Por: Enrique Ramírez
lunes, 15 septiembre 2025
Hay una frase que se ha integrado a la cultura popular y que, desde hace muchos años, escuchamos como una invitación a vivir plenamente, dejar un legado y convertir cada experiencia en parte valiosa de nuestra narrativa personal.
La cita, atribuida al poeta cubano José Martí, afirma: “Para ser hombre hay que tener un hijo, sembrar un árbol y escribir un libro”. Con ella se propone que toda persona debería cumplir con estas tres acciones para vivir con propósito y trascender.
Para quienes nacimos después de la mitad del siglo pasado, esta frase fue tomada casi literalmente como guía de vida, reflejando valores como el dar, amar, crear y contribuir al mundo. En ese contexto, tener un hijo representaba la continuidad de la vida humana: reproducirse y multiplicarse. Sin embargo, esta decisión vital exige preparación física, emocional y económica, además de responsabilidad y transformación personal. Hoy, muchos jóvenes no desean asumir ese riesgo.
De hecho, cada vez más personas sienten que pueden dejar huella a través de su trabajo, sus ideas o su arte, sin necesidad de recurrir a la paternidad. La idea de trascender mediante descendencia ha perdido fuerza, lo cual da lugar a una reinterpretación válida de la primera acción.
En cuanto a “sembrar un árbol”, para quienes crecimos en el siglo pasado y en zonas rurales, era común plantar naranjos, limoneros, cafetos, aguacates y otros árboles. Además, las campañas escolares para embellecer calles o entradas de pueblos fortalecían nuestra conexión cotidiana con la naturaleza.
Por eso, hoy sembrar un árbol puede significar: Dejar florecer un jardín, Restaurar un bosque, Proteger el caudal de un río, Ser guardián de una semilla, Custodiar un territorio, Caminar senderos, Sentir la lluvia sin paraguas, Evitar la contaminación, Escuchar el canto de las aves, Tratar adecuadamente los residuos desde su origen.
En síntesis, esta acción nos remite al compromiso ambiental.
Por último, “escribir un libro” representa la expresión personal y la creación de conocimiento en su forma más duradera. No debe tomarse de manera literal. La vida misma es un libro abierto, en el que cada minuto deja huella de nuestro diario vivir.
Escribir un libro implica dar sentido a la propia existencia: no solo narrar hechos, sino interpretarlos, organizarlos y extraer de ellos un mensaje coherente. Esta labor exige claridad de ideas y una visión del mundo.
Un libro deja huella en la historia e inspira a otros. Una sola idea, expresada con pasión, puede provocar cambios, consolar o guiar. Más allá de los logros materiales, el deseo humano más profundo es ser recordado por algo significativo. Un libro es testimonio intelectual y emocional, una marca indeleble que proclama: “Estuve aquí, pensé, sentí y quise aportar”. Es, en esencia, una forma de inmortalidad en vida.
Tomado de: OPA Noticias
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