sábado, 27 de junio de 2009

Ese padre que fue José Martí.

Madeleine Sautié Rodríguez
Granma, viernes, 19 de junio de 2009
Periódico "Girón"

Aunque las páginas de Ismaelillo no se parezcan a otras páginas porque fueron escritas con sagrado amor paternal, no fueron esas las únicas que sobre la materia nos legó en su curso por la vida ese padre que fue el hombre de La Edad de Oro.

Es lógico: Pensar en Martí padre nos remite anafóricamente a su hijo, José Francisco, con quien pudo compartir apenas un escasísimo tiempo. Su visión austera con respecto al lugar que debía ocupar un hombre ante el cumplimiento del deber, en primer orden con su patria, lo conduce, siendo el niño muy pequeño aún, a España: le ha sobrevenido, en septiembre de 1879, el segundo destierro, por conspirar en La Habana contra la metrópoli española que mantenía colonizado a su país.

Carmen Zayas-Bazán, la esposa, ha regresado a vivir con su padre a Camagüey. Y aunque meses después se encontrará con su marido y el pequeño en Nueva York, esta felicidad no logra cuajar a pesar de que el esposo lo pretendiera. "Qué no haré yo por que tengan ella y mi pequeñuelo cuanto les sea necesario". Las vicisitudes del exilio reinan por ese tiempo, y Carmen parte con su hijo a cuestas a su casa, para poner al niño a salvo de la pobreza y al padre en penumbras ante el desarraigo que significa separarse de él. Martí no logra apartar de su pensamiento la imagen poderosa del hijo ausente.

No se conforma la esposa y en diciembre del 82 llega otra vez a Nueva York. El padre, feliz por la presencia de José Francisco, confía en una posible reconciliación, pero la relación ya sufre profundas grietas: intereses distintos, convicciones antagónicas, incomprensiones de ambos caracteres voluntariosos frustran la posibilidad de dicha duradera. En septiembre del 91 Carmen regresa nuevamente a vivir con su padre, el abogado Francisco Zayas-Bazán, fiel servidor de la metrópoli española...

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