Por: Miralys Sánchez Pupo
(Cubarte).- José Martí, el hombre que unió a los cubanos para poner en marcha la guerra necesaria con la aspiración de alcanzar el equilibrio del mundo a las puertas del siglo XX, cayó ante el azul de su cielo para entrar en la trascendencia de nuestra contemporaneidad como un heredero de Don Quijote de la Mancha. A lo largo de su obra periodística sobresale la pluma ágil y la visión profunda de quien conoce su oficio pero mucho más las circunstancias que se mueven en los vaivenes de la historia por la óptica suprema del político más alto de la centuria en América Latina.
El palpitar de este hombre siguió el sendero de “Cervantes… aquel temprano amigo del hombre- cuando afirmó- que vivió días aciagos para la libertad y el decoro, y con la dulce tristeza del genio prefirió la vida entre los humildes al adelanto cortesano, y es a la vez deleite de las letras y uno de los caracteres más bellos de la historia.”(1) Pero lo hizo desde la altura de sus cuadernos de apuntes, fragmentos y misivas, donde la información profusa viajó a manos amigas como un estímulo para la reflexión sin perder un ápice de sus cualidades de orfebre de la palabra y de los sentimientos humanos.
A las muchas menciones de su admiración por El Manco de Lepanto ante disímiles situaciones de su vida en la epopeya del deber, subyace la primicia de la evolución de su pensamiento político apresada por una expresión caudalosa como parte del canal para trasladar sobre el papel de sus cartas una conversación a distancia que pretende ser completada por el dialogar de regreso a sus manos de las opiniones de sus destinatarios.
El traspaso de la frontera íntima para dar a conocer a otros semejantes de su amistad a través de misivas no se ha definido de forma general como una presencia literaria, pero permite hilvanar junto a su diario de campaña, aspectos reveladores de una vida cuya intensidad puede ser conocida a través de ellas en todo su esplendor.
Los textos epistolares del Héroe Nacional de Cuba, constituyen una mezcla de armonía intrínseca por el fondo y la forma de un contenido capaz de leer en la distancia del tiempo como para alentar en nuevos contextos el análisis de sus advertencias. Colectivos nuevos los leerán como parte de sus obras completas y encontrarán una vigencia tal que se consideran al mismo tiempo literarias y políticas en su avance conceptual hacia diferentes afluentes de la vida contemporánea.
Las cartas Martianas presentan la belleza interior y la ternura, que comparte nuestro Homagno desde el punto de vista ético, sin desplazar las ideas de sus aspiraciones en el campo político. La expresión de sus mensajes a personas diferentes a las que entregó su amistad fueron selladas con las peculiaridades de ellas mismas con el estilo apropiado para su acercamiento a esos seres humanos, pero el más alto de estos intercambios lo sostuvo con Manuel Mercado, su amantísimo hermano.
Ante las aspas de los molinos
Como Cervantes estuvo con el pie en el estribo, pero de la vida, como escribió a Mercado en 1887. Aunque con alternancia cronológica, ellas presentan un acercamiento desde los dos extremos de su aliento vital. Desde uno de los lados de este puente está la argumentación ética entre el Bien y el Mal, ante el deber del hombre que dejó como constancia en “Yugo y estrella” y en el otro, la despedida hacía una trascendencia que adelantó desde el campamento mambí, al exhalar el último hálito de la vida, luego de conmover en la tribuna la tenacidad de su propósito de unidad de los cubanos par alcanzar la república con todos y por el bien de todos.
Desde Guatemala escribió a su amigo el 6 de julio de 1878 al comentarle que tal parecía que el mal había apostado contra él, para ganarle la partida al bien, pero se conforma con afirmar: “Afortunadamente, por su desoyese a mi voz que habla alto, tengo en México un vivo ejemplo de honradez acrisolada y modelo de vida” Con la fortuna de tal confianza le entregó sus inquietudes sobre el fracaso de la guerra de 1868, sus conflictos amorosos, las perspectivas del futuro con este abrazo de palabras, para adelantarle sus inquietudes envueltas en la ternura de sus líneas.
