martes, 17 de julio de 2007

La carta: una expresión literaria de José Martí.

La Estrella online
Leoncio Obando Q.
periodistas@estrelladepanama.com

No fue José Martí más poeta que pensador, ni más humano que patriota. Sus escritos denotan la fluidez de su pensamiento lleno de ternura y rebeldía. Al cumplirse el pasado diecinueve de mayo un aniversario más de su muerte, se honró su memoria con la publicación de una de sus cartas inéditas a un amigo muy querido: Felipe Sánchez.

Este escrito aparecido en uno de los diarios de Estados Unidos que se editan en español, en realidad no estaba destinado a la publicación, dada la fraternal intimidad de la misma; sin embargo, su contenido sencillo y entusiasta no es muestra menor de su gran sensibilidad y nobleza, que a la postre, es una de las distinciones más honrosas que ha visto la luz pública.

El decidido defensor de las nuevas corrientes modernistas puso su poesía al servicio de la emancipación de su patria, de la real corona española, sus cartas al igual que sus crónicas desde New York y Buenos Aires, son páginas inolvidables que se suman a la ternura de su poemario inmortal Ismaelillo; canto amoroso dedicado a su pequeño hijo, y que es un testimonio de su pensamiento, especialmente cuando dice: "La poesía es la vaga, es más bello lo que de ella se espera que lo que es ella en sí".

La transcripción de esta carta a su amigo Felipe ha sido expuesta de manera literal, sin otro cambio que los que exige la ortografía moderna, veamos:

New York, 14 de septiembre de 1882

Sr. Felipe Sánchez Solís

Mi amigo muy querido:

"Hace meses recibí una afectuosa carta suya. No me tenga a mal que no se la haya respondido hasta ahora, que no ha sido falta de cariño, y vehemente agradecimiento, sino culpa de mis tristezas, que con las de mi patria se aumentan y me quitan a veces toda fuerza de la mente y de la mano."

"Me invita usted a volver a México, que es tanto como invitar al hijo ausente a que vuelva al solar propio, pues no sabe usted que quiero a México con tal vehemencia ternura que no parece sino que fuera mi verdadera patria?, allí mis mejores amigos; allí mentes clarísimas, corazones principales, deleitosos recuerdos, naturaleza arrogante y seductora, vida fantástica y mágica. Allí usted, cuya memoria me regocija cuyo ejemplo me da fuerzas y cuya amistad me enorgullece.

"Por tantas partes he ido hablando de usted. Usted habla, para mí, lengua de siglos.
No sé si será usted ahora senador, pero pienso en usted siempre como si lo fuere, y no de estos ruines senadores de hoy, sirvo de aquellos sencillos y majestuosos de Tlaxcala. ¿Qué ha sido de su casa? ¿O qué de sus cuadros? ¿Qué de la benévola Lusanita, de su arrogante hija mayor, de aquella pequeñuela de ojos resueltos y vivaces, y de sus dos excelentes hijos? La suya es esa patriarcal, y yo no he de dejar que otro hable de ella, sino que tomo empeño -para ganar honra con tributarla a quien la merecen narrarlas bondades, merecimientos y faenas del muy noble caballo indio, del discreto y venerable Felipe Chicencaulta. Ve usted, que nada olvido.

"Muy de prisa estoy ahora, por exceso de trabajo, pero aún me queda tiempo para decirle que no tengo conmigo, ni la enviaría aunque la tuviese, aquella biografía sucinta que le escribió Villaseñor, sino que en cartas que irán detrás de ésta, y en las que hagamos escribir al leal Gerardo, trataremos del modo de que yo reponga, con datos que de allá me manden, y juicio que yo saque de mí, biografía de quien con tanto exceso la tiene merecida. Escribirla será para mí verdadero regalo”.

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