Por: Wolfgang R. Vicent Vielma (*)
Viernes, 16/04/2021 08:02 AM
Martí en sus años juveniles, apenas con dieciocho años de edad, en su confinamiento en España, dio sus primeros pasos, aunque de manera informal, en ese mundo maravilloso de la enseñanza, por lo que obtiene algunos recursos para su manutención en Madrid dando clases particulares a dos niños de esa ciudad, lugar donde él había iniciado sus estudios en derecho, filosofía y letras. Pero en realidad, el ingreso pleno de Martí en el rol de docente lo hizo en Guatemala en 1877, donde logró su ingreso como Profesor de Literatura y Composición en la Escuela Normal Central que dirigía el también cubano José María Izaguirre, y de Literatura alemana, francesa, inglesa e italiana en la universidad. En Cuba, en septiembre de 1878, obtiene autorización para impartir clases en el colegio de primera y segunda enseñanza de Hernández y Plasencia. Como lo manifestara Martí, él concebía la educación como un acto constante de creación, un acto alimentado por el amor; por ello abogó por la constitución de un contingente de maestros misioneros quienes a través de "una campaña de ternura y de ciencia" de maestros ambulantes "dialogantes" y no "dominés" llevasen conocimiento, enseñanza a todos los sectores de la sociedad, priorizando a aquellos sectores menos favorecidos. El maestro es el principal agente de esa gran gesta que es la educación. Con esta formación y estas ideas participa Martí dentro del proceso creativo de la educación en Venezuela, donde además de la Gramática, incorpora la Oratoria.
Martí, Profesor de Gramática Francesa en el Colegio Santa María.
A cuadra y media de la Plaza Bolívar de Caracas entre las esquinas de Veroes a Jesuitas, se ubicó, en la época colonial, en la segunda mitad del Siglo XVIII, la escuela en donde Simón Rodríguez daba clases al niño Simón Bolívar, era la Escuela de las Primeras Letras. Con el tiempo el uso de estas edificaciones fue cambiando. Para el año 1848, Juan Vicente González constituye en esos espacios el Colegio Salvador del Mundo, y el 2 de octubre de 1859, Agustín Aveledo y Ribas Baldwin fundan el Colegio Santa María que funcionó bajo la rectoría de Aveledo hasta el momento de su cierre el 9 de junio de 1917. Fue esa, una época de gran esplendor para el Colegio Santa María, siendo un referente de la educación y la cultura del país, su lema era, moral, orden, estudio, constancia, progreso y por sobre todo, Dios.
En sus instalaciones se dictaban clases de primaria, educación mercantil y se preparaban a los jóvenes para la Universidad, además de formación avanzada en Matemática y Agrimensura para los que optaban por la Ingeniería. Existían las dos modalidades de internos y semi - internos, allí, a lo largo de bancos, recostados a las paredes se recibían las clases. En esta casona, en 1869 se constituyó el Colegio de Ingenieros de Venezuela, funcionó allí el primer laboratorio de observación meteorológica de Caracas y se elaboró el proyecto de creación del Observatorio Cagigal. Además de ello y dentro de la labor filantrópica de Agustín Aveledo, se instaló un servicio médico para los niños pobres que era regentado por el Dr. J. M. de los Ríos y dos Médicos, hijos de Aveledo. Otro aspecto muy destacado de esta instalación eran los encuentros de carácter cultural que allí se daban. En este importantísimo colegio, en el año 1881, dio clases de Gramática Francesa quien llegó a convertirse en el Héroe Nacional de Cuba, José Martí.
Martí, profesor de Oratoria en el Colegio Villegas
Para el año 1881, el Colegio Villegas era uno de los mas destacados de Caracas, fue fundado por Guillermo Tell Villegas, quien manifestaba que esa institución debía ofrecer una educación que encaminara a sus alumnos a "apreciar la paz, la democracia, la libertad y la República", se aspiraba a que ellos pudiesen "pensar, razonar, madurar juicios y opiniones". Es el mismo colegio, donde José Gregorio Hernández, joven muy apreciado por el fundador y propietario del mismo, cursó sus estudios de bachillerato. Esta institución funcionaba entre las esquinas de Veroes y Santa Capilla, que posteriormente fue ocupado por la Academia Nacional de Bellas Artes, y hoy por la Escuela Superior de Música "José Ángel Lamas".
En el libro Venezuela a Martí publicado por la Embajada de Venezuela en Cuba (1953: 33 – 34) aparece el testimonio del abogado, poeta e historiador, Juvenal Anzola sobre el ambiente que rodeaba la labor de Martí en su desempeño por formar a los venezolanos en el campo de la oratoria, que se desarrolló en el salón principal del Colegio Villegas, algunos días de la semana desde las ocho hasta las diez de la noche:
"... vibró poderosa la voz elocuentísima de aquel peregrino de la libertad, de aquél atleta incansable, que anhelaba dejar en el ánimo de la juventud venezolana, vinculados todos los tesoros de su alma, todos los ensueños de su inagotable fantasía, todas las grandezas de un porvenir apenas concebible. Aquellas dos horas sensiblemente no transcurrían para los que le oíamos: estábamos encantados, habíamos encontrado el verbo de nuestros ideales, habíamos como ascendido en alas de gratas ideas, alentados por la dicha, con los corazones rebosantes de júbilo, con las almas llenas de esperanzas y de paz, a un tabor de inmortales transfiguraciones.
Cuando aquella palabra, amor de la libertad y de la ciencia, dejaba de cantarlas armoniosamente, despertábamos como de un sueño, volvíamos sobre nosotros mismos y todavía encontrábamos en el plácido rostro del apóstol, la maravilla de una inspiración superior, la claridad de un espíritu iluminado. ¡Qué noches aquellas! ¡Cuán imperecederos sus recuerdos! El maestro nos decía preciosidades del hogar, de la familia, de la poesía, de la ciencia, de los héroes, de los libertadores, de sus impresiones, de sus tristezas, de los caprichos de la imaginación, pero siempre fijándose en cada ocasión propicia, sobre los más excelentes dones de la libertad… La palabra de Martí era inagotable y fluía límpida, sonora, elocuente, bella y pintoresca de sus labios: era él, artista de obra delicadísima: era cíclope de trabajos rudos y formidables…"
Martí enseñaba en sus clases el carácter elocuente y vibrante de la oratoria, para ello se debía contar con una sólida formación enmarcada en las experiencias acumuladas en esa labor, que en su caso estaban marcados por su estilo, por su experiencia, su inmensa cultura y en su personalidad, magníficamente descritas por Anzola en el texto anterior. En esas clases de oratoria se formaron varios venezolanos, entre ellos, Luis López-Méndez, Gonzalo Picón Febres, David Lobo, José Gil Fortoul, Lisandro Alvarado, César Zumeta, Víctor Manuel Mago, Andrés Alfonzo, Ramón Sifuentes, Gonzalo Picón Febres, José Mercedes López, José Elías Landínez, Victor Febres, Juvenal Anzola.
Martí en sus "Notas sobre la Oratoria" (recogidas en la Obras Completas, Vol 19, p 449-451) nos legó una serie de principios que deben regir la oratoria. Los venezolanos que tuvieron el privilegio de haberle tenido como su profesor, seguro que contaron, a primera mano, con esas maravillosas enseñanzas de ese gran maestro de la Oratoria que fue José Martí. De la citada obra recogemos estas observaciones:
"Orador sin instrucción es palmera sin aire. ¿De qué le sirven las hojas a la palma si benévolo alisio no las mueve? ¿De qué le sirve el cauce al río si no tiene agua que rodar por él? ¿De qué le sirve la fluidez al orador si no tiene nutrición en el intelecto que corresponda a las facilidades de los labios?...
No hablo yo de condición empalagosa, que corta el vuelo a la palabra; pone pies de hierro al ibis alígero; confunde inútilmente a los oyentes, que no han de contagiarse de erudición en un instante, y quita la grandeza de la naturalidad y la brillantes del arrebato al orador. Hablo de la fuerza de doctrina, de esa definición de sistema, de esa hondeza de pensamiento, de esa seguridad del asunto hablado, misterio y resorte del éxito e influencia verdadera de un discurso. Cuando no se piensa claro no se habla claro. Ni basta conocer una materia sola; porque cuando se asciende a la tribuna, -que la tribuna es una iluminada majestad- no se miden los rayos de este sol, no se cuentan las ondas de este mar; tiende el alma su vuelo poderoso, lo único que pesa se hace ave que vuela; calienta la lengua una especie de fuego sibilítico; truécase el hombre en numen, y anonada, convence, reivindica, destruye, reconstruye, exalta, quema".
(*) Wolfgang R. Vicent Vielma. Trabajador de la Casa de Nuestra América José Martí en Caracas y Profesor de la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada Bolivariana (UNEFA)
wolfgangvicent@gmail.com
Tomado de: Aporrea.org
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