miércoles, 22 de octubre de 2008

Martí y sus referencias a la palma real.

10 de Agosto, 2008

Cubarte
Por: Rolando Álvarez Estévez

Sin lugar a dudas, la diversidad, riqueza y vigencia del ideario de nuestro José Martí resulta inconmensurable. Fue él quien supo alertarnos, tempranamente, de las acechanzas y peligros expansionistas del gigante de las Siete Leguas, del imperialismo norteamericano.


Su inteligencia y temas abordados por él fueron infinitos. Pensamos que nada escapó la concepción y visión universal que del mundo tenía Martí, en el tiempo que le correspondió vivir. Habría que preguntarse entonces de qué no escribió, o dejó de escribir.

Por ejemplo, sus menciones a algunos aspectos de la naturaleza y la relación de ésta con la formación patriótica de quienes debían integrarse a la guerra independentista contra el colonialismo español, no fueron muchas pero algunas de ellas tan profundas como aleccionadoras. Para Martí, la palma real siempre fue sinónimo de virilidad, de presencia necesaria no tan solo en el paisaje cubano sino en el contexto de la guerra que él se dedicó a preparar, con constancia y total sacrificio, o simplemente, para identificar a la tierra que lo había visto nacer.

Cuando en la emigración Martí perseguía alcanzar su objetivo estratégico, o sea, la unión de todos los revolucionarios, tuvo presente en su verbo o en sus escritos, a la palma real, como un símbolo vibrante, capaz de simbolizar la fuerza que debía alcanzar la revolución. En los momentos de mayor incertidumbre y cuando de agilizar el estallido revolucionario en Cuba, Martí expresó en su discurso en el Hardman Hall, Nueva York, el 30 de noviembre de 1889: " Si entre los cubanos vivos no hay tropa bastante para el honor, ¿qué hacen en la playa los caracoles, que no llaman a la guerra a los indios muertos. ¿qué hacen las palmas, que gimen estériles, en vez de mandar? ... "

En situaciones coyunturales tampoco perdió tiempo en comparar la grandeza de las palmas con hombres comprobados en la lucha, con suficientes méritos y prestigio obtenidos en los campos de la guerra. Así, al referirse a Carlos Roloff, polaco de nacimiento, veterano de la Guerra Grande y con las estrellas de Mayor General del Ejército Libertador, Martí lo definió como "persona que tiene ganada la palma alta sobre su sepultura".

En su viaje hacia los campos de la guerra liberadora de Cuba, Martí anota en su diario cuanto de intensidad y admiración vivió en el territorio de República Dominicana. Así, en su paso desde Santiago de los Caballeros a la Vega, y con verbo poético, nos dice: "Y admiré, en el batey, con amor de hijo, la calma elocuente de la noche encendida, y un grupo de palmeras como acostada un en la otra, y las estrellas, que brillaban sobre sus penachos".

Y es que la palma real, tan majestuosa como impresionante por su belleza y vitalidad, que llega a retar, de manera victoriosa a los más violentos huracanes, es el más bello símbolo de nuestra naturaleza tropical.

Al igual que Martí las generaciones posteriores siempre han llegado a identificar la palma real con nuestra identidad nacional. Entre montañas y como símbolo de patriotismo, las palmas aparecen en el escudo nacional de nuestra república.

Fidel, el continuador ejemplar de nuestro Martí, jefe de la generación de su centenario, quien lo declaró autor intelectual de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, respectivamente, definiría a la Revolución que triunfó el lro. de Enero de 1959, de "tan cubana como sus palmas".

En los conceptos de identidad y cubanía, presente en las raíces de nuestra nacionalidad, también está presente la palma real, como reina del paisaje de la campiña cubana.

Fuente: CUBARTE

lunes, 20 de octubre de 2008

ASIA pide que se acondicione la plaza José Martí, junto a la Oficina de Turismo.

Domingo 19 de octubre de 2008

Lne.es » Avilés
M. M.

