martes, 4 de noviembre de 2008

Amor martiano por la medicina.

3 de noviembre del 2008

Miralys Sánchez Pupo
Colaboradora de Rebelde
3 de Noviembre de 2008, 12:05 p.m.

LA HABANA, CUBA.- La naturaleza del Caribe acompañó a José Martí en su espacio como combatiente. Esas impresiones aparecieron con su sensibilidad en las páginas de su Diario de Campaña. Las observaciones sobre heridos y su curación, las plantas medicinales en el medio del exuberante espacio que protegió a los combatientes y la efectividad de ellas en el acto de la cura de una zona del cuerpo infectada son también páginas memorables de su humanismo.

La primera acotación sobre el tema la hizo Martí el 14 de abril de 1895 sobre los conocimientos de los campesinos como parte de una cultura popular. Podemos leer en ellas “de cada vuelta, trae alga, más que café, culantro de Castilla, para que cuando tengan dolor de estómago por esos caminos, masquen un grano y tomen agua encima”

Mientras el día 20 aseguró “En un grupo hablan de los remedios de la nube en los ojos: agua de sal-lecha del ítamo, que le volvió la vista a un gallo-la hoja de espinuda de la romerilla bien majada-una gota de sangre del primero que vio la nube”.

Y en una conversación interminable con las hojas de su diario continuó “Luego hablan de los remedios para las úlceras. Veinticuatro horas después dejó la constancia siguiente “Vi hoy la yaguama, la hoja fénica, que estanca la sangre, y con su mera sombra beneficia al herido: machuque bien las hojas, y métalas en la herida, que la sangre se seca.”

José Martí en sus días de campaña en la guerra de 1895 fue el médico más lleno de ternura ante los que tuvo cerca en las memorables jornadas. Su diario conoció de esas preocupaciones cuando aseguró “ahora hurgo el jolongo, y saco de él medicina para los heridos”.

En carta a Carmen Mantilla y sus hijos aseguró “Y han de saber que me han salido habilidades nuevas, y que a cada momento alzo la pluma, o dejo el taburete. Y corte de palma en que escribo, para adivinarle a un doliente la maluquera.” Y agregó: “Se me han juntado en el bagaje más remedios que ropa, y no para mí, que no estuve más sano que nunca… Y ello es que tengo acierto, y ya me he ganado mi poca reputación, sin más que saber cómo está hecho el cuerpo humano, y haber traído conmigo el milagro del yodo, y el cariño, que es otro milagro.”

El mensaje de amor se sintetizó en la certeza “Tenemos nobles médicos. El médico sale andando con majestad, como un rey primitivo que se entra en la selva. No hay mayor majestad que un rey de oficio”.

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