Caleidoscopio
20/08/2022
El generalísimo Máximo Gómez se moría en su casa de La Habana en 1905. El médico que le tomaba el pulso dijo "ya no late". Entonces, cuando arreciaba el llanto de los familiares, el muerto se irguió y pronunció su última broma, la broma de un militar: "señores, si estoy muerto, ordeno que se me dé sepultura". Gómez fue el general de los cubanos que pelearon en la batalla de Dos Ríos, donde murió el jefe de la revolución antiespañola, José Martí.
Dos Ríos
El 19 de mayo de 1895, Martí marchaba con la tropa como un soldado más. No tenía experiencia militar, todo lo que sabía de guerra era libresco. A pesar de su jerarquía como jefe de la revolución, iba sin escolta.
Gómez le indicó retirarse ante la presencia de los españoles, pero Martí no lo escuchó y cargó por su cuenta. No hay precisiones sobre las causas de una conducta que parece suicida; algunos suponen que quiso animar a los cubanos, pero estaba aislado y su gesto apenas tuvo un solo testigo. Su revólver tenía todas las balas, no fue disparado.
Martí fue un patriota, ensayista, poeta y periodista cubano. Fue un revolucionario que antes de especular y declamar, hizo la revolución. Como periodista relató para el diario La Nación de Buenos Aires la ejecución de los anarquistas condenados a muerte en Chicago en 1887, con el título "Un drama terrible".
Su propia muerte en el campo de batalla fue el desenlace del manifiesto de Montecristi, firmado por él y Gómez en la casa de éste en la ciudad dominicana de Montecristi en marzo de 1895.
Gómez era un militar dominicano que peleó con los españoles contra los independentistas de su país, pero luego cambió de bando y se sumó a la causa de Martí por la independencia de Cuba.
En casa de Gómez en Montecristi
Martí y Gómez firmaron en 1895 el manifiesto que inició la tercera etapa de lucha por la independencia, que expresa que la guerra no será contra los españoles sino contra las autoridades coloniales de España en Cuba.
La finalidad era hacer entrar a Cuba en las naciones libres e independientes. La lucha debería tener un carácter popular y democrático y fundaría una república "con todos y para el bien de todos".
El manifiesto mantiene vigencia como testimonio contra el colonialismo y el neocolonialismo, el racismo y la relativización de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, que siguen siendo causas habituales de conflictos y guerras.
Gómez era un soldado que adquirió rápidamente conocimientos militares que lo convirtieron en estratega. Enseñó a los cubanos formas novedosas de combate; era recto, de pocas palabras, pero posiblemente cometió errores en la batalla de Dos Ríos que fueron fatales para Martí.
Recibió de Martí la propuesta de comandar el ejército libertador, pero sin ninguna recompensa material porque no había recursos para ofrecerla.
Recuerdos de Huatey
La guerra de la independencia cubana se inició en Yara, pequeña localidad del este de Cuba, en homenaje a una tradición relacionada con la muerte allí, hace cinco siglos, del cacique taíno Huatey, "el primer rebelde de América", que fue quemado por los españoles.
La leyenda que pervive alude a una luz que se ve de noche en el campo; no daña a las personas pero extravía a los caminantes y no les permite llegar a destino.
El manifiesto de Montecristi
El manifiesto empieza advirtiendo que la patria no se debe ensangrentar sin razón ni esperanza de triunfo. Sostiene no obstante que los patriotas cubanos se embarcarán en un conflicto que terminará con la victoria o el sepulcro, en otras palabras, la patria o la tumba.
El manifiesto considera a la lucha que vendrá como producto disciplinado de la resolución de hombres enteros y de cubanos de diverso origen.
"En la guerra que se ha reanudado en Cuba no ve la revolución las causas del júbilo que pudiera embargar al heroísmo irreflexivo, sino las responsabilidades que deben preocupar a los fundadores de pueblos".
El manifiesto se pronuncia contra "la concentración de la cultura meramente literaria en las capitales; y el erróneo apego de las repúblicas a las costumbres señoriales de la colonia; Cuba vuelve a la guerra con un pueblo democrático y culto".
Los afroamericanos
Advierte el manifiesto que la cobardía quiere valerse del temor "jamás justificado en Cuba" a la raza negra. "La revolución, con su carga de mártires, y de guerreros, desmiente indignada la tacha de amenaza de la raza negra con que se quisiese inicuamente levantar por los beneficiarios del régimen de España, el miedo a consecuencias desordenadas".
Cuando se sumó a la causa cubana, Gómez había expuesto su pensamiento respecto de los africanos: "Muy pronto me sentí yo unido al ser que más sufría en Cuba y sobre el cual pesaba tan gran desgracia, el negro esclavo. Entonces fue que realmente supe que era yo capaz de amar a los hombres"
El manifiesto destaca luego "la sincera estimación del cubano blanco por el alma igual, la afanosa cultura, el evangélico amor de libertad el fervor de hombre libre, y el amable carácter de su compatriota negro".
Agrega como lección contra un racismo persistente "sólo los que odian al negro ven en el negro odio; y lo atribuye al propósito de sujetar las manos que pudieran erguirse a expulsar de la tierra cubana al ocupante corruptor.
Exhorta: "No nos maltraten, y no se les maltratará. Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero y la amistad a la amistad En el pecho antillano no hay odio; y el cubano saluda en la muerte al español a quien la crueldad del ejercicio forzoso arrancó de su casa y su terruño para venir a asesinar en pechos de hombre la libertad que él mismo ansía".
Entre Ríos
Antes del combate de Dos Ríos, los españoles supieron que Martí, Máximo Gómez y otros adalides estaban cerca con unos setecientos hombres montados.
Gómez envió dos regimientos para proteger su retaguardia de los españoles. Se entabló un combate cuando vadeaban un río. Martí se lanzó al ataque por su cuenta, entrando en una zona dominada por una compañía española. Recibió un disparo en la cara y cayó del caballo.
En el combate fueron derrotados los cubanos por las fuerzas del coronel español José Ximénez de Sandoval.
El cuerpo de Martí fue sepultado en Santiago de Cuba el 27 de mayo de 1895.
El historiador cubano Gonzalo de Quesada sostiene que la muerte de Martí “fue un sacrificio consciente de su parte, de acuerdo con su más íntimo sentir y ante el hondo convencimiento de que su caída, lejos de debilitar a la revolución, le daría el supremo y necesario ejemplo para triunfar"
Esta tesis, llamada "de la inmolación" es rechazada y reemplazada por la intención del prócer de dar ejemplo a la tropa. En esa acción, entre 300 guerreros, Martí fue el único muerto. Hubo reproches por haber permitido que un potencial presidente de Cuba emprendiera una acción imprevista, de apariencia suicida, sin custodia, en vez de mantenerlo en la retaguardia.
Luego Gómez reconoció que el plan en Dos Ríos estaba "mal preparado, lo confieso", porque no conocía ni el tamaño ni la posición de las tropas enemigas.
El capitán español Antonio Serra Orts anotó en sus memorias: “¡Pero, Señor! ¿Por qué se batía Martí en la vanguardia? ¿Es posible que un futuro presidente de la República Cubana se bata como un guerrillero?”
El mismo coronel Ximénez de Sandoval da su versión: “La acción de Dos Ríos es un hecho de mi historia militar en la que halló muerte gloriosa aquel genio dotado de hermosa elocuencia, tan hermosa como los sentimientos de su hermosa alma. Su arrojo y valentía así como el entusiasmo por sus ideales, le colocó frente a mis soldados y más cerca de las bayonetas de lo que a su elevada jerarquía correspondiera":
El ensayista argentino Ezequiel Martínez Estrada supone que el héroe “hubo de sentir secretamente, y ahora de manera inapelable, que debía morir”. Por cierto Martí dejó presagios de su muerte. Uno de ellos está en uno de sus poemas más conocidos:
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.
Tomado de: AIM Digital
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