martes, 17 de mayo de 2011

El arte de morir en José Martí (I)


17 de Mayo de 2011 17:18 Ángel Velázquez Callejas

Ampliar imagenHubo en José Martí un especial interés por descifrar el misterio de la muerte. La muerte como fin de la vida y la muerte como nacimiento de la vida. Dos afirmaciones que lo llevaron a dilucidar el arte de morir.

La primera afirmación se puede corroborar fácilmente en la esmerada atención que le dedicó, en diversas narraciones publicadas, a la conmemoración de la muerte de personalidades y estadistas de la época. Por ejemplo, a la muerte del gran orador norteamericano Wendell Phillips, del general Grant, del canto de muerte del poeta Walt Whitman a Lincoln, de Cleveland, del general Hancock, de Jesse James y Manuel Tilden, entre otros.


La segunda, en su atención a la muerte de Jesús de Nazaret, Emerson, Garfield, Varela, Luz y Caballero, Mendive y Céspedes. Pero más significativamente, a la de Walt Whitman y a la de él mismo.

No merece atención ahora, a los propósitos de este ensayo, la primera afirmación; de hecho Martí la había conocido a través del pensamiento. Pondremos el énfasis en la segunda afirmación y veremos para ejemplificar, por el momento, lo que Martí recoge en el bellísimo relato sobre la muerte de James Abrahán Garfield, presidente de los Estados Unidos en 1881.

El relato dice:

“A este hombre lo ha matado un elemento oculto, que obra poderosamente contra las fuerzas de construcción, entre las fuerzas de destrucción de la humanidad: un elemento rencoroso, inteligente e implacable: el odio a la virtud” (el subrayado es mío).

“¡Virtuoso, tú serás odiado!”, dirá Martí para referirse a los extremos en que el hombre realiza la vida, aquel que por un lado vive inconsciente, dormido, con el miedo de morir y aquel, el virtuoso, que vive consciente, despierto, vigilante, basando su vida en el arte de morir. Para Martí, Garfield pertenece al segundo grupo, al que muere celebrando y viviendo la muerte.

Dice Martí:

“La noche, la noche sombría es la hora favorita de la muerte: ya al oscurecer, estaba sentada a la cabecera del presidente. La energía estaba de pie a un lado de su lecho, y la bondad al otro; mas los resortes del cuerpo estaban ya quebrados, los pulmones purulentos, el corazón atormentado, una aneurisma a punto de romperse:

“--Mucho pus hay hoy --dijo al curarlo el médico.

“--¡Pues póngalo en la lista de ingreso! --repuso sonriendo, y ya seguro de su fin, el mártir”.

Martí estaba seguro que este hombre estaba cerca del final de su vida, pero su sonrisa era la viva esperanza de que aun la muerte no lo había sorprendido. “¡El pueblo! ¡El pueblo! ¡Mi confianza!”, eran expresiones de Garfield, según Martí, en sus momentos de lucidez. “Plácidas sonrisas iluminaban su faz macilenta, y confusas palabras…”. “¡Estrellas! ¡Cielo! ¡Arroyo!, ¡Campo!”.

“--¿Delira?

“--No, no, doctor --dijo el bravo hombre, y cayó en sueño.

“--¡Oh! ¡Dios mío! ¡Swaim! Qué dolor tan terrible tengo aquí --y el enfermo se llevaba la mano al corazón: ¡Qué dolor tan terrible!

“--Doctor: ¿no hay esperanza?

“--Señora: ¡está muriendo!

“La hija, acercándose a la madre, preguntó: ¿Es la muerte? Y la madre, abrazándola a su pecho, dijo: ¡Hija mía!

“Y el médico, con voz llorosa, dijo: Todo ha acabado”.

Martí reacciona de la siguiente manera: “¡Oh, qué misterio! Vuela un alma del cuerpo, y queda viva, acariciada, abrigada en los lugares que iluminó con su energía, en los espacios que llenó con sus voces, en el pueblo que defendió con su bravura, en los corazones que confortó con su cariño. Quien vive para todos, continua viviendo, ¡dulce premio!”.

Todos los que rodeaban al moribundo, y esta es la expresión oculta del relato, esperaban la llegada de la muerte del honorable presidente. Sin embargo, para el moribundo no había espera, ya la estaba viviendo, la estaba celebrando. Una observación dicotómica expresaba el relato: pensamiento vs vivencia. De ahí que la muerte es un misterio porque por una parte hay quienes las esperan fuera de sí, y, por otra parte, quienes la viven y la celebran dentro de sí. El primer acto pertenece al pensamiento, el segundo a la vida. Quien vive para todos, continúa viviendo, ¡dulce premio!

En el curso de la muerte, el moribundo tiende a aferrarse a la vida, no quiere morir, acude al pensamiento para regresar al pasado, pero luego se desvanece y cae en sueño. El moribundo cambia de opinión y rechaza aferrarse a su pensamiento, al pasado, como una forma de luchar por la vida, y se deja orientar por la misma vida, y en estado de vivencia, entonces muere. No hace más resistencia por regresar a la vida, y entonces se deja morir. En este último acto es donde radica, para Martí, la autenticidad de la acción revolucionaria del hombre.

En los momentos finales de la recesión física del general Vicente García, refiriéndose a “¡Cuba es esta!”, desde Patria, Martí apunta: “Un general de Cuba, rodeado de sus hijos de armas, y se alzó sobre el codo moribundo, no para hablarles de los intereses de la tierra, sino para legarles, con el ultimo rayo de sus ojos, la obligación de pelear por su pueblo hasta verlo libre del extranjero…”. Las palabras finales de Vicente García a sus compatriotas fueron: “Muero en tierra extranjera, pero ahí quedan ustedes para que ayuden a libertar a Cuba. Adiós”.

“No para hablarles de los intereses de la tierra”, es decir, de lo que puede atarlo al pasado, a su vida anterior, a su vida en la tierra, sino “para legarle, con el último rayo de sus ojos, la obligación de pelear…”. El moribundo se expresa con la celebración de la muerte: para qué necesita regresar a la vida si ya está viviendo la muerte, su misterio, y es entonces cuando dice adiós”.

¡Adiós! La última expresión del moribundo, la última sentencia de todo el ego cubano, de la voluntad de poder. Aferrándose a la ideología de la libertad de Cuba, el moribundo agoniza y suelta las amarras: Adiós. Un acto poético en realidad, porque en esa expresión final, adiós, todo queda pulverizado. Aunque no se diga, ha llegado a liberarse definidamente de su ropaje exterior, de su ideología mambisa; entra a vivir por un instante lo que ha sido su existencia final. En ese trance del adiós, donde no impera ya el sentido de patria, de nacionalidad y nación cubana, el moribundo transmite a sus compañeros de lucha la última “verdad”: todo es inútil en este mundo si no se ha vivido el arte de morir, el instante de vivir la muerte.

Ese es el significado final del relato: pelear por la libertad de Cuba, por la independencia, es pelear ante la muerte. La muerte lleva el último aliento de la libertad.http://www.blogger.com/img/blank.gif

Fuente: Neo Club Press

No hay comentarios: