lunes, 5 de julio de 2021

Martí, el águila y la muerte

Por Redacción Razones de Cuba
Por Alejandra Brito Blanco
2 julio, 2021

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Estatua ecuestre 13 de marzo: La estatua ecuestre ubicada en el habanero parque 13 de marzo evoca el momento en que José Martí es alcanzado por balas españolas en el combate de Dos Ríos - Foto: Radio Rebelde

Dicen que cayó de su caballo, con la tardía sorpresa de la proximidad del enemigo. Tres disparos: en el muslo, en el pecho y la garganta, sellaron el pacto con la muerte. Gómez, Quintín Bandera…cuántos más desafiaron infructuosamente el fuego cruzado para llevar el cadáver de vuelta a brazos mambises. Baconao, aquel impetuoso corcel blanco, regresó tinto en sangre. “Que nadie monte el caballo de Martí”, ordenó el Mayor General antes de soltarlo en el monte. Y nunca más subió otro a lomos del animal que una vez llevó al Delegado, en señal de respeto.

José Martí ya había escrito sobre el presagio fatal un día antes, en el campamento de Vuelta Grande, próximo a Dos Ríos, en su carta inconclusa a Manuel Mercado:

“(…) ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber -puesto que lo entiendo y tengo ánimo con que realizarlo- de impedir a tiempo con la de independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

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Vuelta Grande: Aquí estuvo el campamento de Vuelta Grande, de donde el Héroe Nacional de Cuba partió hacia el combate de Dos Ríos - Foto: Cubadebate

Ese día, el 18 de mayo de 1895, la llegada del Mayor General Bartolomé Masó y sus tropas interrumpió la redacción de su testamento político, de marcado corte antimperialista. Se unieron estos tres grandes -Martí, Gómez, Masó- y hablaron a los soldados. “Por Cuba estoy dispuesto a dejarme clavar en la cruz”, clamó el hombre de frente amplia, el Apóstol. “¡Viva el presidente!”, respondió el grito jubiloso del regimiento.

Horas después, pasada la una de la tarde del día 19, caía el organizador de la Revolución del 95, en el “camino que se ha de cegar, y estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia”[1].

Dos temas coronaron el ideario martiano, amén del gran tópico de Cuba. Estos son nuestra América y Estados Unidos. Según el historiador Eduardo Torres Cuevas, uno de los mayores aportes de la obra martiana reside en la “amplitud, la capacidad, (…) una mirada tan profunda de una sociedad tan compleja”.

“Es capaz de ver el nacimiento de un imperio”, agrega el también presidente de la Sociedad Cultural José Martí, “y esa primera batalla, él lo sabe y lo dice, se va a dar en Cuba”.

Vea la intervención del Dr. Eduardo Torres Cuevas en el Coloquio Internacional Estados Unidos en la pupila de José Martí, organizado por el Centro de Estudios Martianos[W1] – videoEse día, el 18 de mayo de 1895, la llegada del Mayor General Bartolomé Masó y sus tropas interrumpió la redacción de su testamento político, de marcado corte antimperialista. Se unieron estos tres grandes ?Martí, Gómez, Masó? y hablaron a los soldados. “Por Cuba estoy dispuesto a dejarme clavar en la cruz”, clamó el hombre de frente amplia, el Apóstol. “¡Viva el presidente!”, respondió el grito jubiloso del regimiento.

Horas después, pasada la una de la tarde del día 19, caía el organizador de la Revolución del 95, en el “camino que se ha de cegar, y estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia”[1].

Dos temas coronaron el ideario martiano, amén del gran tópico de Cuba. Estos son nuestra América y Estados Unidos. Según el historiador Eduardo Torres Cuevas, uno de los mayores aportes de la obra martiana reside en la “amplitud, la capacidad, (…) una mirada tan profunda de una sociedad tan compleja”.

“Es capaz de ver el nacimiento de un imperio”, agrega el también presidente de la Sociedad Cultural José Martí, “y esa primera batalla, él lo sabe y lo dice, se va a dar en Cuba”.

Vea la intervención del Dr. Eduardo Torres Cuevas en el Coloquio Internacional Estados Unidos en la pupila de José Martí, organizado por el Centro de Estudios Martianos[W1] – video

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Martí 42 años: Esta imagen de José Martí a los 42 años de edad fue tomada en algún momento entre el 28 de enero de 1895 y la fecha de su muerte - Fuente: Cubadebate

La disyuntiva entre yugo y estrella, como expresa el poema homónimo, estaba planteada. Vuela en su prosa y en su verso de acero:

  • Mira estas dos, que con dolor te brindo
  • Insignias de la vida: ve y escoge.
  • Este es un yugo: quien lo acepta goza
  • Hace de manso buey, y como presta
  • Servicio a los señores, duerme en paja
(…)
  • Esta, que alumbra y mata, es una estrella:
  • Como que riega luz, los pecadores
  • Huyen de quien la lleva, y en la vida
  • Cual un monstruo de crímenes cargado
  • Todo el que lleva luz se queda solo.

Era de su carácter el astro brillante, la lucha imperecedera contra la opresión, viniese de Madrid o de los dominios del águila prepotente. No hay esencia martiana sino en la eterna oposición al influjo imperialista sobre la geografía americana. No hay honor en quien reclame para sí el título de martiano y con la otra mano sirva a una bandera ajena. Así lo enunciaba Martí en Al extranjero, parte de sus Versos Libres:

(…)

  • Donde sueltan la carga los traidores
  • Y donde no hay honor, sino ceniza:
  • ¡Allí, más solo allí, decir pudiera
  • Lo que dicen ¡y viven! que mi patria
  • Piensa unirse al bárbaro extranjero!

Martí vuelve a nosotros, universal, contemporáneo. “Es importante, en estos tiempos de destiempos, donde se pierde la lógica de muchos procesos, leer a Martí”, dice Torres Cuevas. Se debe llegar a él con la mente y el corazón despoblada de prejuicios, para comprenderlo a la luz de su condición humana y extraordinaria.

La independencia y bienestar de Cuba, sin dudas, ocuparon un lugar central en su ideario. Y no hay independencia si se es siervo de otro, sea nación, persona o continente.

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Mausoleo donde reposan los restos mortales de José Martí en el cementerio patrimonial de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba

A Martí no lo dejaron morir esa tarde de mayo, hace más de cien años. Cayó el Apóstol, el suelo se tiñó de sangre. Resuena el monte. En el aire flota la más bella confesión de amor a su Patria, hecha poesía:

  • Yo callaré, yo callaré: que nadie
  • Sepa que vivo: que mi patria nunca
  • Sepa que en soledad muero por ella
  • Si me llaman, iré: yo solo vivo
  • Porque espero a servirla: así, muriendo,
  • La sirvo mejor que husmeando el modo
  • De ponerla a los pies del extranjero[2].

[1] Fragmento de la carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado.

[2] Fragmento del poema Al extranjero, de los Veros Libres de José Martí.

Tomado de: Razones de Cuba

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