viernes, 6 de mayo de 2011

Martí y la educación.

ASTRID BARNET
Nuestro José Martí no es solo el admirable líder de un movimiento libertador en lo político, sino también el orientador de los rumbos culturales y educacionales de lo que él calificó como Nuestra América.

La educación de los pueblos hispanoamericanos es para él un proceso que hay que ganar al tiempo y a las circunstancias, y le ofrece a grandes espacios en la gran mayoría de sus escritos. Un recurrente ejemplo de sus criterios pedagógicos lo tenemos en su planteamiento del problema de la educación en los pueblos del continente cuando se parte de una instrucción teológica, notable retraso que debe ser liquidado de manera urgente. Al respecto, recordemos el análisis que, acerca de este tema, realizó el intelectual cubano Juan Marinello, en su libro José Martí, escritor americano(º), cuando expuso:

(…) Conoce que la orientación teológica, insuflada por siglos a través de las órdenes religiosas con respaldo oficial, supone una trama poderosa, tejida de elementos complejos y sembrada en la intimidad de las grandes masas. Con una fe plena en el valor de la ciencia, cree que su predominio bastará a derrotar la enseñanza confesional. Sus sentencias al respecto son muy conocidas: "Que se trueque de escolásticos en científico el espíritu de la educación"," Que la enseñanza elemental sea ya elementalmente científica; que en vez de la historia de Josué se enseñe la de la formación de la Tierra"; "En tiempos teológicos, universidad teológica. En tiempos científicos, universidad científica"; "Contra Teología, Física; contra Retórica, Mecánica"; "El elemento científico ha de ser como el hueso del sistema de educación pública".



Nuestro Héroe Nacional fue uno de los más enérgicos denunciantes de los males del clericalismo, pero, firme en su posición política liberal, aboga por la libertad religiosa. Cumple su tarea de orientador, enseñando a los pueblos de este continente sobre los efectos de la rigidez clerical y proclama el respeto para todos los credos religiosos: "Tirano es el católico que se pone sobre un hindú, y el metodista que silba a un católico".

La escuela, en suma, deberá constituir un baluarte de educación científica universal ("Al venir a la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque y, después en pago, el deber de contribuir a la educación de los demás"). Precisa dar a la educación contenido operativo, objetivo y definido en la vida de cada ser humano de nuestra América. Aspira Martí a una enseñanza de hechos y de dominio útil de ellos pero partiendo de las antiguas culturas y (siempre) de las propias.

Exhorta a adecuar la educación a la época: "Es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época y la época". A una escuela jamás divorciada de las necesidades y aspiraciones de sus pueblos.

Critica el hecho de que, durante siglos, la educación en Hispanoamérica haya constituido nutriente fundamental de determinados grupos poderosos, con el absoluto olvido de las masas trabajadoras, que integran el cuerpo de sus sociedades. Así se ha ido tejiendo una educación intelectualizante, dirigida a formar licenciados y oradores, no a armar y formar el organismo social, que supone guiar y dirigir la enseñanza a la superación de todos y no de grupos en detrimento de otros: "Mata a su hijo en la América del Sur el que le da mera educación universitaria". En el Manifiesto de Montecristi, cuando enfatiza en las tareas que deberán realizarse en una Cuba libre y soberana, habla de la necesidad de cambiar en la Isla la orientación de la cultura "necesariamente literaria en las ciudades".

Al respecto, habría que recordar un fragmento del trabajo periodístico que publica acerca de La próxima exposición de New Orleáns. Las Américas. New York, mayo de 1884, en el que significa:

"Se está cometiendo en el sistema de educación en la América Latina un error gravísimo: en pueblos que viven casi por completo de los productos del campo, se educa exclusivamente a los hombres para la vida urbana y no se les prepara para la vida campesina. Y como la vida urbana sólo existe a expensas y por virtud de la campestre, y de traficar con sus productos, resulta que con el actual sistema de educación, se está creando un gran ejército de desocupados y desesperados; se está poniendo una cabeza de gigante a un cuerpo de hormiga".

Marinello, en su obra, subraya igualmente la preocupación del Apóstol en unificar en un cuerpo de doctrinas cívicas la atención de todos los niños de la América Hispánica: "Por esto y para esto —refiere- se funda La Edad de Oro. Cada página de la revista es un esfuerzo por ofrecer la más ancha y desembarazada y actual información de los que ocurre en el mundo: pero, al mismo tiempo, para enterar a los tiernos lectores de la Antigüedad ilustre de sus tierras y del heroísmo de los hombres de la Independencia…De igual modo que, al hablar de los prodigios técnicos de los países más avanzados, llama a los niños a querer tales progresos para sus tierras rezagadas."

Martí aspiró a una educación acorde con el ideario cultural de cada pueblo de este continente, y dispuesta a recibir y reflejar los compromisos técnicos y científicos de épocas futuras. Una educación continental forjada a partir de una base económica autónoma, liberal, latinoamericanista. Una educación capitalizada hacia el camino de la libertad e independencia.

(º) Marinello, Juan. José Martí, escritor americano, Imprenta Nacional de Cuba, La Habana, 1962.

Fuente: Cuba Ahora

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