sábado, 1 de septiembre de 2007

Martí encuentra su paisaje.

Por Samuel Feijoo
Cañasanta.com

Sumario: Martí conoció en su niñez un paisaje que nunca olvidaría. La palma surgía en sus discursos como estandarte natural. La primera noche de Martí en Cuba: duerme sobre la tierra amada. Martí carga un rifle y 40 cápsulas. Gómez le nombra Mayor General bajo unos platanales. Le sorprende una orquesta vegetal. El 25 de abril: primer combate en el paisaje. Funge de enfermero. Presencia un fusilamiento en la manigua. Nombres de árboles cubanos. Martí muere en su paisaje.

Desde niño, cuando su padre le llevara una temporada al agreste Hanábana (Matanzas), José Martí se entró en el paisaje cubano, y el paisaje entró en él, con una pasión tan secreta como decisiva. La incandescencia poética, que en Martí fuera un íntimo sello personal y afán siempre nostálgico, cifró la naturaleza isleña con una gloria demasiado sedienta en el estilo de su vida toda. El amor al paisaje natal, acrecentado en el exilio, sobre todo cuando la tierra amada padece bajo el dominio extranjero, deviene angustia cerrada para los hombres con demasiado sueño (con demasiada vida) en sus frentes. Para Martí Patria y palmeras blancas, abiertas y sonando a la brisa matutina, se confundían en un solo cuerpo luminoso, arrastrador. Martí se sentía atraído con gran violencia, tanto por su Patria políticamente opresa como por el paisaje delicioso que la centraba, fijado en su niñez de pupilas absortas ya para siempre vencidas por el monte mágico. Es de notar que en la carta escrita a su madre, a los nueve años de edad, desde Hanábana, el primer elemento de paisaje que nombra es "río", un río crecido. También será el último que nombre, horas antes de caer en Dos Ríos...

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