos pensadores revolucionarios, la identificación de Martí con la personalidad del líder del proletariado mundial quedaba reflejada cuando expresó: "El veía en todo lo que en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha".

Pero Martí no solo se identifica con los obreros y sus luchas, sino también con todos los sectores marginados en Estados Unidos, particularmente los indios, despojados de sus tierras: "¿Por qué les quitan sus valles donde nacieron, y nacieron sus hijos y sus padres (.) y a sus esposas, y a sus hijuelos, los clavan a los árboles y los ametrallan si resisten?

Su simpatía hacia esos pueblos y sus ansias de justicia lo conducen a denunciar tales atropellos. Señala el desbordante espíritu metalizado de ciertos sectores de la sociedad estadounidense, pero también "la soberbia conciencia de su fuerza y el desdén por las demás razas que hoy caracteriza al pueblo norteamericano".

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