Por: Orlando Fondevila
Bitácora Cubana, 31 de julio de 2006
Resulta asombroso que Martí deba ser defendido por los propios cubanos de los propios cubanos. La primera línea de esa defensa se ocupa del ataque integral que sufre Martí por parte de los intelectuales orgánicos del castrismo. En ese caso las acciones ha emprender son claras y de relativa facilidad. La monstruosidad que ha destruido a Cuba, por mucho que se afanen, no pueden, conseguir la legitimación vía Martí. Por mucho que se empeñen en sus forzadas “lecturas” del Maestro cubano, se les nota la oreja peluda. Los Vitier y Retamar , pese a todo, lo saben. Y supongo viven y mueren con esa vergüenza.
Pero tenemos una segunda línea de defensa que ha de emplearse en desenmascarar a unos agresores inesperados. Se trata de quienes, supuestamente desde posiciones anticastristas , se esfuerzan en la deconstrucción de Martí. La izquierda se ha hecho postmoderna. Así también la izquierda cubana, la política y la intelectual, que se siente algo incómoda con lo que percibe como ciertos excesos dogmáticos y antiguos de la izquierda castrista en el poder. Su oposición se ciñe más bien a algunos aspectos de lo que siguen llamando “revolución cubana” y que, a su juicio, deben reformarse en un sentido “moderno”. Sus enmiendas al castrismo son parciales, no a la totalidad. Piensan que hay temas salvables. Por eso se llaman a sí mismos “oposición moderada” o “hijos rebeldes de la revolución”. Su discurso es, entonces, o quiere ser, básicamente postmoderno. Sin embargo, su discurso ni es tan nuevo ni está muy estructurado. No es nuevo porque se alimenta en esa ideología difusa de la que se alimentó y que propagó el mayo del 68, con sus Marcuse , sus Derrida , sus Foucault y compañía. Sienten por estos personajes una devoción aldeana. Cuando el talento les alcanza les imitan en la oscuridad, o la charlatanería, o en ambas cosas. Les parece novedoso, elegante, progre; en fin, postmoderno. Se encuentran regalados moviéndose en la vaciedad ideológica y la ambigüedad política. Un izquierdismo de tonos sobrios que no es más que post-marxismo vergonzante. Al modo de Derrida , uno de sus referentes. Tanto como su ídolo rechazan la globalización al castrismo en su totalidad. Son demasiadas las coincidencias. , la para ellos “tiranía del mercado” y la sociedad liberal (en el sentido europeo) en general. Son multiculturalistas , relativistas, pacifistas (que no pacíficos), pros árabes y secretamente anti-israelíes. Y por supuesto, anticapitalistas y rabiosamente antiamericanos. En fin, izquierdistas. Por eso no pueden repugnar
¿Por qué no les gusta Martí? Por varias y disímiles razones. Primero, porque Martí es un patriota, el símbolo más alto del patriotismo cubano. Y los postmodernos no entienden de patriotismo. A ellos, el patriotismo les produce escozor, es algo en desuso. Segundo, porque Martí, siendo un intelectual (uno de verdad) fue también un hombre capaz de conspirar, de organizar una guerra y comprometerse absolutamente para conseguir la libertad de su patria, Cuba, entendida como la libertad individual de todos y cada uno de sus hijos. La libertad, ese concepto inquietante para la izquierda. En tercer lugar, porque les desasosiega la ética y la congruencia de Martí, que le llevaron, incluso, a sacrificar en cierta medida sus variados y excepcionales dones para la creación intelectual y el pensamiento, en aras de lo que creía como su compromiso político. Justamente esta izquierda postmoderna, sosa e inane, falsa y desorientada, sólo se compromete de boquilla, vagando permanentemente en la nube de su autocomplacencia y autocreída superioridad intelectual y moral. Y en cuarto lugar, porque odian el pasado cubano, no saben qué hacer con su presente y les asusta un futuro que pueda significar un golpe demoledor y definitivo para la izquierda en la política cubana.
Desprecian tanto a Martí como odian al exilio cubano militante y a todos los que, dentro o fuera de Cuba, buscan un cambio de verdad, radical, en la sociedad cubana. Desprecian tanto a Martí como al exilio que le reivindica. Quieren enterrar a Martí, desaparecerlo del imaginario cubano, porque el ejemplo y la leyenda martianas les acusa todos los días por su pusilanimidad y desestimiento . Desprecian a Martí, porque es una luz moral e intelectual que les deslumbra y les hace daño, les evidencia su cierta pequeñez. Odian al exilio militante porque, con sus aciertos y errores, ha sabido mantener vivas las prístinas ideas martianas de cubanía y libertad. Y porque ha demostrado en el duro destierro que Martí tenía razón cuando confiaba en las potencialidades de su pueblo. Si la Cuba maltratada y arruinada por el castrismo, incluso envilecida, se mantiene hoy viva y con esperanzas, se debe ante todo a que en lo más profundo de su ser no ha renunciado a Martí. Y porque ha existido y existe este exilio militante. Un exilio que no se rinde ni se va a rendir y que nunca a olvidado a los que al interior de la patria, en las más difíciles condiciones, tampoco se rinden ni desisten.
¿Enterrar a Martí? ¿Dejarlo en manos de sus deconstrutores ? ¿De quienes quieren manosearlo para achicárnoslo? No y mil veces no. A Martí, a lo que hay de perenne en Martí, lo necesitamos hoy más que nunca. No perderemos a Martí, porque no vamos a perder a Cuba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario