
Mucho se ha dicho sobre la libertad… y tanto más se dirá. En Tres héroes, ensayo que José Martí publica en julio de 1889 en el primer número de la revista La Edad de Oro, el Apóstol de la Independencia cubana deja colar su concepción acerca de la libertad apenas comenzando el segundo párrafo: «Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado».
Sorprende el enfoque martiano. Normalmente se define la libertad en su acepción positiva como libertad para, es decir, la capacidad de hacer o no sin límites (libertad natural) o en el marco de la ley (libertad civil). En el Iluminismo francés, Rousseau plantearía el asunto en otro sentido: no el de ejercer la voluntad, sino el de no someterse a la ajena o el de no someter la de otros a la propia. La concepción de Martí —y esto es lo primero que salta a la vista— tiene raigambre ontológica, pues está relacionada intrínsecamente con el ser. El fundamento, por tanto, de la noción martiana de libertad es la honradez, dado que esta precisa de aquella para su actualización.
En Tres héroes, Martí insinúa dos niveles semánticos de su concepción de la libertad: el interior o personal (ontológico) y el exterior o social (antropológico). El primero está claro en esta sentencia: «Un hombre que oculta lo que piensa… no es un hombre honrado», por tanto, libre. El segundo se evidencia en la siguiente frase: «Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas… no es un hombre honrado». Aquí, se podría decir, Martí presenta su programa filosófico en torno de la noción que estudiamos.
La subsunción de la libertad a la honradez es una categoría antropológica de primer orden en Martí, puesto que le otorga a aquella su sede en la verdad: un hombre honrado es fiel a la verdad, y ello supone que dicha fidelidad se traduce en libertad al no someterse a cualquier voluntad contraria a la verdad. En tal sentido, la mayor tragedia de toda esclavitud es la propensión al deterioro moral que implica faltar a la honradez.
En el enfoque martiano pareciera entenderse que sin libertad no hay honradez cuando se define aquella como el «derecho a ser honrado», y es así en la libertad interior, pues en esta no se halla condicionada aquella más que por el fuero interno. Se es libre en la medida en que se opta por la verdad, lo cual implica necesariamente la honradez. Un hombre honrado —y, por tanto, libre— es aquel que elige someterse a su conciencia y no a la voluntad ajena, especialmente si es contraria a la verdad.