Luis Toledo Sande
junio 1, 2022

Imagen de portada: José Martí, obra de Isis de Lázaro. Acrílico sobre lienzo/2022
Vinculados con la disolución del Partido Revolucionario Cubano hay hechos que no cabe atribuir a la voluntad de José Martí, su fundador, no solo porque ya él no vivía cuando sucedieron. Uno es la disolución misma del Partido, y en las circunstancias en que ella se dio; otro, que para entonces la organización estuviera en manos de Tomás Estrada Palma, a quien se debe responsabilizar con haber decidido disolverla, o con haber parecido que lo hizo, pues detrás y por encima de él pueden haber actuado otros.
Como corresponde desmentir un error de bulto, empecemos por el segundo de esos hechos. Tal vez nunca se detecte dónde o quién comenzó el infundio, que tanto parece haber prosperado; pero carece de fundamento afirmar que Martí propuso a Estrada Palma para que, llegado el momento, lo sustituyera al frente del Partido.
La presunta sugerencia no se funda en documento ni testimonio alguno, y la niegan de raíz los principios y mecanismos organizativos plasmados por el propio Martí en los Estatutos de la organización, titulados secretos, pero que dejaron de serlo desde sus inicios. Un personaje vidrioso e intrigante, Enrique Trujillo, se encargó de difundirlos, como parte de sus acciones contra la unidad patriótica y de sus rabias contra Martí. Cualesquiera que fuesen sus intenciones —difícilmente buena alguna de ellas—, contribuyó a que los principios y mecanismos aludidos fueran de conocimiento público.
Debe prestarse especial atención a un punto sobre el cual se volverá en estos apuntes: las Bases del Partido declaraban que esa organización tenía un propósito medular irreductible a formalismos y normas administrativas, y que no se limitaba al logro de una Cuba independiente. El cuarto artículo plantea: “El Partido Revolucionario Cubano no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia”. Retengamos desde ahora, seguros del peso de la palabra en Martí, los adjetivos nuevo y sincera.
Quedaría por abundar en la valoración merecida por Estrada Palma, pero desbordaría la extensión razonable y el propósito de estas notas. El autor remite, pues, a breves textos suyos, ya añosos: “Algo sobre José Martí y Estrada Palma” y “José Martí: democracia sincera”). De “José Martí: sustitución y democracia” aparece una copia tipográficamente distorsionada, pero legible.
El Partido fue disuelto nada menos que cuando la guerra de independencia de Cuba contra el colonialismo español la interrumpió la intervención con que los Estados Unidos se aseguraron el camino para lo que Martí había querido impedir a tiempo, y con tanta intensidad que el día antes de caer en combate le confesó a su amigo mexicano Manuel Mercado: “Todo cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”.