Radio Florida
23 Diciembre 2024
¿Y aquel del Camagüey, aquel diamante con alma de beso? Con esa frase que sintetiza cualidades físicas y morales, se refirió José Martí al Ignacio Agramonte y Loynaz, el 10 de octubre de 1888 en su artículo De Céspedes a Agramonte, publicado en el diario Avisador Cubano, de Nueva York.
Nacido el 23 de diciembre de 1841, en el actual Camagüey, Ignacio Agramonte y Loynaz se convirtió en abogado, conspiró a favor de la independencia nacional, se incorporó a la lucha armada contra el colonialismo español y se enfrentó con valiente actitud a los que pretendían deponer las armas en la reunión del paradero de Las Minas, gesto que salvó a la joven Revolución en esta región del país.
En la manigua insurrecta Ignacio Agramonte sobresalió por su rectitud en el cumplimiento del deber, la fidelidad y la disciplina que lo convirtieron en un líder forjado en la lucha, capaz de organizar la célebre caballería camagüeyana, al frente de la cual conquistó grandes victorias en la guerra de los 10 años, contienda en la que alcanzó el grado de Mayor General del Ejército Libertador.
Legislador en la Asamblea de Guáimaro, su vida militar duró solo tres años y medio en los cuales participó en más de cien combates; como jefe supo combinar los principios de la táctica con la lucha irregular en las condiciones de las extensas sabanas camagüeyanas, prestando especial atención a la preparación general de los jefes y oficiales, para lo cual creó varias escuelas militares en la región.
Cuando cayó en combate el 11 de mayo de 1873, a la edad de 31 años, al decir de su amigo Manuel Sanguily, terminaba su ascensión hacia la perfección moral y patriótica; en el campo insurrecto le llamaban El Mayor; en la historia se hace referencia a El Bayardo; los Veteranos de la guerra de independencia siempre lo llamaron Paladín de la vergüenza y Apóstol inmaculado, y José Martí lo enalteció a afirmar “Era como si por donde los hombres tienen corazón, tuviera él estrella”.
Tomado de: Radio Guáimaro
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