Colaboradora de Rebelde
Agosto 16 del 2005
En la librería propiedad de un cubano en el centro de Brodway, en New York, muchos intelectuales cubanos y latinoamericanos encontraron múltiples curiosidades para satisfacer sus conocimientos. Pues además de libros por doquier contenía un importante fondo de valiosos documentos históricos, que según Blanche Zacharie de Balart, en su libro El Martí que yo conocí, atraparon entre otros asiduos al establecimiento el interés del Maestro.
Desde la adolescencia José Martí, sintió especial predilección por la significación de la Guerra de los Diez Años, y aspiró a convertirse algún día en el cronista de tan hermosa epopeya. Al conocer a Néstor Ponce de León en 1873, cuando el joven publicó en Madrid su folleto La república española ante la revolución cubana, nació una mutua amistad cuyo reencuentro en Estados Unidos se hizo más intenso por la coincidencia de sus aspiraciones en relación con Cuba.
Ponce de León había aprendido a editar libros que fue el camino que lo llevó a su comercio en las calles Obispo y OReilly. Aceptó ser del director de El País, pero cayó en la óptica española como infidente y logró huir a Estados Unidos en 1869. El también abogado abrió su bufete en New York, formó parte de la Junta Central Revolucionaria además de dirigir el periódico La Revolución, órgano de la misma, para demostrar su amplia capacidad para asumir desde distintos frentes la defensa de sus ideales patrióticos.
La librería de Ponce de León fue centro de reunión de los emigrados que llegaban a Estados Unidos para apoyar la revolución y un importante centro de información de cuanto sucedía en las batallas de la manigua por la independencia. Desde 1867 se dio a la tarea de colocar su buena documentación en función de esclarecer las falsedades de la prensa española sobre los sucesos de la Isla y a partir de 1870 inició su diario personal que tituló Noticias confidenciales, donde demostró el acecho de la agencia Pinkerton ante los patriotas cubanos.
En el periódico Patria, el 10 de abril de 1892, Martí escribió “Ni habría Patria podido ver por sí como quería los documentos de entonces- la entrega del gobierno provisional, la alocución de Quesada, la nota de Céspedes al representante de Estados Unidos- si no hubiese franqueado los cartones milagrosos de su librería el cubano que todo lo tiene, que es Néstor Ponce de León. ¡Cuánto tesoro en aquellos estantes y que envidia, para cuando esté hecho lo que tenemos que hacer y pueda uno ponerse a revolver papeles viejos!”.
La verdad de la patria estaba en los documentos que atesoraban las manos cuidadosas de Ponce de León, quien quiso desde 1863 empezar a escribir la verdadera historia de Cuba por eso Martí llenó de encomio su valiosa obra que le permitía en medio de sus estantes informarse de tanta luz para continuar el combate definitivo. Al regresar a Cuba el patriota cubano en 1898 trajo importantes documentos que en nuestros días forman parte de los fondos patrimoniales de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí.
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