por Jorge Luis Lora Moran
30 de septiembre de 2025
José Martí, apóstol de la independencia de Cuba, notable escritor, poeta y político, es a menudo celebrado por sus contribuciones a la literatura y su papel en la lucha por la independencia de Cuba del dominio español. Sin embargo, uno de sus papeles menos conocidos pero significativos fue el de traductor. Este aspecto de su carrera no sólo destaca sus proezas lingüísticas, sino también su compromiso con el intercambio cultural y la difusión de ideas a través de las fronteras. Al examinar la obra de Martí como traductor, podemos apreciar mejor su misión más amplia de promover el entendimiento y la unidad entre las diversas naciones y pueblos.
Martí nació el 28 de enero de 1853 en La Habana, Cuba. Desde muy joven mostró un profundo amor por la literatura y el idioma. Su educación le permitió aprender varios idiomas, incluyendo inglés, francés e italiano. Esta competencia multilingüe se convirtió en un activo vital en sus posteriores esfuerzos como traductor. Martí reconoció que el lenguaje sirve como puente entre las culturas, permitiendo la transferencia de conocimientos, ideas y expresiones artísticas. Su dedicación a la traducción no era simplemente una búsqueda profesional; era parte integral de su visión para la liberación y la dignidad humana.
Una de las contribuciones más notables de Martí como traductor fue su trabajo con los escritos de renombrados autores y filósofos. Tradujo obras de figuras literarias internacionales como Ralph Waldo Emerson, cuyos ensayos sobre la autonomía y el individualismo resonaron profundamente con las propias aspiraciones de Martí para la identidad personal y nacional. A través de estas traducciones, Martí introdujo a los lectores cubanos en nuevas ideas filosóficas, enriqueciendo así su paisaje intelectual. Este esfuerzo también le permitió enmarcar la lucha cubana por la independencia en un contexto global, demostrando la interconexión de los movimientos de libertad en todo el mundo.