El secretario de juventud y medio ambiente de la Agrupación Social Independiente de Avilés (ASIA), Carlos Sol, presentó un escrito en el Registro Municipal solicitando el acondicionamiento de la plaza dedicada al prócer José Martí, ubicada en la calle Jovellanos, en las inmediaciones de la sede de la Oficina de Información y Turismo de la Mancomunidad «Comarca Avilés». «Con motivo de las obras de acondicionamiento del edificio turístico se quitaron cinco árboles de dicha plaza y una fuente. Ha pasado más que tiempo suficiente para que esta plaza volviera a recuperar su estado inicial, pero a día de hoy no existe ni un solo indicio que nos haga pensar que va a recuperar su viejo aspecto», afirmó Sol.

Criticó a su vez que el único árbol centenario que quedaba con vida en la plaza José Martí ha sido talado. «Este ejemplar arbóreo era una paulownia, árbol de origen chino que también se da en parte del sureste asiático y Japón. En época de floración daba a la plaza un magnífico aspecto», afirmó, al tiempo que recordó que en su día ya se taló una higuera en la plaza de la calle Jovellanos.

martes, 14 de octubre de 2008

La historia, los hombres y la naturaleza: José Martí.

Cubarte
Por: Juan Páez Costa

(Cubarte).- En la serie de artículos sobre La historia, los hombres y la naturaleza se expuso el primero, de los muchos trabajos que merecen ser dedicado a José Martí y la naturaleza. Existe una necesidad de divulgar su obra, sus ideas, su visión, su vida, en justo homenaje a sus méritos excepcionales y para aprender de ella.

Es que cuando se lee y se conoce de su obrar y de su pensamiento, y se vuelve a leer lo que como patrimonio para los cubanos y para la humanidad nos dejó el Apóstol, siempre se encuentra algo nuevo, algo que en la lectura anterior no se captó en toda la trascendencia de expresado.

Entonces, en el empeño de continuar comunicando alguno de sus diversos y abarcadores escritos relacionado con la naturaleza y el arte se presenta un segundo artículo dedicado a Martí, el mar y el medio acuático en general...

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lunes, 13 de octubre de 2008

Mi relación con José Martí.

10 de octubre del 2008

Al Momento.net
POR GRAZIELLA POGOLOTTI

La Habana (PL).- Por vías misteriosas, José Martí ha alimentado el alma de los cubanos. Después de su caída, cuando su obra andaba todavía dispersa en páginas de periódicos, en algunos manojos de versos o en el recuerdo de sus espléndidos discursos, todos reconocieron en él al fundador y maestro. Su profunda disección del presente abrió su percepción hacia el territorio desconocido del porvenir con una clarividencia que aún hoy asombra y produce vértigo.

Tanto fue su influjo que los políticos de la república neocolonial no lograron malbaratar su legado, aunque reiteraran a troche y moche las mismas citas. Valerse de las brillantes síntesis axiomáticas frecuentes en la prosa de Martí resulta tentador. Pero castra la sustancia viva latente en el modo de discurrir del cronista y del orador donde se vertebra un aleccionador ejercicio del pensar indispensable en los tiempos que corren. Bien informado acerca de los grandes temas de su contemporaneidad, separa lúcidamente la paja del grano para impregnarse del presente y trascenderlo al entrelazar la persona humana –siempre protagónica-con el devenir del mundo en el contexto preciso de su estar en la tierra en una isla que es, también Continente.

Poco entendía yo cuando Manuel Isidro Méndez, ese español cubanizado a través de su devoción martiana, disertaba en interminables conversaciones con mi padre acerca de las influencias filosóficas latentes en el pensar del Maestro. Mientras eso sucedía, mi aproximación a la obra de Martí se iba haciendo de otro modo.

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sábado, 11 de octubre de 2008

El Céspedes que llevó dentro José Martí.

