sábado, 10 de septiembre de 2022

La noción martiana de libertad en Tres héroes

Por Jerónimo Alayón
septiembre 9, 2022

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Mucho se ha dicho sobre la libertad… y tanto más se dirá. En Tres héroes, ensayo que José Martí publica en julio de 1889 en el primer número de la revista La Edad de Oro, el Apóstol de la Independencia cubana deja colar su concepción acerca de la libertad apenas comenzando el segundo párrafo: «Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado».

Sorprende el enfoque martiano. Normalmente se define la libertad en su acepción positiva como libertad para, es decir, la capacidad de hacer o no sin límites (libertad natural) o en el marco de la ley (libertad civil). En el Iluminismo francés, Rousseau plantearía el asunto en otro sentido: no el de ejercer la voluntad, sino el de no someterse a la ajena o el de no someter la de otros a la propia. La concepción de Martí —y esto es lo primero que salta a la vista— tiene raigambre ontológica, pues está relacionada intrínsecamente con el ser. El fundamento, por tanto, de la noción martiana de libertad es la honradez, dado que esta precisa de aquella para su actualización.

En Tres héroes, Martí insinúa dos niveles semánticos de su concepción de la libertad: el interior o personal (ontológico) y el exterior o social (antropológico). El primero está claro en esta sentencia: «Un hombre que oculta lo que piensa… no es un hombre honrado», por tanto, libre. El segundo se evidencia en la siguiente frase: «Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas… no es un hombre honrado». Aquí, se podría decir, Martí presenta su programa filosófico en torno de la noción que estudiamos.

La subsunción de la libertad a la honradez es una categoría antropológica de primer orden en Martí, puesto que le otorga a aquella su sede en la verdad: un hombre honrado es fiel a la verdad, y ello supone que dicha fidelidad se traduce en libertad al no someterse a cualquier voluntad contraria a la verdad. En tal sentido, la mayor tragedia de toda esclavitud es la propensión al deterioro moral que implica faltar a la honradez.

En el enfoque martiano pareciera entenderse que sin libertad no hay honradez cuando se define aquella como el «derecho a ser honrado», y es así en la libertad interior, pues en esta no se halla condicionada aquella más que por el fuero interno. Se es libre en la medida en que se opta por la verdad, lo cual implica necesariamente la honradez. Un hombre honrado —y, por tanto, libre— es aquel que elige someterse a su conciencia y no a la voluntad ajena, especialmente si es contraria a la verdad.

Ahora bien, la dimensión antropológica de la libertad en la concepción martiana se reserva elementos de gran interés, pues no está escindida de la ontológica en el discurso pedagógico. Se sabe de sobra que con frecuencia estas divisiones artificiales abundan en el empeño didáctico de hacerse entender, pero en el ensayo de Martí que nos ocupa, la ontoantropología de la noción libertad se halla sólidamente concebida y explicada, quizá no con el rigor de un texto filosófico, aunque sí con suficiente solvencia literaria.

Martí expone tres formas de esclavitud, entendida esta como la conculcación del «derecho a ser honrado», en el siguiente orden: 1) ocultar lo que se piensa, 2) acatar un mal gobierno sin trabajar para mejorarlo y 3) obedecer leyes injustas. Si se mira con cuidado, el Apóstol de la Independencia de Cuba ha planteado en dicha secuencia su ontoantropología de la libertad, en la que el sometimiento a la voluntad ajena —en tanto que auctoritas (autoridad moral) y no potestas (poder político por coacción)— pasa necesariamente por el bien común.

La dimensión comunitaria de la libertad es un ámbito en el que el ser puede someterse a otras voluntades, siempre y cuando estas constituyan fuerzas volitivas del bien común, pues este es la actualización gregaria de la verdad. El hombre que en su fuero interno es fiel a esta hace confluir su voluntad en el cauce cívico, con lo cual expande su libertad personal otorgándole así los límites de otra libertad, la social. Ahora bien, al ser esta un espacio antropológico, necesariamente es redefinida la identidad de la persona, de modo que alcanza para sí la posibilidad de sentirse edificada por la libertad propia y ajena.

En este sentido, Martí está consciente del carácter utópico de esta concepción. Sabe de primera mano que la realidad social es que el pueblo se atomiza bajo el horror, renuncia a su honradez y las personas devienen en individuos (que no buscan el bien común, sino la suma de bienes personales): «Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en si el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a sus pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana».

Para Martí, el héroe no es solo quien lucha por una causa justa, sino aquel que lo hace para restaurar en el seno de la sociedad la fidelidad a la verdad (y, con ella, la libertad). Este es el leitmotiv que une la exposición biográfica de los tres héroes que justifican el ensayo: Bolívar de Venezuela, Hidalgo de México y San Martín de La Plata. En tal sentido, Martí concibe el héroe como necesario para concentrar en él las dispersas energías sociales y hacer factible el sometimiento a una voluntad ajena que logra construir socialmente la libertad que de otro modo parecería irrealizable…

Para concluir, sorprende el realismo martiano. Este héroe que encarna cívicamente el ideal de libertad es falible, por tanto, ha de ser destinatario de la misericordia y la gratitud. Cierra el Maestro habanero la primera parte de su ensayo con una hermosa metáfora: «Se les deben perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas. Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz». Así pues, la gratitud es una virtud del hombre honrado y, por tanto, un fruto de la libertad.

jeronimo-alayon.com.ve

Tomado de: El Nacional

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