martes, 10 de febrero de 2009

Los libros en Martí.

CentroArte.cu

El primer contacto con los libros lo establece José Martí cuando conoce a su maestro Rafael María de Mendive. Entonces tenía 14 años.

El Círculo de amigos de ese educador reúne hombres de letras que a la vez sienten profundamente el dolor de la patria encadenada. Allí entre hombres de decoro se revela la llama del niño, que años después alumbra conciencias para despertarlas a una hora de rebeldía. Concibe su primera obra – su drama Abdala – y se ingenia el modo de editarla en “La Patria Libre”, el semanario en que aparece su poema y en el que habrá colaboraciones de su propio maestro y de los amigos de su círculo. Así a los dieciséis años, nacen paralelas las dos grandes venas de Martí: la literatura y la política. La nota más dolorosa de este paralelismo fue la incomprensión en su casa ya que lo castigaron. No obstante, su paso estaba marcado de ahora en adelante por sus libros, artículos, poemas y discursos. Nunca estará ociosa su pluma. Las experiencias de la vida serán el sustento al escritor genuino que era. Vida errante y agitada para dar a la pluma sus insuperables páginas.

En Zaragoza, en Madrid, el tiempo pasa sin sentido; allí está también su amigo Fermín Valdés Domínguez para compartir con él. Allí escribió su primer libro – El Presidio Político en Cuba – con sangre de su experiencia, con imágenes que nunca cicatrizaron. Al terminar en la Facultad de Filosofía y Letras necesitaba libros pero no podía obtenerlos. Luego, en México halla trabajo en la Revista Universal. Sus boletines aparecen en primera página y recogen acontecimientos locales, de política, arte y literatura. En estos artículos evidencia el aliento de la tierra americana. Lo que estaba aún por madurar, madura en México, y en sus dos años de estancia sus ideas de una América grande, de cosechas propias, alcanzan gran profundidad. De México a Guatemala, a La Habana, otra vez a España, a los Estados Unidos, a Caracas, hasta afianzarse definitivamente en el Norte.

En Guatemala junta a su alrededor un grupo de jóvenes ansiosos de sus enseñanzas y allí lanza el prospecto de una revista que no llega a aparecer.

En La Habana toma parte activa en la vida intelectual.

En Venezuela se ocupó de una gran publicación “La Revista Venezolana”, donde aparecieron trabajos de una alta calidad. Dos números fueron publicados nada más, porque no era posible sostenerse en un lugar de persecución.

En los Estados Unidos comenzó su etapa de correspondencia. Las escribió primero para Venezuela y se publicaron en La Opinión Nacional. Las escribió después para “La Nación de Buenos Aires”, y el “Partido Liberal de México”. Esas correspondencias de Martí llenaron más de las dos terceras partes de su labor. En ellas recogía la palpitación mundial y les infundía rasgos propios. Una vez más afirmamos que era un espíritu realmente universal. Estaba al tanto de las literaturas de los principales países. En Martí estuvo siempre la palabra precisa, la palabra justa. Trabajos suyos hay que están escritos en horas de meditación y de soledad.

Él leía todos los libros, en el cuarto del sabio los libros no parecían libros sino huéspedes. Él lo leía todo, como águila que salta…

El gabinete de trabajo lo tuvo ocasionalmente en momentos de tregua política y holgura económica. Así, cuando servía al Consulado de Uruguay no reprime un gozo al verse rodeado de libros. Entonces escribe a su amigo Estrázulas: “¡Viera usted ahora el Consulado! Dos estantes de libros, una librería giratoria, libros en los rincones. ¡Y qué libros! La semana pasada compré treinta y tres tomos de teatro francés, Beaumarchais, Diderot.

En Martí toda idea estará cargada de su sello y trascendencia.

Al final de su vida, Martí hace un balance de su obra y deja ver bien claro lo que significó el libro para él.

El Maestro dispuso la venta de sus obras si no volvía y dejó de forma desgarradora que conmueve:

“Esos libros han sido mi vicio

y mi lujo, esos pobres libros

casuales y de trabajo. Jamás

tuve los que deseé, ni me creí

con derecho a comprar los

que no necesitaba para la faena”.
Este hombre con su fe americana va construyendo su ideario y escribió para todos los tiempos. Honrarlo debe se nuestro modo de trabajar.

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