10 de octubre del 2008

Periódico Granma
NYDIA SARABIA

No existen en discurso o escritura textos más singulares y perdurables en el tiempo que los que escribió José Martí. Es difícil parangonarlo con otros escritores, poetas, historiadores, analistas, sociólogos, politólogos, científicos sociales, sin tener en cuenta que Martí no solo fue un precursor del modernismo, sino su iniciador y esto lo sabía bien su discípulo Rubén Darío.

La dicotomía entre dos de los más importantes géneros en que descolló: la poesía y la oratoria, se deslinda en su noble y profundo pensamiento político, filosófico, cultural. Sin embargo, esa dicotomía se perfila cuando leemos y analizamos párrafos del paralelismo tan preciso y justo que escribió como el titulado: Céspedes y Agramonte, publicado como artículo literario o ensayo en El Avisador Cubano, de Nueva York, el 10 de octubre de 1888, en el aniversario 20 del grito de La Demajagua.

Lo comenzó diciendo:

"El extraño puede escribir estos nombres sin temblar, o el pedante, o el ambicioso: el buen cubano, no. De Céspedes el ímpetu, y de Agramonte la virtud. El uno es como el volcán, que viene, tremendo e imperfecto, de las entrañas de la tierra; y el otro es como el espacio azul que lo corona. De Céspedes el arrebato, y de Agramonte la purificación. El uno desafía con autoridad como de rey; y con fuerza como de la luz, el otro vence. Vendrá la historia, con sus pasiones y justicia; y cuando los haya mordido y recortado a su sabor, aun quedara en el arranque del uno y en la dignidad del otro, asunto para la epopeya. Las palabras pomposas son innecesarias para hablar de los hombres sublimes. Otros hagan, y en otra ocasión, la cuenta de los yerros, que nunca será tanta como la de las grandezas. Hoy es fiesta, y lo que queremos es volverlos a ver al uno en pie, audaz y magnífico, dictando de un ademán, al disiparse la noche, la creación de un pueblo libre, y al otro tendido en sus últimas ropas, cruzado del látigo el rostro angélico, vencedor aún en la muerte. ¡Aún se puede vivir, puesto que vivieron a nuestros ojos hombres tales!" (1)

Se puede decir que desde su adolescencia Martí fue un cespedista consuetudinario. Lo siguió durante su atormentada prisión en las canteras de San Lázaro, lo continuó en su destierro político en España y luego en Estados Unidos. Continuó el paradigmático destino de aquellos hombres sublimes que dieron sus vidas por la libertad y soberanía de su Isla tal como la soñó y murió el Padre de la Patria, al caer en combates desiguales y trágicos: uno en San Lorenzo, el otro en Dos Ríos.

En ese mismo ensayo sobre Céspedes y Agramonte acotará:

"Es preciso haberse echado alguna vez un pueblo a los hombros, para saber cuál fue la fortaleza del que, sin más armas que un bastón de carey con puño de oro, decidió, cara a cara de una nación implacable, quitarle para la libertad su posesión más infeliz, como quien quita a una tigre su último cachorro". (2)

Desde que Martí arribó a Nueva York en 1880 pensó en poner su elocuente oratoria a exaltar la fecha del 10 de octubre, para un llamado a la unidad inquebrantable de los cubanos, tanto los de la emigración como los de la Isla. El 24 de enero de 1880 en su discurso conocido como Lectura Patriótica, en Steck Hall, utilizó frases que hoy se hacen actuales y célebres, tales como: "Esta no es sólo la revolución de la cólera. Es la revolución de la reflexión".

