viernes, 2 de junio de 2023

Huellas del indigenismo en la última obra de José Martí

Por GRETHEL DELGADO
19 de mayo de 2023 - 09:00

Con su libro "Indigenismo en el Diario de Campaña de José Martí: Desde Cabo Haitiano a Dos Ríos", Alonso Expósito Álvarez indaga en un tema poco abordado

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Portada del libro junto a un retrato de Martí. Collage/Cortesía del autor/Creative Commons

MIAMI- Antes de su muerte, el 19 de mayo de 1895, José Martí dejó entre sus pertenencias su Diario de Campaña, escrito entre Cabo Haitiano y Dos Ríos, y que abarcó desde el 8 de abril hasta el 17 de mayo de ese año. En él hay varias referencias al mestizaje en Cuba, en particular a las huellas de los aborígenes.

Para el investigador Alonso Expósito Álvarez este aspecto se convirtió en una poderosa interrogante que lo llevó a escribir el libro Indigenismo en el Diario de Campaña de José Martí: Desde Cabo Haitiano a Dos Ríos, publicado este año.

En diálogo con Diario Las Américas, Expósito Álvarez detalló la relevancia de la obra martiana y profundizó en el tema de su libro.

¿Recuerda qué fue lo primero que leyó del Apóstol o cómo fue su acercamiento a la obra martiana?

Mi contacto inicial con la literatura martiana data de mi lejana infancia y se produjo en el seno familiar, cuando mis padres, incansables lectores y muy cuidadosos en todo lo relativo a la educación de sus hijos, comenzaron a leerme el contenido de La Edad de Oro, texto que luego fue utilizado por mis maestros durante los primeros grados de mis estudios primarios, junto a varias estrofas del cuaderno de poesía Versos sencillos. Recuerdo que para mejorar mi caligrafía en aquellos años precursores, yo solía copiar en una libreta algunos párrafos de La Edad de Oro, manuscrito que luego era revisado y corregido por mis padres, a la par que trataban de explicarme el significado del texto en cuestión.

Estudió Derecho, pero en sus libros se ha volcado hacia el análisis literario y sobre todo hacia la Historia. ¿Cómo surgió ese interés?

Mi inclinación hacia la literatura surgió en mi niñez. Estimulado por mis padres y por el aprendizaje escolar, solía escribir pequeños cuentos y versos sobre el ambiente hogareño y estudiantil, afición que no abandoné incluso mientras cursaba mi carrera de Derecho en la Universidad de la Habana. Puede decirse que la literatura continuó siendo un aprendizaje paralelo a los estudios de Derecho, auxiliado por buenas lecturas y el interés de observar con mirada crítica los textos.

Todavía recuerdo a mi padre caminar hacia mí, en mi adolescencia, con un libro abierto entre sus manos para leerme algún pasaje de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, la prosa elegante de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, versos de Martí, Rubén Darío, Bécquer, etc., a la par que disfrutaba él mismo de la lectura. O a mi madre hablándome de la novela Ilusiones perdidas, de Balzac, o de textos de la guerra de independencia, como Crónicas de la guerra, de José Miró Argenter.

Mi abuelo materno, José Álvarez Morales, fue capitán de la guerra de independencia del 95, herido de gravedad en dos ocasiones. Mi madre, Olga María Álvarez, muy apegada a su padre, fue la receptora de todas las experiencias vividas por él durante los más de tres años de guerra, las cuales finalmente engrosaron mi haber histórico. Todo ello explica mi interés por la Literatura y la Historia, y la certeza acerca de la necesidad de explicarnos nuestra propia existencia a partir del conocimiento histórico y literario, de nuestra experiencia personal y la realidad circundante. De modo que la Historia Universal y, en particular la de Cuba, han estado en mi formación profesional desde muy temprano.

El rol cultural jugado por mis padres a través de mi infancia y adolescencia fue un factor determinante para alcanzar un rasero crítico en el modo en que percibo y entiendo la literatura, selecciono los temas de mi interés y concibo y realizo mi propia obra.