Cervantes colocó por primera vez en la narrativa la escritura en primera persona que le permitió a los autores la distancia para el movimiento dramatúrgico sobre el diálogo hasta entonces desconocido, pero en el prólogo de la obra el gran escritor español se autodefinió como “casto de pensamientos, honesto de palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos y finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste defenderla”
Si seguimos con el dedo por la vida martiana encontraremos en el Maestro, la constancia de su adarga como númen cervantina, al encuentro como el reflejo de la lucha de los desposeídos con sumo genio artístico. Esa originalidad la presenta ante su amigo, sin reducirse a sus observaciones como cronista en Estados Unidos. La intimidad de aquella hojas viajeras llevaban en su vientre, parte del tesoro que el maestro aportó a la humanidad cuando aseguró “De estas tierras no espero nada, ni para Uds. Ni para nosotros”. Le bastaba saberse descendiente de Bolívar ante aquel choque incesante con las gentes y afirmarle a Mercado: “en esta tierra se endurecen y corrompen, de modo que todo pudor y entereza, como que ya no lo tienen, les parece un crimen… a Ud puedo decírselo… yo me veo por dentro y sé que muero…”
La confesión continúa en misivas para conocer la salud de Luisa, una de las hijas de Mercado. Refiere los planes altaneros de Estados Unidos para ocupar el poder de los pueblos americanos y con su declaración casi oficial proponer a España la compra de Cuba, para dejar sobre su expresión las apetencias políticas de Norteamérica en un verdadero lujo del articulista del diario La Nación de Argentina.
La encrucijada de un destino
Al ser nuevamente expulsado de su país, aseguró no tener patria y afirmó su deber conquistarla. Lejos de Cuba a donde regresó brevemente aseguró al amigo ¿He de decir a V. cuánto propósito soberbio, cuánto potente arranque hierve en mi alma? ¿qué llevo mi infeliz pueblo en mi cabeza, y que me parece que de un soplo mío dependerá en un día su libertad?
La letra chica de sus cartas a Mercado la califica como la pequeñez del espíritu, pero le asegura que no le acobardan ni el frío ni las penas, pues él es la oportunidad del desahogo sincero ante su amantísimo hermano.
En The Sun de Nueva York, de 8 de julio de 1880, Martí describió al Quijote en busca de injusticias para remediarlas, de vidas para defenderlas y de desventurados para ayudarlos. ¿Pero no es acaso él, el heredero de ese propósito quijotesco? Y esos sentimientos son los que expone en su soledad con Mercado y la búsqueda de apoyo y comprensión ante los afanes de los propósitos de su vida.
El genio martiano en política está en prever. Insiste en sus deas también en sus discursos y las circulares. Ellas se cruzan por su mente cuando escribe el 2 de mayo de 1895 “De los dirigentes cubanos al Herald”, desde la manigua cuando faltaban 17 días para su muerte. En ese trabajo se dirigió al pueblo norteamericano para explicar con claridad las verdaderas aspiraciones de la revolución cubana desde la voz que bien conoce “El norte revuelto y brutal que nos desprecia”y argumentó la justicia de la lucha del machete mambí.
Después reanudó su habitual conversación con Mercado, que fechó el 18 del mismo mes y donde le comentó todo lo sucedido con el reportero Eugenio Bryson en una misiva que mostró la continuación de las anteriores en los que presentó sus puntos de vista políticos. En ella le aseguró “Ya puedo escribir y decirle con que ternura y agradecimiento y respeto lo quiero y esa casa que es mía y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y mi deber” La conversación escrita como la de tantos otros momentos asegura “En mí solo defenderé lo que tengo por garantía o servicio de la revolución. Se desaparecer. Pero no desaparecía mi pensamiento”.
Las cartas martianas a Manuel Mercado en su quijotesco camino hacia el deber de su vida es un acontecimiento revelador de una profundidad política desde la proximidad donde lo ético corona con el esplendor de cada palabra sobre el prodigio de la amistad. La información traspasa las fronteras de la cercanía íntima para convertirse en relectura luego de la desaparición física de su autor. Ellas están engarzadas conceptualmente con el manifiesto enviado a The New York Herald y “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano y el deber de Cuba en América”
Le aseguró a su amantísimo hermano mexicano “Yo no me voy nunca”. Y en breves líneas a uno de los hijos de Mercado, dejó para la historia la síntesis ética de su vida: “Alfonso leal: tú quieres a toda costa, un autógrafo mío. El único autógrafo, hijo digno de un hombre, es el que deja escrito con sus obras Tu José Martí” Y con esta lección rebasó las circunstancias de su tiempo porque destruyó los linderos artificiales para asirse por siempre a los brazos de la trascendencia.
(1)”Seis conferencias” por Enrique José Varona en El Economista Americano, Nueva York. En José Martí, Obras Completas, Editora Nacional de Cuba, La Habana , 1963, T 5, p. 120
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