Por Pedro Pablo Rodríguez
La Habana, 5 dic
(Prensa Latina)
A pesar de que pasó quince inviernos en Nueva York, José Martí no se aclimató plenamente a los días de intenso frío en esa ciudad, como se desprende de sus quejas en cartas y hasta en algunas de sus crónicas sobre Estados Unidos, que él llamó Escenas norteamericanas.
Pero fue el invierno de 1889 el que le provocó angustia, y no precisamente por las bajas temperaturas.
Las palabras que prologan su cuaderno de poemas titulado Versos sencillos, escritas en 1891, explican el porqué de su zozobra invernal dos años atrás: la reunión 'en Washington, bajo el águila temible', de los pueblos hispanoamericanos.
Se refería a la Conferencia Internacional Americana, convocada por el Gobierno norteño, celebrada entre el 2 de octubre de 1889 y el 19 de abril de 1890, que lo tuvo en 'agonía, hasta que pude confirmar la cautela y el brío de nuestro pueblo; y el horror y vergüenza en que me tuvo el temor legítimo de que pudiéramos los cubanos, con manos parricidas, ayudar el plan insensato de apartar a Cuba, para bien único de un nuevo amo disimulado, de la patria que la reclama y en ella se completa, de la patria hispano-americana'.
Aquellos siete meses de la Conferencia fueron el comienzo de la gran batalla antimperialista martiana.
Tal cónclave confirmó sus alertas desde años atrás acerca del arrollador impulso expansionista que crecía entre varios sectores de la sociedad estadounidense, cuyos antecedentes señala en el prólogo a los Versos sencillos, al aludir a la guerra de rapiña contra México y a los intentos anexionistas de Narciso López sobre Cuba y de William Walker sobre Nicaragua y toda Centroamérica.
Por ello, esa pelea política, diplomática e ideológica de Martí se desenvolvió durante los casi siete meses de la reunión en varios escenarios. Por un lado, el acercamiento y el intercambio con los delegados latinoamericanos, aprovechando su condición de cónsul de Uruguay en Nueva York y sus relaciones con los demás pares de la ciudad y con buena parte de la emigración hispanoamericana allí asentada, particularmente con la intelectualidad asociada a las labores de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, de la que él era uno de sus principales animadores.
Destaque especial tuvieron sus numerosas crónicas acerca de la Conferencia para los diarios de Buenos Aires y México, en las que hizo gala magistral de descripciones juiciosas y detalladas, de informaciones y análisis sostenidos en las palabras de la misma prensa estadounidense. Nadie como él dispuso entonces de semejantes cualidades comunicativas y de solidez argumentativa para defender la soberanía de Nuestra América.
Las razones de la aceptación del convite por los Gobiernos de nuestra región las expresó en el prólogo de sus poemas: 'ignorancia', 'fe fanática', 'miedo' o 'cortesía'. Él, patriota, ya vimos que sufrió 'horror y vergüenza' de que otros cubanos abrieran las puertas a la anexión de la isla a Estados Unidos.
La Conferencia terminó en nada: no hubo acuerdo alguno, pues ninguno de los proyectos de Estados Unidos fue aprobado; solo quedó en pie la idea de efectuar una conferencia monetaria, a la que él asistiría como delegado de Uruguay y donde su voz y su pluma lograrían concertar a los demás representantes de Nuestra América en el rechazo de la propuesta norteña de la unidad monetaria continental.
Así, el antimperialista consciente se irguió como faro en la defensa de la soberanía y la unión de Nuestra América. Su esfuerzo desde entonces se dedicó a lograr la libertad de Cuba y de Puerto Rico para impedir el avance hegemónico hacia el Sur de la naciente potencia del Norte.
(Tomado de Cuba Internacional)
Tomado de: Prensa Latina
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