Página/12
LibrosDomingo, 22 de Octubre de 2006
Por Sonia Santoro
José Martí es una figura insoslayable de las letras y la política latinoamericana de todos los tiempos, máximo prócer y padre de la independencia cubana, prolífico escritor y poeta. Martí fue testigo de algunos de los hechos fundamentales de la historia contemporánea como el procesamiento de los Mártires de Chicago, la conferencia Panamericana en Washington, los mítines de inmigrantes socialistas y anarquistas. Tras su temprana muerte, dejó una vasta obra, cuya edición, en nuestro país, corrió diversa suerte. La especialista en Literatura Latinoamericana, Susana Cella, selecciona y prologa esta antología poética, destinada, especialmente, a la escuela media, con una precisa introducción para comprender la poesía martiana, sin dejar de lado los espíritus curiosos. El volumen reúne lo más excelso de su producción poética: Ismaelillo –dedicado al hijo que tuvo con Carmen Zayas Bazán–, Versos Libres –que no publicó en vida–, Versos Sencillos –donde se encuentra la letra de la famosa “Guantanamera”–, Versos Varios –que reúne algunos de sus poemas más sublimes (“Cual incensario roto huye el perfume/ así de mi dolor se escapa el verso/ me nutro del dolor que me consume./ De donde vine, ahí voy: al Universo”), y Versos de la Edad de Oro– bajo cuyo nombre se publicaron cuatro números de poemas para niños. Asimismo, presenta las primeras composiciones rimadas y versos de circunstancia, más una serie de preguntas bajo el título “Lectura de la Poesía” para orientar su estudio y apreciación.
Martí fue un precursor del modernismo y su más claro antecedente latinoamericano sin ser un típico modernista, al estilo de Darío. Sin embargo, en palabras de Cella, comparte con ellos “el afán de hallar un timbre nuevo”, rescatar lo mejor de la tradición de la lengua. Sus versos proyectan una poética inédita para su tiempo, con “sonoridades difíciles” pero de una delicadeza y ternura, especialmente en la relación padre-hijo varón, inusitada no sólo para el momento en el que fue creado sino incluso al día de hoy. Al mismo tiempo, da cuenta de un programa literario donde “el verso escultórico, vibrante como la porcelana... espada reluciente” es una lengua bayoneta –como diría Dylan Thomas– que sirve para revolucionar, y que habla de un tiempo en el que la poesía tenía una función social concreta.
Que el padre de la patria de Cuba tenga ese corazón fuerte, blando, grave, escribiendo versos y no máximas coercitivas, como San Martín a su hija Merceditas, explica muchas de las diferencias entre la isla y el resto de Latinoamérica. José Martí sigue siendo un modelo cabal de hombre, una figura ideal y un poeta mayor cuya producción literaria continúa a la espera de circular en la Argentina como mucho más que un prócer libertario, como si eso no fuera ya suficiente.
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