DIMAS CASTELLANOS
La Habana 11 Abr 2020 - 00:38 CEST
Desfile en homenaje a Martí. (TIEMPO 21)
El 10 de abril, del año 1892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano (PRC). 12 años antes, en enero de 1880, en Nueva York, había leído su estudio crítico acerca del fracaso de la Guerra de los Diez Años. En respuestas a la pregunta ¿qué pasó, qué está pasando?, estableció una relación genética, entre guerra, partido, y república, que precisó en posteriores documentos y discursos.
La guerra
En "Con todos y para el bien de todos", pronunciado en Tampa, el 26 de noviembre de 1891, dijo: "A la guerra del arranque, que cayó en el desorden, ha de suceder, por insistencia de los males públicos, la guerra de la necesidad en la que su derecho de hombre es lo que buscan los cubanos en su independencia".
Y en el "Manifiesto de Montecristi", firmado el 25 de marzo de 1895, escribió: "La guerra no es... el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior para lanzarse a la ligera en un conflicto solo terminable por la victoria o el sepulcro".
El partido
Martí decidió crear un partido para unir, organizar, controlar y crear conciencia. De modo —dijo en el acto de fundación— "que en la conquista de la independencia de hoy vayan los gérmenes de la independencia definitiva de mañana" y en "Persona y Patria", publicado en Nueva York, el 1 de abril de 1893, escribió: "La grandeza es esa del Partido Revolucionario: que para fundar una república, ha empezado con la república. Su fuerza es esa: que en la obra de todos, da derecho a todos. Es una idea lo que hay que llevar a Cuba: no una persona".
La república
En el discurso citado, "Con todos y para el bien de todos", había expresado: "cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos".
Y añadió: “O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, —o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una gota de sangre de nuestros bravos".
Y en el discurso citado, del 10 de octubre de 1889, en Nueva York, expresó: "La patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie, y las cosas públicas en que un grupo o partido de cubanos ponga las manos con el mismo derecho indiscutible con que nosotros las ponemos, no son suyas solo, y de privilegiada propiedad, por virtud sutil y contraria a la naturaleza, sino tan nuestras como suyas…".
En el 128 aniversario de la fundación del PRC, regresar a las ideas de Martí acerca de la guerra, el partido y la república, permite establecer su distanciamiento respecto a lo que ocurre en la Cuba de hoy.
Atribuirle a Martí la autoría intelectual del asalto al cuartel Moncada en 1953 y situarlo como fundamento del proceso que condujo al actual sistema totalitario, resulta insostenible.
Los partidos políticos son asociaciones de un sector, representantes de una parte de la sociedad. Cualquier intento de convertirlos en representante de toda la sociedad requeriría de un grado tan alto de democratización interna, que dejaría de ser un partido; a menos que se cree para un objetivo específico con tiempo definido, como ocurrió con el PRC creado por Martí.
De lo contrario, la declaración de cualquier partido como fuerza única o superior de la sociedad, constituye una violación de los derechos políticos del resto de la sociedad y un acto contra la dignidad humana. El caso del Partido Comunista de Cuba lo demuestra. Para su implantación tuvo que eliminar el resto de los partidos políticos y mantener la represión contra los que se quieren organizar de forma independiente.
Las bases fundacionales del PRC no contienen nada acerca del supuesto papel después de la victoria. Y es lógico que así fuera, pues su función, como hemos dicho, era unir en un propósito común a todos los que, compartían el ideal independentista, para conducir la nave de la revolución hasta la República. Esa diversidad fue la que Martí convocó, conforme a métodos democráticos, para sustituir la espontaneidad, fomentar la unidad de los combatientes, sustituir el caudillismo y conformar la República con todos y para el bien de todos.
Concluida la misión del PRC, Tomás Estrada Palma —designado por Martí al salir para Cuba para suplirlo y después elegido delegado— al concluir la contienda señaló: "Cuba ha dejado de ser española. Cuba es independiente". Es decir, obtenida la independencia de España, concluía la misión del PRC. Decisión que Estrada Palma publicó en el periódico Patria, el 21 de diciembre de 1898, dirigida a los cuerpos de consejo, clubes y agentes del partido.
Si el PRC se fundó para alcanzar la independencia, al España resultar derrotada, su razón de ser dejó de existir. Contra su disolución lo único que se podría argumentar es que, al quedar el país ocupado por una potencia extranjera, la independencia absoluta no se había logrado y `por tanto habría que haber declarado la guerra al ocupante, algo imposible en aquel contexto.
Lo que carece de todo fundamento es que el PRC tenía que continuar existiendo en la República. Incluso, aceptando la absurda tesis de que Martí preveía su existencia después del triunfo, habría que aceptar también, por su pensamiento democrático, que lo haría en competencia con otros partidos, no declarando al suyo como partido único, como ocurre hoy con el Partido Comunista. Algo inconcebible en Martí, autor de esa expresión tan profunda: "yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre".
Tomado de: Diario de Cuba
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