En esa histórica lectura en el Steck Hall añadió otros conceptos y entre estos subrayó: "No hablo yo de aquellos mártires escasos que por cumplir melancólicos deberes, sacrificaron vehementes aficiones; mas sí de los que vivieron de brazo con los electos españoles, y les sirvieron en sus oficinas, y escribieron en sus periódicos, y se alistaron en sus filas, y engastaron en la luctuosa cinta de hule los colores a cuya sombra se disparaban en aquel instante las balas que echaban por tierra a Ignacio Agramonte y a Carlos Manuel de Céspedes... ". (3)

En Céspedes también aleteó y creció la integración y emancipación hispanoamericana de El libertador Simón Bolívar. Martí conocía bien este pensamiento bolivariano cuando indagaba aquella ayuda solidaria que Venezuela enviaba a los patriotas cubanos como las expediciones que salían, burlando las cañoneras españolas, de Puerto Cabello y Maracaibo en el glorioso Virginius, entre ellas la conocida como la expedición bolivariana que organizaron y trajeron a la Isla los generales Manuel y Rafael de Quesada y Loynaz, cuñados de Céspedes. Esas expediciones mantuvieron viva la guerra que duró diez años heroicos, cuyo análisis historiográfico y epistemológico todavía merece profundizarse con nuevos y fidedignos documentos. En esas expediciones se transportaron pertrechos de guerra, acémilas, alimentos, ropa, medicinas y también hermanos venezolanos, algunos de ellos dieron sus vidas por la causa revolucionaria de Cuba. La guerra de los diez años (1868-1878) dio al Ejército Libertador Cubano, siete generales, el mayor número de combatientes de todo el Caribe y el continente. (4)

Cada 10 de octubre era una fiesta, como bien señaló Martí y a esa memorable efeméride le dedicó sus encendidos discursos, así como a los heroicos bayameses y camagüeyanos que se levantaron en armas. La oratoria martiana de esa fecha es una dialéctica para todos los tiempos. Los dictó en el Masonic Temple, en el corazón de Nueva York , el 10 de octubre de 1887, en 1888 y 1889, en el Hardman Hall, así como el de 1890 organizado por el club Los Independientes. Luego vendría la renuncia de su trabajo como cónsul de Argentina y Uruguay, y en la prensa para dedicarse a recorrer países del Caribe y América en la propaganda del Partido Revolucionario Cubano y organizar la "útil y necesaria guerra".

Ahora que en algunas partes fuera de Cuba se insulta, se reniega y se calumnia a esa pasión martiana por la libertad, la justicia social, donde existen sietemesinos, neoanexionistas y seudomartianos, tenemos la oportunidad de apuntar algo para acentuar el sentimiento patriótico y revolucionario, la sensibilidad por ese Céspedes que llevó dentro José Martí, y no dejar de pensar en su famoso Céspedes y Agramonte como para releerlo todos los días.

Notas:

(1) José Martí. Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba. La Habana, 1963. t. 4 , p. 358 a 362.

(2) Ibídem, ob. Cit., t. 4, p. 358.

(3) Ibídem, ob. Cit., t. 4, p. 183

(4) Nydia Sarabia. Entre la memoria y el tiempo. Ediciones Verde Olivo. La Habana, 1996.

viernes, 10 de octubre de 2008

'El sueño de Martí': patriotismo y distinción.

9 de Octubre del 2008

DANIEL FERNANDEZ
El Nuevo Herald

No es nada fácil el tomar la figura de un prócer de la estatura de José Martí y llevarla a escena en una obra musical. Sin embargo, el elenco que estrenó en la noche del sábado en el Miami Dade County Auditorium El sueño de Martí con libreto, canciones y música de Pedro Román pasó muy honrosamente esta prueba de fuego.

Aunque esta producción de la Academia de las Luminarias de las Bellas Artes (A.L.B.A.) --organización no lucrativa que fundara el propio Román en 1989-- es de proporciones modestas, se logra el objetivo de honrar al Apóstol de la independencia de Cuba y destacar la vigencia de su mensaje en el momento actual a lo largo de dos horas y media de bella música y sano entretenimiento. Y es que todos los participantes, desde el coro hasta el extraordinario Jorge Hernández que encarna sobrecogedoramente a Martí, pasando por los técnicos, diseñadores y operadores, todos han dado lo mejor de sí para honrar a una figura que trasciende los límites de su isla natal para proyectarse como una brecha de luz en un momento en que Nuestra América se sume en las tinieblas.

