Elías Argudín
19 Mayo 2023 14:05:08
Los cubanos, además de las múltiples sentidas muestras de dolor y pesar, públicas e íntimas, decidimos no dejar morir al Apóstol y nos adueñamos de su ejemplo y enseñanzas
Foto: Ilustración de Vicente Bonache
Misterio que seduce y deslumbra, atrapa, y luego arrastra irremediablemente a la indagación, para –en la misma medida que nos adentramos en su vida y obra- descubrirnos, tal cual afirmara Carlos Rafael Rodríguez, a un José Martí “guía de su tiempo y anticipador del nuestro”, cubanísimo y universal; erudito enciclopédico, inmenso en la oratoria, surtidor certero y multifacético; narrador, poeta, ensayista, traductor, diplomático, político, periodista, ideólogo, pero sobre todo, revolucionario cabal, entregado a la causa de la independencia de la Patria y Latinoamérica toda. Brillante como pocos e inabarcable.
De manera que, Rubén Darío (1867-1916), otro intelectual latinoamericano de talla universal, estremecido por la muerte (acaecida el 19 de mayo de 1895, en el combate de Dos Ríos) de quien lograra cautivarle por la brillantes y locuacidad de escritos y discursos, como expresión de lo que sabía pérdida irreparable, dijera (escribiera):
“¡Oh Maestro!, ¿qué has hecho…?” Por su parte, el teniente general español José Ximénez de Sandoval y Ballange, quien dirigiera el fatídico combate del 19 de mayo de 1895, en el que cayera, el Héroe Nacional cubano, -un deshonor, en su opinión-, declinó aceptar el marquesado de Dos Ríos, con lo cual, por ello, pretendían premiarle, en tanto, según sus propias consideraciones “…lo de Dos Ríos no fue una victoria; allí murió el genio más grande que ha nacido en América”. Y dijo más, con adjetivos y valoraciones, en términos muy elogiosos, pero justas de aquel que supo ganarse -aseguró- “todo mi respeto y admiración”.
El entonces Capitán General de la Isla, Arsenio Martínez-Campos, pese al rencor y odio hacia a los cubanos, provocados por sus fracasos, ordenó que el cadáver del Delegado del Partido Revolucionario Cubano, artífices en lo individual y colectivo, respectivamente, de la Guerra Necesaria, a librar contra España por la independencia de la Mayor de la Antillas, fuese “colocado en la más lujosa caja que se hallara”.
También después pidió no dar curso a la propuesta de ascenso y condecoración para su hijo José, a tener de la participación en el citado enfrentamiento.
Los cubanos, además de las múltiples sentidas muestras de dolor y pesar, públicas e íntimas, decidimos no dejar morir al Apóstol y nos adueñamos de su ejemplo y enseñanzas. Y hubo Moncada porque a la Generación del Centenario de su nacimiento, la mano pura, el Maestro familiar tendido hubiera.
Nos acompañó entonces, también antes, y ahora, y lo hará por siempre. Está en la genialidad de Fidel, la intransigencia de Maceo, la lealtad y el compromiso de Raúl, y en la garantía de continuidad que defiende Díaz-Canel.
Si leer sobre Martí puede resultar tremendamente bueno y beneficioso –eso depende del escribidor-, ninguna manera mejor de homenajearle, abrazarle y mantenerle vivo que leerle, para luego actuar en consecuencia.
Los cubanos de hoy, también como él hacedores de la Revolución, no le queremos perfecto ni santo para la veneración inútil, le tenemos estrella que ilumina y mata, y entonces como él, con orgullo y sin temor alguno, todos los días, asumir el riesgo de dar la vida por el país y el deber.
Ver además: Prosigue hoy jornada de homenaje a José Martí
Tomado de: Tribuna de La Habana
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