De igual modo, tuve muy buenos profesores de Español, Literatura e Historia desde mis estudios primarios hasta la conclusión del Preuniversitario, de quienes aprendí a evaluar muchas sutilezas de diferentes estilos literarios y técnicas poéticas y narrativas, así como a entrever e inferir ciertas verdades históricas que adormecen entre líneas. Nunca podré agradecer lo suficiente cuánto he aprendido de todos ellos, quienes llamaron mi atención sobre la gran complejidad que implica el solo hecho de tratar de comprender nuestro lugar en el mundo, arribar a un juicio de valor en el análisis de los diversos textos escritos o audibles y el modo de transmitir las ideas, por vía oral o escrita, empleando para ello los recursos propios de la expresión lingüística a nuestro alcance. Sin eso, mi cultura jurídica siempre estaría incompleta.

¿Cuándo nació la idea de este libro, por qué se fijó en este tema que quizás no es muy abordado al analizar el Diario de Campaña de Martí?

La idea de hacer este libro surgió a partir de la realidad de haber estado trabajando sobre temas de historia de Cuba en relación con la guerra de independencia de 1895 a 1898, a la par de estar investigando sobre aspectos relacionados con las culturas aborígenes asentadas en el archipiélago cubano durante la etapa precolombina y en los siglos posteriores. El Diario de Campaña de José Martí se convirtió en fuente de obligada consulta para la elaboración de dos de mis libros, aún inéditos, titulados Los bandoleros-insurrectos en la guerra de independencia de Cuba de 1895 a 1898 y La Fundación de la 1ª Brigada del 5º Cuerpo del Ejército Libertador de Cuba, así como también de mi libro titulado Los dos para José, Julián para los dos, que es un acercamiento a las coincidencias y diferencias entre dos personalidades históricas y literarias de Cuba, de primera línea, como son el propio José Martí y Julián del Casal, además de un ensayo sobre la controversial reunión en La Mejorana. La lectura y relectura del Diario de Campaña y el epistolario de José Martí para estos fines, fue perfilando la necesidad profesional de abordar un tema omnipresente en el citado texto martiano, aunque soslayado en los anales de nuestra historiografía: la presencia raigal de los indocubanos en la guerra del 95, supuestamente exterminados desde el siglo XVI, realidad reconocida durante la breve vida de campaña del Delegado del PRC y Mayor General José Martí, desde el 9 de abril de 1895 al 17 de mayo del propio año, recogida en este documento fundacional de la nación cubana y la República de Cuba en armas, aún en proceso de conquistar su total soberanía política del colonialismo español.

Justificaron la idea de este libro, el hecho de que Martí descubre una porción trascendental de la realidad demográfica y cultural cubana, hasta entonces desconocida para él, que impacta de manera sorpresiva y un tanto traumática en su percepción particular de la sociedad cubana y en los lineamientos estratégicos diseñados por él para la guerra necesaria: la existencia de los indios del extremo suroriental de Cuba, excelentes y aguerridos soldados, valientes, conocedores del terreno, efectivos rastreadores, capacitados para sobrevivir en el monte en circunstancias extremas que, aún organizados en sus cacicazgos tradicionales, integraron las Escuadras de Guantánamo, conocidos también como “los indios de Garrido” –que, según palabras de Martí, hacían “la pelea de España, la única pelea temible en estos contornos”–, para combatir al servicio de España contra el Ejército Libertador, hasta el punto de poner en peligro real e inmediato de desaparecer a las principales personalidades de la dirección político-militar del movimiento independentista cubano, es decir, al Delegado del PRC y Mayor General José Martí, al General en Jefe del Ejército Libertador Máximo Gómez, al Lugarteniente General Antonio Maceo y al Mayor General José Maceo, quien sería luego el Jefe del Primer Cuerpo del Ejército Libertador.

Todos habían desembarcado en dos expediciones, la primera por Duaba, el 1º de abril de 1895 (la integraban, entre otros, los Mayores Generales Antonio y José Maceo, sometidos a incesante persecución de la cual escaparon casi por milagro, junto al General Flor Crombet, muerto este último el 10 de abril de 1895 en un enfrentamiento con los llamados “indios de Garrido”, nucleados en las Escuadras de Guantánamo), y la segunda por Playita de Cajobabo, el 11 de abril del propio año (entre ellos José Martí y Máximo Gómez), perseguidos muy de cerca e insistentemente por los rastreadores aborígenes.

El inminente aniquilamiento de la más alta jefatura del mando político-militar mambí, hubiera traído funestas consecuencias para el desarrollo de la guerra necesaria. Y como testimonio escrito de su real inquietud debido a la persecución de que eran objeto, el día 24 de abril de 1895 Martí escribe en su Diario de Campaña una grave observación que no encuentra equivalente en todo el texto martiano: “Se siente el peligro. Desde el Palenque nos van siguiendo de cerca las huellas. Por aquí pueden caer los indios de Garrido”.