Sin duda el trabajo de Hernández va a dar de qué hablar por mucho tiempo. Tanto al actuar como al cantar mantuvo un aura de dignidad sin resultar envarado. Creíble en todo momento, y a veces, sencillamente increíble. Su asimilación del multifacético y enorme personaje fue la columna vertebral de esta obra que no se hubiera sostenido si el actor no hubiera logrado reproducir en escena a este poeta que es también hombre enamoradizo; rebelde pero humanista; filósofo pero violento, guerrero y a la vez de corazón sensible. En fin, un ser grande; pero muy humano. Su entrega de Yugo y estrella fue uno de los momentos más emotivos y hermosos de la noche.

Nattacha Amador (Doña Leonor), actriz cantante de larga trayectoria en esta ciudad y a quien hemos aplaudido con gusto muchas veces no estaba muy bien de voz esa noche --llovía a cántaros, sonaba algo resfriada--; pero aun así no tuvo contratiempos y su actuación se mantuvo en su acostumbrado nivel de profesionalismo. El popular Chamaco García, se desdobló convincentemente como el padre, Don Mariano. Rigo Palma y Ramón González Cuevas cumplieron cabalmente en su enlazador papel del nieto y el abuelo que repasan la historia del Apóstol. Mención especial para el joven Anthony Costas que hace del Martí adolescente y tiene a su cargo la romanza Madre del alma que entregó con sensibilidad y acople, y que también fue emotivamente acogida por el público.

Rossana Parodi con su bella voz y presencia resultó una grata sorpresa como Carmen Zayas Bazán. Su Te digo adiós fue muy aplaudido. Muy dignos y bien caracterizados Germán Barrios como Máximo Gómez y Patricio Collado como Antonio Maceo; aunque no tan satisfactorios en lo musical. El multifacético Román cumplió también efectivamente con los recitativos en off.

El resto del reparto, los coros y supernumerarios estuvieron a la altura de un espectáculo de gran profesionalismo. Especial mención para la pareja de baile de José Alberto y Maritza Nodar que desarrollaron los distintos números de baile folclórico (México, Guatemala, España, etc.).

La orquestación y la dirección musical corrió a cargo de Danny González, mientras que Manny Albelo fue el mago de las luces y el director de escena. No se puede olvidar la efectiva labor de Dimitri Ramírez en el sonido, ya que salvo algunos instantes turbios al principio, los micrófonos inalámbricos funcionaron a la perfección y no hubo nunca desacople de pistas y cantantes. En realidad todo el espectáculo fluyó sin baches, y a pesar de que no habían tenido la oportunidad de ensayar cabalmente en el teatro antes de la puesta, todo salió muy bien y hasta hubo sus momentos de brillantez. ¿Cuánto más se hubiera logrado con un mayor presupuesto? Sin duda que si hubiera habido en escena todo un cuerpo de baile, si las proyecciones de fondo hubieran sido más variadas y coloridas, el espectáculo hubiera ganado mucho; pero aun así El sueño de Martí cumplió con creces con lo que se propusiera su creador, el talentoso Román, y por eso fue larga y emocionadamente ovacionado de pie. Actores y público habían desafiado la fuerte lluvia para honrar al Apóstol y no quedaron defraudados, fue una noche de patriotismo y de arte de altura. Esperemos que la experiencia vuelva a repetirse.•

dfernandez@herald.com

martes, 7 de octubre de 2008

Primera página web sobre Martí en Cienfuegos.

Granma
ONELIA CHAVECO

La primera página web sobre los testimonios patrimoniales de José Martí en la provincia cubana de Cienfuegos, quedará inaugurada el próximo día 18 de octubre en saludo al aniversario 155 del natalicio del Apóstol.

El sitio constituirá una evidencia de las relaciones del héroe nacional y el Partido Revolucionario Cubano con la ciudad y su movimiento patriótico durante la década del 80 del siglo XIX.

