Luis Toledo Sande
abril 8, 2021
La publicación de “24 de Febrero: contra imperios y viles” (https://www.cubaperiodistas.cu/index.php/2021/02/24-de-febrero-contra-imperios-y-viles/), y la ilusión de que se haya leído, o se lea, mueve al autor a no insistir en un hecho indeseable sobre el cual no dejan de llegarle consultas o señales, y que internet ha seguido evidenciando: circulan citas que se dan como de José Martí sin serlo, y otras que, de tan falseadas, tampoco son suyas.
La manipulación dolosa de textos de Martí empezó cuando aún él vivía, y reclamar que un autor sea citado con rigor no es quisquilla de filólogos maniáticos, sino exigencia ética. Con especiales razones si se trata de Martí, por lo que significa para la nación cubana. Y para conocerlo rectamente no dependemos de que alguien diga lo que él escribió o dijo.
En otros casos, como el de Cristo —ágrafo, al parecer—, solo queda resignarse a leer lo que a lo largo del tiempo discípulos e intérpretes han dicho que dijo. Pero con Martí se disfruta la maravilla de una inmensa obra escrita por él mismo, de la cual forman parte discursos que improvisó ante el público pero cuya trascripción revisó.
Sus textos son obras de arte, y en eso —y en su coherencia entre palabra, pensamiento y actos— radica uno de los cimientos, y no el menor, de la permanencia de su mensaje. Tuvo la gracia de la perfección creadora, asociada a lo fundacional y al crecimiento, no a lo aséptico ni al redondeo de la muerte. Hasta su campaña política, que incluyó una guerra, la concibió, “con todo acto y palabra” suyos, “como una obra de arte”. Se lo confesó a Manuel Mercado en carta fechada 13 de noviembre y que por su contenido se ubica en 1884.
Hay muchos caminos por los cuales Martí convoca. Hablando de los Seminarios Juveniles de Estudios Martianos, hace tiempo que una compañera le hizo a quien ahora la recuerda una observación que no lo asombró, pero lo movió a pensar. Refiriéndose a quienes, entre la infancia y la adolescencia, participaban en los Seminarios, dijo: los distingue la fineza. Vale añadir: ese logro merece cuidarse, prolongarse.
Martí trasmite fineza, elegancia. Hasta para atacar al adversario tenía esas virtudes. Lo confirmó no en un texto para publicar, ni ante un auditorio, sino en una carta privada, la del 18 de mayo de 1895 a Manuel Mercado. Además de considerarse con razón su testamento político, puede tenerse como un testamento que desborda esa esfera y alcanza lo ético, lo social y lo estético, no solo porque Martí murió al día siguiente, sino por el conjunto de ideas que plasmó en ella, y el modo como lo hizo.