De igual modo, era imprescindible dar a conocer de manera pormenorizada a todos los interesados tanto en la vida de José Martí como en nuestro proceso de formación nacional, ciertas referencias y reflexiones sobre los indocubanos inmanentes en su Diario de Campaña, entre otras, aquellas relacionadas con la presencia física indubitable de aborígenes y sus descendientes en la gesta del 95; el itinerario martiano en Cuba desde el desembarco hasta su deceso por una zona de antiguas y populosas provincias indias, reconocidas y documentadas por nuestra historiografía; la manera en que la cultura material y espiritual de los indocubanos trascendió al modo de vida del campesinado oriental y, por tanto, al de los mambises en gesta; la recopilación, clasificación lingüística y análisis técnico de ciertas particularidades en torno a los múltiples indoamericanismos de origen aruaco, nahua, caribe, quechua y tupi-guaraní, presentes en el Diario; las características esenciales del proceso sociológico de transformación política del elemento poblacional aborigen y, finalmente, la configuración del Regimiento “Hatuey”, conformado por indios en su inmensa mayoría, el cual integraba la 2ª Brigada de la 1ª División del Primer Cuerpo del EL.

Por último, era inevitable considerar medulares aspectos históricos sobre la incuestionable herencia genética y cultural aborigen concurrente en ciertas figuras prominentes del mambisado, entre ellas el Lugarteniente General Antonio Maceo, el Mayor General José Maceo, Jefe del Primer Cuerpo del Ejército Libertador de Cuba y el Mayor General Pedro Agustín Pérez Pérez, Jefe de la 1ª División del Primer Cuerpo del Ejército Libertador. De este modo, puede asegurarse que los Mayores Generales Antonio Maceo, José Maceo y Periquito Pérez son también héroes de ascendencia aborigen.

En conclusión, el análisis contenido en el libro confirma la idea de que no es posible entender de manera cabal el proceso de formación de la nación cubana, desde el siglo XVI hasta las postrimerías del XIX, y aún más allá, haciendo abstracción de la evidente presencia física del aborigen y su cultura material y espiritual en nuestro devenir histórico.

¿Cuál era la postura de Martí en torno a la población indígena?

José Martí era un hombre absolutamente desprejuiciado en lo tocante a la presencia indígena en América y su necesaria integración social con todo respeto hacia el ordenamiento y las bases de su civilización, porque comprendía que era importante asimilar todo el cúmulo de aspectos positivos provenientes de estas culturas milenarias radicadas en el hemisferio occidental, así como que el desconocimiento y preterición social del indio acarrearía serios problemas de gobernabilidad en el continente americano si no se tomaba en cuenta su presencia en la diversidad. En su Diario de Montecristi a Cabo Haitiano, previo al Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos, Martí escribe el día antes de zarpar con destino a Cuba, 8 de abril de 1895, un pequeño párrafo que refleja su alta valoración y general perspectiva sobre los indios de América: “Por el poder de resistencia del indio se calcula cuál puede ser su poder de originalidad, y por tanto de iniciación, en cuanto lo encariñen, lo muevan a fe justa, y emancipen y deshielen su naturaleza.– Leo sobre indios.”

Sin embargo, Martí no contaba con la presencia indígena en Cuba, porque era portador de la antaña noción sociológica, preconizada por todo tipo de literatura hispana y criolla publicada hasta entonces, que acuñaba la idea de la extinción generalizada del indio en la mayor de Las Antillas. Y no podía ser de otra manera, porque en su corta vida Martí no había tenido acceso a la provincia de Oriente, donde residían múltiples cacicazgos indígenas, de origen taíno y subtaíno, que habían sobrevivido a varios siglos de colonización hispana conservando sus estructuras cacicales tradicionales, fundamentalmente en la región desde Guantánamo a Maisí. En adición, la Arqueología y la Antropología eran entonces ciencias debutantes en Cuba, que enfocaban sus esfuerzos en el estudio de los restos materiales de las culturas indocubanas y hasta los principales exponentes criollos sobre los iniciales saberes del indigenismo en Cuba, entre ellos los poetas José Fornaris y Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé), líderes del movimiento literario conocido como Siboneísmo, y Pedro José Guiteras, con su Historia de la Isla de Cuba (1865-1866), y Antonio Bachiller y Morales, con su libro Cuba Primitiva (1883), aceptaban la idea de la extinción generalizada del indio en el archipiélago cubano.

