sábado, 17 de mayo de 2008

Martí, el maestro.

Mercedes Santos Moray
Servicio Especial de la AIN

Aunque numerosas fueron las profesiones que, a lo largo de sus 42 años de vida, asumió José Martí, sobresale su trayectoria como maestro, es decir, docente, ya que en verdad su magisterio trasciende el aula, y deviene enseñanza viva.

Una de las vías de su formación -no solo desde el intelecto, sino como ser humano- llegó al niño primero y luego al adolescente, gracias al magisterio cubano, a esos criollos que desde la educación iban formando a los patriotas, frente a la obsoleta educación de corte neofeudal que cultivaba la metrópoli en la Isla.

No olvidemos la obra de Félix Varela en el Seminario San Carlos, su labor en la batalla de ideas frente a la escolástica y luego la presencia fundacional de José de la Luz y Caballero, quien fue, además, mentor de juventudes, y de alumnos tan destacados como el poeta Rafael María de Mendive.

Por eso, Martí continuará esa vocación tan hermosa, y se afirma incluso que la ejerció durante su primer destierro, en Madrid, aunque no se han encontrado pruebas suficientes para sostener tal afirmación.

Lo que sí es cierto es su presencia en Guatemala como maestro, desde 1877, cuando impartió clases en la Escuela Normal, al ser invitado por su coterráneo José María Izaguirre, quien dirigía la institución académica, en aquellos tiempos del liberalismo centroamericano.

También sería docente en la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Central, y ejerció en la Academia de Niñas de Centro América, entonces bajo la dirección de doña Margarita Izaguirre, en cuyo alumnado estaba María García Granados, la que todos conocemos por el romance de "La niña de Guatemala", que integró los Versos Sencillos.

Tras el Pacto del Zanjón, y al producirse su regreso a Cuba, también fue maestro en el colegio habanero de la Casa de Educación, mientras ejercía como pasante, desde su condición de abogado, en algunos bufetes.

Luego de un breve período en la península y en los Estados Unidos, volvería Martí a ser maestro, en Caracas, la capital de Venezuela, donde reside en 1881 y ejerce en el colegio Santa María y en el Villegas.

Obligado a enrumbar hacia Norteamérica, por su enfrentamiento al gobierno de Guzmán Blanco, comenzará a vivir la historia de los tres lustros de su madurez como persona e intelectual en EE.UU.

Y durante esos casi 15 años, fue asimismo maestro de adolescentes, jóvenes y adultos, al enseñar en la Escuela Central Superior de la ciudad de Nueva York, con un alumnado de fuerte presencia migratoria.

Asumida la labor pedagógica con verdadera pasión, en 1890 se sumó desde el magisterio a la Sociedad Protectora de la Instrucción, fundada por trabajadores cubanos y puertorriqueños, en su mayoría de raza negra, a quienes trasmitió no solo conocimientos académicos, sino el sentido de la eticidad mientras sembraba en todos también el amor a la Patria.

Esas jornadas del docente José Julián Martí y Pérez, realizadas sin recibir pago por las clases que impartía, fueron quizás las más suyas, las que le permitieron darse con mayor libertad a sus discípulos, en los cuales sembró amor y fe, ideales de libertad y de igualdad racial.

Serían esos trabajadores humildísimos quienes comenzarían a llamarlo "Maestro", desde el sentido apostólico del concepto, obra de educación y guía, de fundación misionera, muchos de los cuales se sumarían también al ideario de la independencia, que ya desde la creación del Partido Revolucionario Cubano y del periódico Patria, esparcía Martí sabedor del valor moral de la enseñanza.

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