miércoles, 18 de septiembre de 2024

La Guerra Chiquita no es un libro más

MSc. Santiago Romero Chang
septiembre 16, 2024

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Hoy se comenta mucho de La Guerra Chiquita y su actualidad, pero hay una serie de datos que me resultan familiar, y es que esta contienda bélica nació cerquita de mi casa hace 145 años y la mayoría de los vecinos no saben del punto de partida desde “La tienda de los perros”, en la misma esquina de San Mateo y Carnicería donde hubo una concentración mambisa y allí salieron los primeros alzados rumbo a occidente, por el llamado “camino de la isla”.

Lo curioso de este hecho es que, ni existe un llamado gráfico, ilustrativo, monumental o escultórico; ni comunitario para reconocer o reactualizar ese epicentro histórico cumbre, mucho menos en el citado desvío del “camino de la isla”, un punto que en realidad quedó fuera del proyecto de renovación radical del barrio San Pedrito.

Ya me lo confirmó hace treinta y ocho años la vieja “Cacha”, una vecina nonagenaria quien falleció hace un cuarto de siglo; fue ella entre las primeras en habitar el barrio “Los Hoyos”, entonces, un potrero y con muchos pantanos después de la demarcación de la hoy calle San Francisco.

“Cacha” me trasladó oralmente cómo sus padres vieron aquel grupo de santiagueros mal vestidos, algunos descalzos y en el desvío del hoy paseo Martí recibieron pequeñas provisiones, lo que podían ofrecer los vecinos voluntariamente, entre rezos y la bendición, el humo de tabaco y el correspondiente jarro de agua en cada portal, porque se supo que iban resueltos al encuentro con el enemigo español, tan sólo un mes y días después del llamado secesionista del Pacto del Zanjón.

La Guerra Chiquita, sin embargo, irrumpió en un sitio entre Gibara y Holguín, allá fueron las primeras acciones, un martes, 26 de agosto de 1879 que marcó una contienda con amplia presencia mambisa oriental, principalmente, santiagueros, pero una manipulación histórica trascendió durante más de un siglo al subrayarse que fue menor, pequeña y sin tanta repercusión ante el dominio español. Todo lo contrario, a pesar de la desorganización, los movimientos disidentes e intentos de división desde el seno rebelde, fue una pelea dura y con varias connotaciones, pero la principal, lo que le mortificó a los españoles fue que nunca los cubanos cedieron, ¡Jamás!

En la propia tarde del martes 26 de agosto de 1879, se revolvió Santiago de Cuba, porque tres grandes de esta ciudad: José Maceo, Guillermón Moncada y Quintín Banderas, tuvieron peleas duras con militares españoles, incluso, esos tres mulatos, pasaron al mando de los primeros grupos armados. Y un acontecimiento laceró la cohesión total de las fuerzas criollas.

A finales de septiembre del propio 1879 llegó por el sur oriental el brigadier Gregorio Benítez, considerado como el último jefe del Camagüey en la anterior Guerra de los Diez Años, un aval desconocido por los orientales, pero Calixto García decidió que era Gregorio y no Antonio Maceo el jefe de esta región. Eso dejó muchos desconciertos.

Súmele luego las manipulaciones del escritor Herminio Leyva, quien con toda intencionalid adautonomista siempre escribió de la guerra chiquita como un movimiento, ni siquiera para él fue una sublevación, dijo de un suceso “innecesario”. El propio Gómez advirtió que esta nueva guerra no iría muy lejos.

Se repetía la misma posición de no pocos oportunistas, tal y como le restaron importancia a los preceptos de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria que encausó la anterior guerra de los diez años extendida desde el 10 de octubre de 1868 hasta 1878 cuando el Pacto de Zanjón buscó sedición entre las fuerzas rebeldes.

Lo mismo intentó Herminio Leyva con su enfoque contra la Guerra Chiquita que nació, el 26 de agosto de 1879 hasta el siguiente 1880, pero la postura irrenunciable de Antonio Maceo acuñó una respuesta tajante para los secesionistas entre 1895 y hasta 1898.

El Dr.C Manuel Fernández Carcassés desde su Santiago de Cuba apuntó:

[…] muchos de ellos en la región occidental quedaron organizados solo para la “raza de color” […] grave dificultad que expresó la falta de unidad aún imperante en esas zonas del país, por el predominio de ideas racistas […] algunos clubes establecidos en La Habana exigieron que la dirección del movimiento se radicara en esa ciudad, y que desde allí emanaran las órdenes e indicaciones al resto de las regiones. Esta pretensión socavó en alguna medida la unidad revolucionaria. (Antonio Maceo Grajales. Ensayo biográfico sucinto, p. 132)

Y si de curiosidades se trata, apunte usted que ya antes del inicio de la Guerra Chiquita José Martí era un líder revolucionario. En La Habana, el 18 de marzo de 1879, en la coordinación patriótica, el Maestro fue elegido como Vicepresidente del Comité Central Revolucionario Cubano para los preparativos de la nueva contienda.

Otro elemento curioso fue que José Martí buscó enrolarse directamente en la Guerra Chiquita. Se hizo llamar como “Anáhuac”, literalmente: “cerca del agua”, el nombre de lo más alto de la altiplanicie mexicana. Dígase de una región de lagos centrales, asiento de Tenochtitlán, la capital de los aztecas, por tanto,

fue la cuna de México, el centro más poblado y de mayor desarrollo cultural de Mesoamérica desde los tiempos precolombinos, donde ahora se alza la ciudad de México.

Y a pesar del seudónimo, “Anáhuac”, Martí fue hecho prisionero y visitado por más de trescientas personas, y ya el 24 de enero de 1880 tras llegar a Estados Unidos procedente de su exilio en España, acuñó en el Steck Hall, de Nueva York que “Debe hacerse en cada momento, lo que en cada momento es necesario. (…) Así surgió la guerra; con estos elementos se mantiene; viene a la historia con un hermoso timbre, ya apuntado, y que no fuera prudente repetir. Cordura y cólera, razón y hambre, honor y reflexión la engendran”. Martí sacó conclusiones y vendría el necesario frente político único.

Por eso creo oportuno en estos tiempos que merece una atención, muy especial, la esquina de San Mateo y Carnicería, conocida por los abuelos centenarios en Santiago de Cuba, como “La tienda de los perros”, de donde partieron las primeras huestes santiagueras hacia otras batallas que nunca fueron ínfimas, la llamada Guerra Chiquita.

Tomado de: TV Santiago

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