miércoles, 22 de octubre de 2008

Martí y sus referencias a la palma real.

10 de Agosto, 2008

Cubarte
Por: Rolando Álvarez Estévez

Sin lugar a dudas, la diversidad, riqueza y vigencia del ideario de nuestro José Martí resulta inconmensurable. Fue él quien supo alertarnos, tempranamente, de las acechanzas y peligros expansionistas del gigante de las Siete Leguas, del imperialismo norteamericano.


Su inteligencia y temas abordados por él fueron infinitos. Pensamos que nada escapó la concepción y visión universal que del mundo tenía Martí, en el tiempo que le correspondió vivir. Habría que preguntarse entonces de qué no escribió, o dejó de escribir.

Por ejemplo, sus menciones a algunos aspectos de la naturaleza y la relación de ésta con la formación patriótica de quienes debían integrarse a la guerra independentista contra el colonialismo español, no fueron muchas pero algunas de ellas tan profundas como aleccionadoras. Para Martí, la palma real siempre fue sinónimo de virilidad, de presencia necesaria no tan solo en el paisaje cubano sino en el contexto de la guerra que él se dedicó a preparar, con constancia y total sacrificio, o simplemente, para identificar a la tierra que lo había visto nacer.

Cuando en la emigración Martí perseguía alcanzar su objetivo estratégico, o sea, la unión de todos los revolucionarios, tuvo presente en su verbo o en sus escritos, a la palma real, como un símbolo vibrante, capaz de simbolizar la fuerza que debía alcanzar la revolución. En los momentos de mayor incertidumbre y cuando de agilizar el estallido revolucionario en Cuba, Martí expresó en su discurso en el Hardman Hall, Nueva York, el 30 de noviembre de 1889: " Si entre los cubanos vivos no hay tropa bastante para el honor, ¿qué hacen en la playa los caracoles, que no llaman a la guerra a los indios muertos. ¿qué hacen las palmas, que gimen estériles, en vez de mandar? ... "

En situaciones coyunturales tampoco perdió tiempo en comparar la grandeza de las palmas con hombres comprobados en la lucha, con suficientes méritos y prestigio obtenidos en los campos de la guerra. Así, al referirse a Carlos Roloff, polaco de nacimiento, veterano de la Guerra Grande y con las estrellas de Mayor General del Ejército Libertador, Martí lo definió como "persona que tiene ganada la palma alta sobre su sepultura".

En su viaje hacia los campos de la guerra liberadora de Cuba, Martí anota en su diario cuanto de intensidad y admiración vivió en el territorio de República Dominicana. Así, en su paso desde Santiago de los Caballeros a la Vega, y con verbo poético, nos dice: "Y admiré, en el batey, con amor de hijo, la calma elocuente de la noche encendida, y un grupo de palmeras como acostada un en la otra, y las estrellas, que brillaban sobre sus penachos".

Y es que la palma real, tan majestuosa como impresionante por su belleza y vitalidad, que llega a retar, de manera victoriosa a los más violentos huracanes, es el más bello símbolo de nuestra naturaleza tropical.

Al igual que Martí las generaciones posteriores siempre han llegado a identificar la palma real con nuestra identidad nacional. Entre montañas y como símbolo de patriotismo, las palmas aparecen en el escudo nacional de nuestra república.

Fidel, el continuador ejemplar de nuestro Martí, jefe de la generación de su centenario, quien lo declaró autor intelectual de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, respectivamente, definiría a la Revolución que triunfó el lro. de Enero de 1959, de "tan cubana como sus palmas".

En los conceptos de identidad y cubanía, presente en las raíces de nuestra nacionalidad, también está presente la palma real, como reina del paisaje de la campiña cubana.

Fuente: CUBARTE

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