Como parte del ciclo Clásicos de la Modernidad, la Casa de América de Madrid presentó este lunes la conferencia José Martí: Patria y poesía, con la participación del poeta y ensayista Antonio José Ponte y el académico español Carlos Javier Morales, quienes abordaron opiniones encontradas.
Profesor de Literatura en el Instituto Isidra de Guzmán de Alcalá de Henares, Morales habló de Martí como "iniciador de la modernidad, al menos en la literatura en lengua española", y señaló que se trata de un autor "hoy por hoy, poco leído en España, aunque los estudios martianos en los últimos 15 años se han incrementado muchísimo".
En este sentido, el profesor comentó que Martí "llega un poco tarde al lector español" porque siempre se ha pensado que Rubén Darío "es el gran autor del Modernismo y cuando se habla de Martí es como un precursor".
Según Morales, José Martí es "un intelectual, un líder político moderno, en cuanto que sabe distinguir la acción de la palabra poética" y en su literatura "no hay peligro de didactismo ni contenidismo".
Asimismo, añadió, "se anticipó en su obra a autores cumbres de la literatura en lengua española e hispanoamericana", como César Vallejo, y "habla del hombre en su vivir cotidiano, existencial, que es propio de la filosofía más genuina del siglo XX".
En palabras del académico, Martí "se adelanta a esa vertiente que se considera postmoderna (…) donde el hombre se hace centro otra vez con su preocupación inmediata (…) Es universal, pero está empapado en su vivir cotidiano sin dejar de ser un hombre crítico".
"Si pasamos página a los grandes temas de la Modernidad, Martí abarca un espectro más amplio de preocupaciones y no por ello desmerece literariamente", apuntó Morales.
Imponer la exclusividad de un clásico
En cambio, desde su "impresión personal", Antonio José Ponte se refirió a la "sofocación martiana" dada por la saturación que existe entre los cubanos de la obra y figura de José Martí, "llamado Apóstol en una orilla y Héroe Nacional en otra".
"No es raro que un régimen político como el cubano actual, regido por un único líder y donde la legislación vigente sólo admite la existencia de un partido político, imponga la exclusividad de un clásico", dijo.
Ponte explicó que "para tal imposición, se hace necesario expurgar de la obra de José Martí ciertas piezas de difícil acomodo. Y se procede entonces a privilegiar frases que, de tanto repetirlas en lemas, hagan olvidar a las demás, por peligrosas que resulten".
El ensayista comparó los puntos de vista del exilio y de las autoridades de la Isla a partir de dos artículos publicados recientemente en la prensa de Miami, y agregó que "es de esperar que en la dispersión del exilio muchos cubanos acudan al ejemplo de Martí, capaz de vislumbrar desde su exilio una Cuba adonde regresar".
"No pierdo de vista en la Isla y en el exilio, la profunda extrema ridiculez de esas defensas, la fiebre con que han sido pronunciadas (…) Vale preguntar cuánto propicia la obra escrita de José Martí los usos que se hacen de ella", afirmó.
Ponte se preguntó si "acaso la ridiculez de sus seguidores, el anacronismo, ¿no es despertado por la ridiculez o anacronismo del ídolo?".
Y al comparar a Martí con Darío, dijo que las "mismas calidades dudosas (de Darío) difícilmente encuentran perdón en Martí, cuando de antemano viene dicho que son sagradas, adorables, y que entramos en ella en lo religioso".
En relación con los contemporáneos, añadió, "la diferencia es que ninguno de estos intenta imponerse tan rotundamente sobre el lector, ninguno tuvo tan urgente misión. Y sobre ningún otro se han volcado tantos seguidores. Porque ninguno ha provocado a tantos sacerdotes, en un amago de religión de Estado".
Para concluir, Ponte expresó: "leído dentro de esa atmósfera religiosa, como me tocó leerlo a mí, José Martí resulta insoportable (…) Hasta el punto que a veces he deseado acercarme a sus páginas como si se tratara de un autor desconocido al que traducen por primera vez al español".
Según el autor de El libro perdido de los origenistas, tras esa lectura de Martí se vislumbra una figura "discutible como autor y como hombre, porque un clásico, aun cuando parezca un ente bastante fijo, es un ente en discusión, continuamente haciéndose y deshaciéndose, fundándose y arruinándose".
"Mejor entonces que el Martí que he leído hasta hoy, el que llegaré a leer", agregó.
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