martes, 20 de junio de 2006

La cultura martiana en un haz.

Miralys Sánchez Pupo, Colaboradora de Rebelde
Junio 20 del 2006, 1:00pm

La mención del término cultura conduce a las imágenes propias de las expresiones de algunas de las manifestaciones artísticas, pero en el caso de José Martí, el concepto se amplía de forma extraordinaria al incluir en la apreciación conceptual todas las variantes que inciden en la humanidad para hacerla más plena y ecuménica.

El lenguaje martiano describe con la belleza de su prosa cotidiana en las páginas de su periodismo temas tan diversos como los valores del puente de Brooklin, una exposición de flores, las noticias científicas de diversos perfiles, la exposición de los pintores impresionistas franceses en Nueva York o la exposición de París escrita en la Edad de Oro para el acercamiento con sus más pequeños lectores de América.

La cultura antropológica le apasionó como demuestran las páginas de su Sección Constante, una joya además de científica propia de la cultura. Los comentarios del reportero expusieron con lujo de detalles que no se perdía un congreso importante, la conferencia de un científico, un espacio de la ópera digno de ser apreciado como un reflejo social aspecto ratificado en su idea “ hierra el que ve la vida simple”.

Los términos éticos se pasearon por las opiniones políticas. Ese fue el camino que lo llevó a la máxima unitaria para la lucha de construir en el futuro horizonte del cubano libre la conquista de la nueva república “con todos y para el bien de todos”que aportó desde la visión de su cultura política.

Pero en este campo como en otros nunca asumió doctrinas ni fórmulas rígidas idea que sintetizó para educar a sus semejantes bajo el síntesis de que “no hay patria sin virtud”, sobre la que asumió su defensa de José María Heredia ante las críticas de sus contemporáneos. Era necesario apropiarse del sol moral por encima de todo y dejar pequeñeces que no aportan al hombre en sentido general.

La cultura política tuvo en Martí un original proyecto para la futura unidad continental. Animó desde su ensayo Nuestra América que era imprescindible no copiar los métodos y procedimientos prevalecientes en la vida política de Estados Unidos, pero tampoco el calco de las jóvenes repúblicas eran un sano ejemplo para el futuro.

Sobre la idea de la originalidad estaba patente en el ámbito de un hombre que asumió la asimilación de todo tipo de ideas pero para analizarlas sin la asimilación impensada sobre sus consecuencias. El haz martiano de análisis ante la vida se resume en su idea central de que en todo debe prevalecer el equilibrio de las partes para alcanzar el éxito político y social.

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