martes, 17 de julio de 2012

José Martí en Quetzaltenango.

POR FRANCISCO CAJAS OVANDO - SÁBADO 14 DE JULIO 2012

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Al fondo, la construcción de la Penitenciaría, en los días de la visita del gran poeta cubano. -Inserto- Así era José Martí, en su visita a Xelajú. / Foto: Colección del autor

Desde su nacimiento, la Ciudad de Los Altos ha sido un mágico efluvio de atracción para el que posa sus plantas en ella, viniendo de ultramar o de otras latitudes del continente.

Destacó desde los años primarios de la Colonia, cuando fue nominada Cabeza de Partido, mayor porción de tierra de la Capitanía General de Centroamérica, teniendo el arbitrio del Suroccidente de Guatemala y el hoy estado de Chiapas y Soconusco, México.

El siglo XIX fue también de las luces para Xelajú, pues llegaron muchísimos personajes que enamorados de esta mágica región, dejaron pruebas de su encantamiento. Uno de ellos fue el poeta cubano José Martí; su visita, según crónicas de la época, fue entre 1882 y 1883, cuando se construía la cárcel de la ciudad, hoy Casa de la Cultura.

De su libro “Guatemala”, edición 1913 de la Tipografía Nacional, tomamos lo que se refiere a la "Sultana de Occidente", un retrato de aquella ciudad que quisiésemos haber visto y cuya lectura nos permite entrar al pasado: “¡Y la vivaz Quezaltenango!, ¡qué vigorosa producción de Los Altos, tierra fiera y batalladora, naturaleza fértil y agradecida! Quezaltenango crece como las espumas de la mar. Ella tiene tortuosas calles, pero mercado animadísimo, aspecto antiguo, pero vida completamente nueva. Y poderosa, infatigable. A las 12 del día véndese por acá trigo y maíz y por allá, por allá, lanas. Celebra éste sus patatas jugosas; dice aquél que tiene la ciudad 35,000 habitantes; habla el otro de los millares de arrobas de café que sin recoger dejó tendidas en la última cosecha, por escasez de brazos; Retalhuleu, Huehuetenango, Totonicapán, Mazatenango, San Marcos, hacen de ella comercio central; vence en la fría Quezaltenango, en las rudas mañanitas de frío, cuando sopla el cierzo cruel de enero, los frutos de la ardiente costa a par de los de la comarca elevadísima; allá viven los ricos cafeteros; allá tienen su Corte de Apelaciones y su Universidad; allá hacen, con amor y prisa, su ya celebrada Penitenciaría, salvadora de malvados, creadora de hombres útiles.

Hermosa vista goza el pueblo. Allá, desde su rehoya, se ve el 'Cerro Quemado', el Xelajú indígena, en erupción constante de vapores. Y el imponente 'Santa María', alto y dormido. Y para más venturas, cerca está Almolonga, de las aguas termales, refugio de los doctores dermatólogos. Gran obra hace Quezaltenango; gran riqueza logra; gran vida le espera. Cacao y caña produce Mazatenango, del mercantil Quezaltenango, fiel tributario. En Quezaltenango abundan sobre las fertilidades apuntadas los ganados lanares inexplotados, este ramo es fuente segura de riqueza. Mucho tienen que hacer ahí, cargadores, exportadores y tejedores".

De la lectura de la obra del señor Martí surge el comentario de B. I. Brigham, escrito en Nueva York en enero de 1988: “Quezaltenango con sus telares de mucha labor durable y bella”. De aquí que hayan surgido muchos otros nombres para la ciudad como “La Sultana de Occidente”, llamada así por los viajeros que hincaban rodilla al tocar las puertas de tan mágico lugar; por su alta cultura, Mansferrer y otros le dieron “La Atenas de Centroamérica”; el poeta errante Porfirio Barba Jacob la bautizó “La Ciudad de la Estrella”; los compradores de sus regias tiendas con mercadería legítimamente europea la trataban como “El pequeño París” y el culto periodista José Luis Cifuentes le llamó “La ciudad más centroamericanista de Centroamérica”.

A pesar de la invasión de incultos y gente que ha convertido a Xelajú en algo desconocido, sigue siendo la “Cuna de la Cultura”, nombre dado por la cantidad de periódicos, revistas, artistas, personajes y genios que habitaron la ciudad en el siglo XIX.

Tomado de: El Quetzalteco.com

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