VIERNES, 31 DE ENERO DEL 2003
Más de cien años después, la imagen verdadera del lugar más importante del Apóstol en Nueva York se abre paso a la memoria.
Jorge Juan Lozano Ros
( Asesor de la Oficina del Programa Martiano)
A través del Elevado ha llegado a la Iglesia de la Trinidad con su aguja de estilo gótico en lo alto, circundada por el cementerio de los patriotas, y comienza por Wall Street su andar rápido, que emula con la velocidad de su pensamiento.
En el corazón de la calle de mármol y granito se encuentra, en el Federal Hall, la estatua de Washington, testigo del paso del caminante. Rebasa la Bolsa de Nueva York, y se encamina tres cuadras más allá a un edificio de cuatro pisos, a corta distancia de los espigones de donde salen los barcos con mercancías y correos hacia varios lugares del mundo, entre ellos La Habana.
De dos en dos sube los peldaños de la estrecha escalera de hierro y abre la puerta de la habitación 13, donde cuelga un letrero: Oficinas de Patria. José Martí ha llegado a su despacho de trabajo.
EL CUARTO LLENO DE LIBERTAD
Así bautizó el Apóstol a su oficina, el lugar más importante durante su permanencia en Nueva York. En 1886 ya trabajaba en ella, que fue sede continua de sus labores como cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay; de sus corresponsalías para importantes periódicos de Nuestra América; de su devoción amorosa como autor de La Edad de Oro; de su convicción y acción política como Delegado del Partido Revolucionario Cubano.
Blanche Zacharie de Baralt, tierna amiga de Martí, describió el local casi fotográficamente: “Las paredes cubiertas de estantería sencilla, repleta de libros, una mesa, algunas sillas, el retrato que hizo de Martí el pintor Norman, colgado sobre el escritorio, apuntes de Estrázulas y de Edelmann, y unas palmas de Héctor Saavedra. Sobre uno de los estantes, su grillete del presidio... Subieron aquellas escaleras poderosos e infelices. A todos recibía con una sonrisa.”
A finales del siglo XIX, cuando la majestad de la arquitectura comercial estaba dando a la ciudad una hermosura sorprendente y nueva, se multiplicaban los edificios de oficinas. En la parcela 40 de la manzana 38 del Bajo Manhattan existía una de estas edificaciones, marcada con el número 120-122, de Front Street. Su vecino contiguo era el inmueble de Wall Street número 104, de mejor vista al ocupar la esquina donde confluían ambas calles.
Así lo captó una fotografía, ampliamente divulgada durante un siglo. Siempre se ha errado al identificar el edificio preciso donde Martí trabajaba, señalándose al de la esquina de la calle Wall.
Venciendo el obstáculo del tiempo, un amigo y colaborador del autor de Versos Sencillos, el puertorriqueño Sotero Figueroa, que con asiduidad visitaba el lugar, viene a nuestra ayuda para rectificar el desliz. Recordaba el editor del periódico Patria: “Martí amaba de tal modo ese pequeño rincón, que no se hallaba a gusto sino en él...”.
Figueroa legó a los martianos del futuro la primera publicación de 120 Front Street, en la Revista de Cayo Hueso, del 26 de septiembre de 1897. Él resaltó la edificación exacta del lugar donde en muchas ocasiones pensó, escribió y decidió el Delegado del PRC. Recuerda este testimoniante que los dos edificios se comunicaban entre sí, y no pocos visitantes de Martí entraban por uno para salir por el otro.
En la extensa iconografía martiana, que no solo se compone por las cuarenta y dos imágenes del héroe, sino por las fotografías de los lugares ligados a su vida; en varias publicaciones se ha identificado erróneamente el edificio donde Martí tenía su oficina de trabajo.
Hoy la histórica construcción no existe. Fue tragada por la extensión de la cosmopolita ciudad de los rascacielos. En su lugar se levanta una de esas moles. Pero la imagen real, la fotografía que demuestra el verdadero lugar donde se anidó la libertad de Cuba, es prueba y reclamo. Queda aún salvar esa huella en la memoria.
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