Miralys Sánchez Pupo,
Colaboradora de Rebelde
Diciembre 8 del 2006, 1:00pm
José Martí resumió un breviario de su inspiración bajo la denominación de Versos Sencillos. Ellos constituyen un recorrido por la vida del patriota que todo lo entregó al futuro de la patria. En nuestros días se valora esa obra estilística como una muestra de su altura como intelectual por el dominio de la palabra para describir sus emociones más profundas, pero además son elemento esencial de una autobiografía en verso.
La poética martiana no puede alejarse de la constancia de su vida de guerrero por el futuro de Cuba. Esa condición lo colocó en Estados Unidos para trabajar por ella y el acoso hacia su entereza le quiso quebrar la magna espiritualidad y la tranquilidad como ser humano para seguir adelante. Pero un breve tiempo bajo la cobija de la naturaleza le sirvió de medicina en esos momentos de su vida.
El descanso obligado y momentáneo le llevó hacia las montañas de Catskills en las cercanías de la ciudad de Nueva York. Allí estuvo consigo mismo en una profunda introspección, mientras caminaba en medio de una atractiva naturaleza, que le permitía respirar con profundidad. Sus caminatas le llevaban a descansar con la cabeza sobre el suelo y la mirada hacia el cielo que las nubes respetaron con total silencio en su paseo por el cielo.
Los episodios de su vida también quisieron acompañarle y fueron buscando un espacio para su presentación poco a poco, pero con el interés de no ser olvidados en la mente del héroe, como si con ellos se cosiera su propia vida. De esta forma la memoria bordó el tejido de sus años y los momentos que más le impresionaron, aquellos que guardaba en su mente y le seguían por doquier, en la tribuna o el periódico, en la discusión o en sus cartas.
Las distancias de cada aspecto que pasaba por su mente no importó para guardarlas en la inspiración poética que conserva su vigencia, si del Maestro queremos conocer sus más profundos y tiernos pensamientos. Ellos son como una radiografía que sin ofender a la cronología, marcharon desde un corazón henchido de sentimientos y armas estilísticas para expresarse con soltura y nitidez.
La emotiva autobiografía en versos nos lleva a su segmento número seis. En ella leemos:
Si quieren que de este mundo
Lleve una memoria grata,
Llevaré, padre profundo,
Tu cabellera de plata.
Si quieren, por gran favor
Que lleve más, llevaré
La copia que hizo el pintor
De la hermana que adoré.
En cada línea aparece un recuerdo de sus muertos como huellas queridas. Ahí está su padre don Mariano, ahí está Ana, la hermana fallecida en México poco antes de su llegada a esa ciudad para reunirse con su familia. En esa capital su gran amor, el pintor mexicano Manuel Ocaranza, dejó constancia de la belleza de la joven que su hermano no pudo olvidar.
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