jueves, 10 de julio de 2025

El hombre de la Luz era todo un Caballero

Luis Hernández Serrano
Fotos. / Autor no identificado
julio 9, 2025 1:15 pm

Este habanero que nació hace 225 años, se formó con el magisterio del sacerdote Félix Varela y Morales

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José de la Luz y Caballero.

Escaló tan alto la cordillera espiritual de la cultura, la ciencia y la filosofía, que otro de los grandes hombres cubanos, José Martí, en el periódico Patria del 17 de noviembre de 1894, en plena organización de la Guerra Necesaria, lo describió de esta manera: “Él, el padre; él, el silencioso fundador; él, que a solas ardía y centelleaba, y se sofocó el corazón con mano heroica, para dar tiempo a que se le criase de él la juventud con quien habría de ganar la libertad que solo brillaría sobre sus huesos. Él es uno en nuestras almas”.

Así se refirió el Apóstol de Cuba a José de la Luz y Caballero, a quien también definió como “padre amoroso del alma cubana”, y no resistió la tentación de escribir y dejar dicho para el futuro que “no vi casa ni tribuna, en el Cayo ni en Tampa, sin su retrato”. Si Varela nos enseñó en pensar primero en la patria, José de la Luz y Caballero, su más genial discípulo y continuador, nos enseñó a estudiar y a conocer.

Hombre formado en la ayuda a los demás, sin esperar nada a cambio; humilde con la humildad y sabio con la sabiduría en ristre, para no quedarse él solo con sus descubrimientos y preparar al cubano a enfrentar con éxito el porvenir sin tropiezos, fue aquel humanista y maestro que tuvo la osadía de ser honrado y amigo de la verdad, cuando expresó algo adecuado para los buenos y los malos: “Antes quisiera yo ver desplomadas, no digo las instituciones de los hombres, sino las estrellas todas del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de la justicia, ese sol del mundo moral”.

Recorrió mundo y conoció talentos

Cristiano verdadero al lado de los pobres, nació en La Habana en 1800, hace 225 años. Después de examinar Filosofía, Lógica, Física, Metafísica y Ética, en 1817 obtuvo el grado de Bachiller en la Universidad de La Habana. En 1820 ingresó en el Seminario de San Carlos, fue discípulo de su tío José Agustín Caballero y se graduó de Bachiller en Derecho.

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Su maestro fue Félix Varela.

Poco a poco abandonó los estudios religiosos y en 1821 decidió no tomar las órdenes mayores y se apartó de la carrera sacerdotal por razones filosóficas; sin embargo, persistió en él la religiosidad que siempre lo distinguió. En el propio Seminario de San Carlos, en 1824, ocupó la Cátedra de Filosofía, que tanta altura y prestigio alcanzara con Félix Varela y José Antonio Saco.

En 1828 se encontró con Varela en los Estados Unidos, donde conoció al notable hispanista George Ticknor y al poeta Henry Wadsworth Longfellow. En 1829 viajó a Europa.

En Francia visitó a los destacados científicos Gay Lussac, Mateo Orfila y Louis Jacques Thénard y al brillante escritor Alejandro Dumas. Asistió en París a los cursos del notorio catedrático George Cuvier, y continuó hasta Escocia, tierra en la que conoce y frecuenta la escuela de Edimburgo, y ya en Inglaterra se entrevista con el novelista Walter Scott.

En Alemania visita al intelectual Johann Wolfgang von Goethe, al filósofo Friedrich Wilhem Joseph Schelling y al naturalista Alejandro de Humboldt, con este último que planea la instalación de un observatorio magnético en La Habana. Tomó en Italia lecciones de los religiosos Antonio Rosmini, Alessandro Manzoni y de Giuseppe Gasparo Mezzofanti, el célebre polígloto. Por todo ese peregrinaje el intelectual cubano Medardo Vitier lo calificó de viajero ávido de noticias e intrépido en las andanzas.

