miércoles, 29 de agosto de 2007

Niño mexicano venció a José Martí en el ajedrez.

Con apenas siete años de edad, derrotó al también cubano Agustín Mendiola en presencia de asiduos a ese tipo de partidas, incluido un funcionario del gobierno mexicano.

Juventud Rebelde
Por: Luis Hernández Serrano
Correo: digital@jrebelde.cip.cu


Andrés Ludovico Viesca Gutiérrez

Nuevos elementos sobre el niño mexicano que ganó a José Martí la única partida de ajedrez que hasta ahora se le conoce, acaban de ser revelados por el joven investigador martiano, natural de Camagüey, Axel Li Cabrera.

Aparecen en el documentado reportaje Indicios del ajedrez en José Martí, publicado en el último número de la revista Opus Habana, dirigida por el doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, y correspondiente a los meses de febrero/junio del presente año.

Aunque el reportaje aborda en general la vinculación del Apóstol con el ajedrez, el joven Axel —del equipo editorial de esa revista— menciona al sabio niño ajedrecista en todas las páginas y en más de 20 momentos, e incluye, entre otras, la foto del muchacho, de cuyo paradero nunca más se supo, y de los dos cubanos presentes en el tope.

Andrés Ludovico Viesca Gutiérrez, nacido en la ciudad de Parras de la Fuente, en Coahuila, México, el 8 de abril de 1869, venció al Maestro, quien tenía 23 años en el momento de aquella partida famosa, efectuada en octubre de 1876, en la casa del cubano Nicolás Domínguez Cowan (1840-1898) y propiciada por otro cubano, Andrés Clemente Vázquez (1844-1901), ambos residentes en tierra azteca.

«Con apenas siete años de edad —refiere Axel Li— el pequeño derrotó consecutivamente al también cubano Agustín Mendiola y a Martí, en presencia de un nutrido grupo de asiduos a ese tipo de partidas, incluido un funcionario del gobierno mexicano».

En ambos casos el niño jugó con las piezas blancas y demostró un talento inusual, pues hacía unos escasos meses que había aprendido los movimientos y las reglas del ajedrez.

El encuentro ajedrecístico lo dio a conocer Andrés Clemente Vázquez, el 24 de octubre de 1876, en el artículo titulado Una gloria mexicana, en su revista La Estrategia Mexicana, e incluía una foto del niño. Después introdujo la noticia en La Habana, en 1893, y más tarde lo puso en su libro En el ocaso, en 1898, donde afirmó: «Esta es la única partida de ajedrez que se conserva, del promovedor de la actual insurrección en Cuba».

Andrés Clemente Vázquez describió así al pequeño Ludovico: «Aprendió a leer y a escribir él solo. Dibuja y hace caricaturas. Es sumamente modesto y tranquilo, más bien melancólico, triste y reflexivo que alegre y bullicioso. Resuelve problemas bastante difíciles, casi instantáneamente. Jamás reforma las jugadas erróneas. No le gusta lo que agrada a los demás niños. No molesta al adversario, no desperdicia el tiempo, es grave y circunspecto, de mirada vaga y sombría, y conversa muy poco, como todos los grandes meditadores».

La partida histórica.

Blancas: Andrés Ludovico, Negras: Martí.
1. P4R,P4R; 2.CR3A,P3AR; 3.P4D,CD3A; 4.P5D,CDAT; 5.CD3A,P3AD; 6.PxP,PCxP; 7.A3R, C2C: 8.AR4A, CR3T;9.D3D,A4A; 10. OO,P3D; 11.P3TD, AxA; 12.PxA, C4AD; 13.D2R,A5C; 14.P4CD, AxC; 15. DxA, C2C.

viernes, 17 de agosto de 2007

Información general.

A partir de hoy 17 de agosto dejo de tener conexión estable a internet y sólo me conectaré esporádicamente.

Lamento los inconvenientes y les pido disculpas por ello.

Gracias.

lunes, 6 de agosto de 2007

El club crepúsculo de Nueva York, capítulo desconcido de José Martí.

Cubarte
Por: Imeldo Álvarez García

(Cubarte). El doctor en Ciencias Históricas Rodolfo Sarracino (La Habana, 1934), Investigador Titular del Centro de Estudios Martianos, en el 2003 puso en manos de los lectores un valioso libro relacionado con un personaje poco conocido, que protagonizó – entre el 23 de junio y el 24 de agosto de l886, en pleno gobierno de Porfirio Díaz – un incidente que puso a la soberanía de México al borde del precipicio, ante el riesgo real de una intervención más de Estados Unidos: José Martí y el caso Cutting.

En el artículo “Vindicación de Cuba” publicado en 1889 en el The Evening Post de Nueva York, Martí expresó: Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting, al rechazar, con viril indignación, consideraciones ofensivas contra nuestro pueblo.

Aunque en 1892 el Maestro lamentó que Lincoln le quiso oír al intrigante Butler el consejo de echar sobre el basurero de Cuba toda la hez y el odio que quedó viviente de la guerra contra el Sur, siempre tuvo del Presidente norteamericano una sincera admiración. (Fidel, después de enero de 1959, en su histórico viaje a Estados Unidos, fue a rendirle tributo al gran hombre).

Ahora, demostrando su categoría científica, vuelve Sarracino a sorprender con la investigación de un capítulo desconocido de las actividades de José Martí en Estados Unidos.

