Por Andrés Machado Conte
6 de septiembre de 2022
Diversos sucesos (cambio de gobierno incluido), acontecieron para la salida de Martí en diciembre de 1876 de México. Y como el azar concurrente de Lezama, las recomendaciones escritas del embajador guatemalteco en tierra azteca: se allanaba el camino para que el joven emigrado cubano, conociera a María García Granados y Saborío, a quien sembraría para siempre en el poema.
Para la historia, la muchacha será simplemente La Niña de Guatemala. En exacto verso octosilábico, la consagración se originó precisamente en la dedicatoria de la jovencita, como se sabe, enamorada de su maestro. María García Granados y Saborío nació el 10 de septiembre de 1860 en un hogar pergeñado por la tertulia, la creación, el pensamiento y la docencia.
Una tía-abuela, María Josefa García Granados y Zavala, aparece en la lista ilustre de la intelectualidad que conjugó en tiempo de identidad, la independencia de Guatemala. El padre de la Niña, Miguel García Granados, había sido presidente del país. Promotor de la cultura y de las ideas, amante del ajedrez, reunía en su vocación muchas razones para tener una amistad con José Martí.