Por otra parte, la participación de los indios a favor de España en la Guerra del 68 no había trascendido al occidente del país. Recordemos que la Guerra Grande, además de ser de corte muy regionalista, no se generalizó hacia el Occidente, como sí lo hizo la guerra del 95, por lo que la difusión informativa de la presencia aborigen en las ya existentes Escuadras de Guantánamo, al mando de jefes descendientes de indios, no rebasó la provincia oriental.

También debemos recordar que Martí solo vivió 42 años, la mayor parte de ellos en el exilio. Y que en ese período, como hemos apuntado, no visitó la antigua provincia de Oriente. Por ello, al desembarcar en Playita de Cajobabo, región más oriental de Cuba, y percibir una realidad completamente diferente a la que antes daba por sentada al hacerse cargo de la efectiva presencia india en el escenario de la guerra, con la colosal amenaza y fehacientes estragos que los aborígenes cubanos, organizados en las Escuadras de Guantánamo, causaron sobre las expediciones mambisas por aquellos días iniciales de la contienda, no le quedó más alternativa que reacondicionar su perspectiva indigenista ante el crudo contexto bélico, rediseñar los lineamientos estratégicos de la guerra necesaria a este respecto y plantearse la siguiente pregunta: “¿Y por qué pelean contra los cubanos esos cubanos?” El libro da respuesta a esta y otras múltiples interrogantes en torno al acontecer posterior.

A 128 años de la muerte de Martí, ¿por qué es importante que los cubanos, sobre todo los más jóvenes, conozcan su trayectoria política y su obra literaria?

Incuestionablemente, José Martí fue un hombre excepcional, de una vida irrepetible tanto por sus características personales de altísima sensibilidad, inteligencia superlativa y sentido de la mejor ética humana, flexible pero con apego indeclinable a la verdad, como por la experiencia vital que recibió de su querido entorno familiar, las realidades políticas imperantes en su país de origen, en su exilio forzado y circunstancias ambientales y sociológicas que, en conjunto, dieron lugar a un ser humano de extraordinarios horizontes intelectuales que trascendieron su época a través de su pensamiento y obra, de su acción auténtica en perfecta comunión con sus ideas, enorme capacidad de sacrificio y visión de futuro.

Todas estas sublimes cualidades, encarnadas y demostradas en el curso de una ardua vida política y personal, con renunciamientos extremos a un bienestar mayor según sus numerosos talentos como líder político, abogado, periodista, maestro, escritor (novelista, dramaturgo, ensayista, literato infantil, poeta), diplomático y traductor, trascendieron también a toda su obra escrita, a su literatura, a sus discursos, a su epistolario, a sus artículos periodísticos, que constituyen hoy una permanente fuente de consulta para todos los cubanos que quieran conocer las bases históricas reales de la nación cubana y de su propia identidad cultural, en particular las nuevas generaciones que necesitan de altos modelos de ética humana.

En Cuba, no existe mejor ejemplo de integridad social y personal, no porque alguien lo diga, sino por la evidencia de su pensamiento escrito, de su acción conocida, del peso ético de su obra humana comprobado a través de su experiencia vital. Y habiendo sido Martí un hombre que se adelantaba en demasía al espacio temporal de su corta vida, la vigencia de su pensamiento y acción trasciende a nuestro presente histórico y hacia el futuro. De modo que podemos acercarnos a él sin reservas, como el consejero fidedigno de nuestros días y del porvenir.

Como todo hombre, cometió errores, que en la balanza pesan mucho menos que sus virtudes y aciertos y que, al cabo, no hacen más que confirmar su grandeza. Pero todos, las generaciones más veteranas y experimentadas como los “pinos nuevos”, debemos tener especial cuidado con ciertas energías manipuladoras de su ejemplo con fines ajenos al genuino progreso humano.

De esta suerte, José Martí, aun en su ausencia, sigue siendo, para los cubanos contemporáneos de hoy, como lo fue para los cubanos de ayer, el líder natural y más representativo de la sociedad nacional en permanente dinamismo sociológico. Beber de su vida y obra es garantía de salud humanitaria, en el más amplio sentido del término.

Tomado de: Diario Las Américas

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