“Descubrir una verdad regocija como ver nacer un hijo”, dijo Martí, y hay que añadir que pocas veces le es dado a un historiador experimentar esa sensación tan elocuentemente expresada por el más universal de los políticos cubanos.

¿Cuál era la verdadera naturaleza del Club, fundado el 4 de enero de 1883?

Digamos que la membresía del Club Crepúsculo estaba integrada por grandes empresarios, científicos, militares, escritores, periodistas, intelectuales cuya influencia se extendía prácticamente a toda la sociedad estadounidense, hombres y mujeres prominentes de gran prestigio que, en sentido general, motivados por la conciencia, veían con preocupación la transición del país hacia el imperialismo, y que independientemente de precisiones ideológicas, compartían con Martí las ideas de la justicia internacional y la solidaridad humana.

Lo importante de la investigación del doctor Sarracino, es que Martí consideraba posible establecer un equilibrio, no sólo internacional, sino en Estados Unidos, que inhibiera desde el interior del Imperio en ciernes su tendencia expansionista dirigida contra el Caribe y concretamente contra Cuba, política que se sustentaba en la consolidación de la alta burguesía industrial y financiera norteamericana.

El líder de Los Caballeros del Trabajo, Terence Vincent Powderly, que dirigía esta poderosa central obrera que en 1886 había alcanzado ya la cifra de 700,000 afiliados de todos los oficios, capaz de paralizar con sus huelgas a las redes ferrocarrileras y a regiones enteras de Estados Unidos, asistía, invitado, a todas las cenas del Club, porque en ellas podía conversar informalmente con aquellos personajes y dar a conocer sus mensajes.

Martí pudo conocer a muchos de sus miembros en el parque Twilight, retiro situado en las montañas Catskill, en el verano de 1890.

A ochenta de sus socios le fue posible dirigirles la palabra en un célebre restaurante de Nueva York, en octubre de ese año, siendo ya Cónsul General de la República Argentina y Cónsul del Paraguay y en los días en que escribiera sus Versos sencillos y pronunciara el famoso discurso en Hardman Hall sobre el inicio de la guerra de los diez años.

Uno de los rasgos importantes del Club Crepúsculo era que sus miembros se inspiraban en las ideas filosóficas de Ralph Waldo Emerson y Herbert Spencer. En sus actividades participaban Walt Whitman, el poeta de Leaves of Grass; Mark Twain, el notable novelista y ensayista; Andrew Carnegie, multimillonario, “magnate del acero”, y también filántropo, escritor y amante de la paz; Henry George, autor de Progress and Poverty, economista, reformista fundador del primer partido socialista en la ciudad de Nueva York, quizás uno de los más asiduos a las sesiones del Club; James Howard Bridge, autor de Millionaire and Grub Street: cofrade contacts in the Last Century, obra biográfica en la que critica a la burguesía norteamericana; Charles Edwin Markham, poeta laureado, que dijo: “En vano construimos la ciudad, si antes no construimos al hombre” y “ponerse del lado de los oprimidos es lo único digno que puede hacerse en la vida”.

También participaban Richard Watson Gilder, editor de la revista The Century, presentador de las Obras completas de Abraham Lincoln, crítico literario y musical, escritor que Martí respetaba y que habitualmente disfrutaba de su descanso de verano en el Twilight Park; Oliver Wendell Colmes, jurisconsulto, médico con varias obras científicas publicadas, amigo de Emerson y de William James, poeta y autor de El Derecho Civil (Common Law); John Burroughs, poeta y naturalista, amigo de Whitman, que residía precisamente en las montañas Catskill cuando Martí las visitó; Henry Holt, uno de los más importantes editores estadounidenses del período, director de la primera etapa de la revista Life.

El acceso al Club Crepúsculo era uno de los recursos tácticos de Martí en su lucha por evitar la anexión de Cuba a Estados Unidos.

Veía aquel espacio como una caja de resonancia política de la lucha de los cubanos. Junto a la voluntad de los patriotas, la unidad y la decisión independentista, había que actuar en medios incontrolados por el gobierno norteamericano y en sectores de la sociedad sin duda influyentes en diversos planos.

La lección fue bien aprendida por miembros de la Junta Revolucionaria de Nueva York, los cuales, al caer el Apóstol en Dos Ríos, continuaron frecuentando los espacios estadounidenses de características equivalentes al grupo que estudia Sarracino en esta nueva obra suya. En abril de l896 dicha Junta se reunió con miembros del Club y aprobaron una resolución demandando el reconocimiento de la beligerancia del pueblo cubano.

Cuando se repasan los libros publicados por el doctor Sarracino, además de José Martí y el caso Cutting, se advierte la solidez, creatividad y calado de sus investigaciones. Esos libros son: El Grupo Rockefeller actúa, Los que volvieron a África, Inglaterra: sus dos caras en la lucha cubana por la abolición, La Guerra Chiquita: una experiencia necesaria.

Ha dado a conocer en varias antologías y publicaciones seriadas, estudios y artículos científicos sobre temas de gran actualidad, dentro y fuera de Cuba. Su participación en eventos científicos es constante. Ha cumplido misiones en el Servicio Exterior en diversas regiones del mundo y recibido numerosos premios y distinciones.

Este nuevo libro, en proceso editorial, habrá de ser, sin duda, otro plausible aporte a la historiografía cubana.