martes, 29 de abril de 2008

José Martí y los derechos humanos.

Publicado el 04-26-2008

Diario Las Americas
Por Guillermo Cabrera Leiva

Pareciera una repetición innecesaria hablar de José Martí y los derechos humanos. No lo es, sin embargo, cuando se lee el folleto editado por Carlos Ripoll, que bajo el sencillo título de “José Martí, Derechos Humanos”, reúne medio centenar de pensamientos del Apóstol, donde vibra el genio y la visión de un legítimo defensor de la dignidad humana.

Porque al leerlo se descubren verdades y se detectan ideas que enriquecen nuestro espíritu y nos proveen de armas para combatir la injusticia.

En sus palabras de introducción al pensamiento martiano, hay un párrafo muy significativo, donde Ripoll señala lo siguiente: “Todos los crímenes sociales que ha padecido Cuba, desde el descubrimiento hasta el presente, tienen raíz en alguna violación de los Derechos Humanos tal como se enuncian en la Declaración Universal, y aún en su más amplio sentido: agravios o atropellos contra “la dignidad plena de hombre”.

Martí definía los derechos humanos como la esencia misma de la criatura humana; tal es así que expresa: “Me parece que me matan un hijo cada vez que privan a un hombre del derecho de pensar”

Esta interpretación de la importancia de los derechos humanos responde a su amplia visión espiritual de la sociedad, y a su alto concepto del amor familiar. De ahí que se cometa una grave equivocación al calificar a Martí como un marxista, según lo repiten los aduladores del castrismo.

Para Martí el derecho a pensar, y el derecho a expresar lo que se piensa, es la piedra angular de todos los demás derechos. Insiste en múltiples ocasiones en la necesidad de dar vía libre al pensamiento, y de poseer el valor para manifestarlo:

“Quien esconde por miedo su opinión, y como un crimen la esconde en el fondo del pecho, y con su ocultación favorece a sus tiranos, es tan cobarde como el que en lo recio del combate vuelve grupas y abandona la lanza al enemigo”.

Ripoll considera, en su breve introducción al pensamiento martiano, que Cuba vive hoy como en los días de la conquista española, cuando el terror de las armas y los perros se imponía sobre el indio infeliz, y lo acosaban y sometían brutalmente hasta llevarlo al suicidio:

“Había entonces religiosos que no daban la espalda al crimen. Alzó la voz nuestro primer disidente, el padre Bartolomé de las Casas. Pasados más de quinientos años, aun hoy está vivo Las Casas: ni el crimen se ha agotado en la Isla ni falta quien lo delate. En las primeras décadas de la conquista se suicidó más del diez por ciento de los indígenas; desde el triunfo del estalinismo en Cuba, más del diez por ciento de la población se ha ido al exilio: otra forma de protesta y de suicidio”.

Al leer los pensamientos de Martí, que Ripoll ha hilvanado con mucho acierto, se advierten joyas valiosas que vale la pena dar a conocer en estos tiempos revueltos y peligrosos.

Martí no escribió pensando únicamente en Cuba. Su corazón y su mente estaban por todo el universo, sintiendo y meditando por todos los que eran víctimas del abuso y la opresión. Su enfoque, aunque nacido de la dura experiencia cubana, tiene una proyección que abarca a todos los pueblos del orbe y encaja en todas las agrupaciones humanas.

De ahí este consejo breve y elocuente: “Bello es que los pueblos combatan por su libertad: mas sólo tienen el derecho de combatir por su libertad los que no opriman la de otros”.