Esta web se hospedará en el portal de Patrimonio que forma parte de la red cienfueguera Azurina, y comenzará a funcionar a partir del próximo 20 de octubre, día de la cultura cubana.

Informáticos del Centro provincial de Patrimonio actualizarán periódicamente la página, donde reflejarán el quehacer de instituciones que atesoran información sobre José Martí y construcciones conmemorativas en su honor.

Los usuarios también podrán encontrar un directorio cienfueguero con locaciones y calles que llevan su nombre, obras de arte con su figura, así como datos históricos importantes.

En la Web Martí se publicarán obras de importantes investigadores cienfuegueros como Samuel Sánchez Gálvez quien demostró la presencia del Apóstol en la logia Masónica con el hallazgo de dos documentos con su firma y nombre simbólico.

También se llevarán a la red investigaciones de Mirtha Luisa Acevedo, especializada en estudios martianos y de los vínculos de su familia con territorio cienfueguero.

(AIN)

lunes, 6 de octubre de 2008

Una crónica viva, las huellas del Apóstol.

Cubarte
Por: Mercedes Santos Moray
06 de Octubre, 2008

(Cubarte).- A una escritora camagüeyana que, en este año, acaba de cumplir 85 de vida, aunque la enfermedad ha silenciado su presencia en nuestro horizonte cultural, a ella, a Mary Cruz debemos la autoría de un breve volumen: El hombre Martí, publicado por el Centro de Estudios Martianos, y prologado por quien ha sido su compañero, el poeta y ensayista Ángel Augier.

Desde el preámbulo, el propio Augier define este cuaderno, acercamiento a una subjetividad, la de Martí, en el decursar de su existencia, libro escrito con amor, y resultado de muchos años de lecturas y de búsquedas, de voluntad divulgativa, en lo esencial, y no de afanes exegéticos, texto que tiene una virtud, la de seguir las huellas del Apóstol, desde el costado más personal y humano, es decir, desde las raíces mismas de su encarnadura, descubriendo ante los lectores aquellos rasgos físicos y también morales de un ser humano excepcional.

Verdadera crónica viva este libro estructurado con un sentido didáctico, que invita a otras lecturas, y también a investigar esos costados en los que no se suele abundar, cuando se trata de la abundante papelería dedicada a Martí, porque la escritora que aquí usa de sus técnicas ensayísticas, pedagógicas y también narrativas, quiere adentrarnos en la espesura de un hombre, desde la niñez a la muerte, para no sólo conocerle mejor, sino y sobre todo, para que se nos agrande, desde la individualidad, ese cubano que devino símbolo y que muchas veces se nos diluye entre ideas, como si nunca hubiera sido un sencillo habitante de este mundo.

De interés, incluso metodológicamente, resulta el apunte de Mary Cruz cuando nos presenta el desarrollo de aquel cuerpo que sólo llegó a los 42 años, y cómo nos describe su cabellera, abundosa en la niñez, ensortijada en la juventud, hasta ver cómo clarea, mientras se agotan las energías físicas y se aproxima en la madurez al final de la vida, con la calvicie que describe el médico forense, al examinar al caído en Dos Ríos.

También los ojos, que la autora concluye, gracias a numerosos testimonios de los coetáneos de José Marti, como el centro de su expresión facial, y como el reflejo de su propio carácter, estos sus ojos pasan de ser castaños a claros, o se definen por la escritora como “glaucos”, con esa capacidad que tantas personas tienen de varias con el tiempo y las propias motivaciones afectivas.

Otro elemento lo será la sonrisa, siempre breve, y sólo muy ocasionalmente atrapada por el lente y la pintura, de mayor espontaneidad cuando sostiene al pequeño José Francisco, a la altura martiana de sus 28 años, y luego, desvanecida, aunque no ausente su sentido del humor, tras laceraciones y vivencias en una vida que, como la suya, fue tan intensa.