Luz recorrió Roma, Florencia, Génova, Milán, Turín, Bolonia, Pisa, Nápoles y Venecia. Él y sus compañeros de aventura descendieron hasta 1 000 pies en el cráter del Vesubio. Subió después a otras montañas, dejando atrás las últimas huellas de otros exploradores. Se asombraban algunos de un cubano, formado por acá, al oírlo hablar con singular corrección las principales lenguas europeas.

Estuvo del lado de la cubanía

En 1834, por el destierro de José Antonio Saco, Luz protestó al capitán general Tacón y se encaminó, gozoso al debate, contra los métodos especulativos de la filosofía oficial del coloniaje. Participó en los años 1838 y 1840 en la famosa Polémica Filosófica; criticó fuertemente a quienes querían sustituir la cubanía por el integrismo. Sentó las bases del inicio ideológico del independentismo propuesto mucho antes por Varela, y orientó, decidido, a la práctica de la ética y de la justicia, también apoyado en las enseñanzas de su tío José Agustín Caballero.

Desde la Sociedad Económica de Amigos del País –en 1835 lo nombró primero vicedirector y cuatro años después director– propició la extensión de la instrucción pública. Además, junto a José Antonio Saco, luchó por la creación de una academia de literatura y arte.

Era maestro de almas

En el centro de su pedagogía estaba el principio cartesiano de “dudar de todo”. Dedicó lo mejor de su vida y de su obra al Colegio El Salvador, que fundó en 1848. Enseñaba también todas las ciencias. Los sábados animaba y organizaba una plática o charla con numerosos oyentes que denominaron sus consejos como el “sermón laico”, su verdadera cátedra.

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Martí lo definió como “padre amoroso del alma cubana”

A él se deben los más de 300 aforismos para la educación del pueblo, sobre una gran diversidad de temas sociales, por ejemplo: La palabra es más poderosa que el cañón; el pensador está siempre conjugando el verbo presente, pasado y futuro; los Estados Unidos, una colmena que rinde mucha cera, pero ninguna miel; e instruir puede cualquiera, pero educar, solo quien sea un evangelio vivo.

Para Luz el mundo de los valores espirituales era tan real como el de la materia. Con el famoso Elenco de 1835 inicia el viraje del pensamiento cubano hacia el empirismo y fortalecimiento definitivo de la reflexión científica.

Uno de los más grandes eruditos cubanos

Según Enrique José Varona, Luz está entre los escritores y maestros de más vasta erudición filosófica, uno de los pensadores de ideas más profundas y originales con que en su época contaba el Nuevo Mundo. Martí valoró la religiosidad de Luz de “natural y bella”. Y como pedagogo, decía que el valor de los profesores y maestros se determina no solo por el saber, la cultura y la conducta de ellos en la vida, sino también por la influencia que ejercen sus enseñanzas en los alumnos.

Consideró que su entusiasmo por la verdad y la bondad no ha sido nunca patrimonio de los mediocres y los problemas no podrán resolverse si rechazamos de antemano la aspiración a luchar por su solución. Afirmó, convencido: “Lo primero es asumir la necesidad de cambios, y después plantearse qué debemos hacer para lograrlos”.

En su obra Polémica, de 1848, recalcó: “Los objetos son los materiales de las ideas; los sentidos, el vehículo de las impresiones; la razón, el agente de la observación; y los signos, el instrumento para marcar los pasos y poder continuar la marcha”.

En 1844, ausente de Cuba, se vio acusado por la llamada Conspiración de la Escalera. En el año 1850, abatido por el dolor de la muerte de su única hija, víctima de una epidemia de cólera que azotó a La Habana, escribió El diario de lágrimas. Con humildad dejó de existir en 1862, rodeado por sus alumnos y los volúmenes de su biblioteca, vivió los últimos años en suelo habanero. No hablaba sino de la verdad, la caridad, la esperanza y la justicia, esta última como “el sol del mundo moral”.

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Fuentes consultadas

José de la Luz y Caballero, el silencioso fundador, Armando Hart Dávalos, páginas 23-39, de Perfiles, Editorial Pueblo y Educación, 2002.

Tomado de: Revista Bohemia

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