A estos temas suma Mary Cruz su exploración de la personalidad, la construcción del ser humano en un despiece narrativo que sigue, también, el sendero de ver las variaciones de la existencia, los cambios ocurridos en distintas facetas de aquella naturaleza, en las que tuvo tanta importancia el amor, desde los padres y las hermanas, hasta las mujeres que fueron alimento de su espiritualidad y, en especial, su relación con quien fue su esposa, Carmen Zayas Bazán.

Lectura esta que se disfruta, y que como he apuntado, no aspira a ser conclusiva en sus datos, sino una apertura hacia investigaciones necesarias, al tiempo que nos entrega una mirada otra, no desde el mármol de la estatua, ni tampoco desde la dimensión heroica, sino que se aproxima, siempre, a un hombre de mediana estatura, cuerpo delgado y gran voluntad, dinámico e inquieto, que se ha situado en el centro de nuestra historia, y que nos reclama igualmente, gratitud y amor, un conocimiento de su persona, desde muchos aspectos, para entenderle mejor también, y ver cuánto nos dio, aquel criollo de tez trigueña y ojos oblicuos, de voz de barítono, como señalan sus amigos y oyentes, el mismo de la calle de Paula y del cruce del Cauto con el Contramaestre.

jueves, 2 de octubre de 2008

La ética y la acción de José Martí.

Fernando Dávalos
Colaborador de Rebelde
2 de Octubre de 2008, 9:50 a.m.

LA HABANA, CUBA.- El pensamiento ético y la acción de José Martí, en la segunda mitad del siglo XIX, tenía una matriz latinoamericanista y de apego a las clases populares, y hacen saber que la grandeza no puede hacer olvidar las obligaciones familiares y cotidianas. Por eso se entiende que fue un hombre sometido a múltiples tensiones, contradicciones y hasta reveses. Supo construir su imagen pública patriótica, en estrecho y singular contrapunto con su vida íntima, y sufrió la incomprensión de su madre, de la esposa y de numerosos amigos, que deseaban que su brillante talento se aplicase al ejercicio de la abogacía y al disfrute de una holgada vida familiar.

Martí padeció, pero no cejó por entregarse a Cuba.

Pasó tiempo separado de su hijo, lo que expresó más de una vez en sus textos, y eso le dolía. Tanto fue que le hizo considerarse un muerto en vida. Adoptó el sencillo traje de color negro porque afirmaba que guardaba luto por la esclavitud de Cuba. Se sintió desposado con la patria. Pero no cesó en sus delicadezas de caballero y fue buen conocedor de telas y modas, y aconsejó con buen gusto a sus amistades, al comprar ropas para su hijo y al presentar a los personajes femeninos de Lucía Jerez, su única novela. Mantenía sus finezas, pero se entregaba de cuerpo y alma a la conspiración.

Su sentido estético le haría rechazar el oropel y el artificio, y por ello, quizás, trabajaba sus textos sin cesar y nunca encontró sus Versos Libres a punto para publicar. Defendía lo pictórico, y un día en Nueva York gastó el único dólar de sus escuálidos bolsillos en comprar una taza de porcelana china para disfrutar de su belleza. La amistad y el agradecimiento formaban parte de sus deberes y de sus gozos. En sus cartas al mexicano Manuel Mercado demuestra que siempre reconocía en aquél la ayuda a sus padres y hermanas, y cómo le abrió él mismo las vías para incorporarse a la vida intelectual del México de entonces, y a su sustento diario. Martí fue así de honrado, que no olvidaba.

Su maestro Rafael María de Mendive, en los años juveniles, y mentor de su amor a Cuba, resultó siempre sagrado en su memoria. Quienes le tendieron la mano a Martí, fueron aceptados y queridos, aunque no coincidieran en sus posiciones políticas. Mediante la franqueza y la lealtad logró servicios para Cuba de un natural de Galicia que estaba integrado al recalcitrante Cuerpo de Voluntarios, afín al gobierno colonial, y de un joven español que servía en el barco que le condujo, en 1879, a la segunda deportación de su amada Cuba. Ese fue el joven Pepe Martí, comprometido en la lucha y en todo momento delicado, esclavo de sus letras, y humilde soldado de Cuba.

miércoles, 1 de octubre de 2008

¿Cómo era José Martí?

Fernando Dávalos
Colaborador de Rebelde
1ro. de Octubre de 2008, 10:10 a.m.

La Habana, Cuba.- Se ha escrito que José Martí poseía el arte de escuchar, pero era un hombre que hechizaba a quienes estaban atentos, en un aula con los cubanos negros de Brooklyn, en salones de la Quinta Avenida neoyorquina, o ante la tropa mambisa alzada en los campos orientales de Cuba. Podía transformar su cálida voz, de rápida y pegajosa palabra en la intimidad, en un fogoso y convincente discurso, cuando así era necesario.

De entonces algunos detallan sus ademanes, el gesto y la mirada penetrante y enérgica, y dulce, como lo señaló la chilena Gabriela Mistral, que hallaba vida en sus ojos aún después de muerto Martí, en cualquier retrato antiguo. Su palabra y sus ojos eran su elocuencia.

Era hombre de detalles. Cuando visitó a Manuel Mercado en 1894, ya próximo a su caída en combate, Martí no olvidó una flor o un pequeño recuerdo. En víspera de un viaje a Tampa, suprimió su comida para comprarle un recuerdo a la hija de cinco años de un tabaquero. Al hacer una visita, dirigía una palabra amable a cada persona, cual repetía en las despedidas de sus cartas, en sus dedicatorias y en sus poemas. Recordaba casi siempre a quien vio antes, lo recuerda el historiador Pedro Pablo Rodríguez.

Martí no era tan serio como aparece en las fotos de entonces, como era una costumbre. Intercalaba la risa en sus conversaciones, y gustaba de bailar. Se le recuerda en México cómo animaba las redacciones y las tertulias de intelectuales.

En Nueva York, maduro ya, sus amigos le buscaban para ir al bar de moda, en el hotel de Hoffman. Sabía de vinos y comidas, y dice Enrique Collazo, quien lo trató en momentos en que apenas dormía, porque preparaba expediciones subrepticias para Cuba, ordenaba una comida como nadie, pero comía poco o nada. ¡Cómo serían las preocupaciones de Martí!

Fue Pepe frugal de hábitos y por necesidad, y quizás también para predicar sin palabras ante cualquier cubano habitualmente dispendioso. Martí era hiperquinético, como ahora se dice, nervioso y no podía estar tranquilo, pero pasaba horas escribiendo. Subía los escalones de dos en dos, pero le leía pacientemente a su hijo y pasaba largos ratos cerca de María Mantilla, mientras ella estudiaba piano. Martí supo combinar las decisiones de la guerra que preparaba (1895), con los detalles amorosos de su hogar, a pesar de tan graves tensiones en cada momento. Pudo controlar y encauzar su orgullo, su rebeldía y cualquier arranque de soberbia. Fue una voluntad al servicio de la causa y de los demás.

“Era un hombre de gran corazón que necesitaba un rincón donde querer y donde ser querido. Tratándole se le cobraba cariño, a pesar de ser extremadamente absorbente”, relata uno de sus colaboradores en las lides patrióticas, cuya relación con José Martí comenzó con un sonado choque epistolar. La naturaleza viril del soldado Martí se mantuvo en todo momento, y con sus convicciones, le llevaron al primer combate en la localidad de Dos Ríos, en la zona oriental de su amada Cuba, el 19 de mayo del año de la guerra que previó, donde cayó de su cabalgadura muerto a balazos, en la que no era habilidoso jinete. En esos momentos marchaba a organizar el gobierno de los patriotas en armas, otra inmediata encomienda y preocupación de la histórica causa.