Por: JUDITH ALEJANDRA RIVAS HERNÁNDEZ
2022-05-02
Lucy González Parsons. Tomada de La Izquierda Diario. PTS en el Frente de la izquierda.
¿Hasta qué punto como trabajadores(as) nos replanteamos y conmemoramos un acontecimiento histórico que cambió las relaciones obrero-patronales desde 1889? Desde que el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional promulgó el 1 de mayo como fecha emblemática para rendir tributo a los Mártires de Chicago, quienes efectuaron decenas de huelgas para conquistar derechos obreros, como la jornada laboral de 8 horas. Desde entonces los trabajadores han salido a las calles para reivindicar el Día Internacional del Trabajo.
Los acontecimientos con relación a los Mártires de Chicago dan cuenta del endurecimiento y radicalidad que la lucha había generado en el contexto internacional de finales del siglo XIX. La lucha laboral se conoció en América Latina por una publicación de José Martí en el diario La Nación, quien con lujo de detalles narra las acciones directas de la clase obrera, previo a los hechos de 1889. Destaca Martí a Engels como un obrero lector ávido, quien instauró los vínculos con la Asociación Internacional de los Trabajadores. (La Defensa, 2016) Los crímenes de los cuales se les acusó a los Mártires de Chicago nunca se comprobaron, no existió un juicio justo y fueron condenados a la horca por ser obreros que sabían “pensar y hablar” en torno a las sociabilidades laborales y a los meetings.
La historia contada y reproducida en nuestros días siempre retoma los mismos hechos con imprecisiones, por ejemplo, sobre la huelga del 1º de mayo de 1886, en Chicago, Illinois, en donde la demanda de reducción de la jornada laboral propició el ataque obrero a la McCormick Reaper. La represión policial contra los trabajadores fue cruenta: torturados y asesinados. En junio de ese mismo año, se inicia el juicio contra los obreros “responsables de los ataques”; sin respetarse el debido proceso, y aunque nada pudo probárseles, los ocho líderes-obreros de Chicago fueron declarados culpables, acusados de ser enemigos de la sociedad y del establishment. “Se les juzgó por sus ideas y no por los hechos”. (González, 2018)
En este contexto aparece Lucy Parsons (esposa de Albert Parsons), cuya contribución al movimiento obrero internacional y mexicano es de gran trascendencia. Fue una de las viudas de los Mártires de Chicago, integrante de los bloques de lucha de mujeres obreras tras la masacre de 1886. Mujer “afromexicana-estadounidense” que hablaba en inglés como en castellano y era recordada por su capacidad como oradora; aguerrida y con una amplia visión ideológica y anarco-sindical. Participante activa de diferentes organizaciones obreras anarquistas que desarrollaron campañas activas por la absolución de los cargos imputados a los acusados obreros de Chicago. Los relatos sobre la vida de Lucy Parsons la muestran como una “mulata que no llora, que es implacable e inteligente”; “que habla con feroz energía en las juntas públicas”. (Castro, 2019)
Lucy Parsons
Dicha mujer recorrió el territorio estadounidense generando un movimiento masivo en defensa de los acusados de Chicago, organizando a las mujeres trabajadoras. Accedió a la lectura obrera con avidez, lo que le permitió escribir artículos sobre los “sin techo”, desocupados, vagabundos, acerca de los veteranos de la guerra civil y de temas referentes al papel de las mujeres en la construcción del socialismo. Su pensamiento teórico-ideológico y sus experiencias de lucha significaron causales para ser perseguida, incluso después de su muerte. El FBI la acosó por ser una mujer libre pensadora, mulata y de origen mexicana. Se le temía por su importante labor ideológica, tanto del movimiento obrero en general como del movimiento obrero femenino, en particular. (Jiménez, 2004)
Con todo, tras la ejecución de su esposo, Lucy Parsons no cesó en su lucha; continuó recorriendo los diversos territorios estadounidenses hasta que contribuyó a la fundación de organizaciones que dejaron huella en la historia del movimiento obrero, por ejemplo, “La Defensa Internacional del Trabajo (ILO)”, “Los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW)”, por mencionar algunas de las organizaciones sindicales en las que su participación como mujer fue activa y relevante. En la convención fundante de la IWW fue la única mujer que se atrevió a tomar la palabra para manifestar su pensamiento crítico con relación a la representación sindical entre los varones y las mujeres. Señaló: “No tenemos ningún voto, solo nuestro trabajo… Somos las esclavas de los esclavos. Nos explotan más despiadadamente que a los hombres”. (Jiménez, 2004)
Tal fue la postura feminista en la organización obrera norteamericana y mundial. En ella se evidencia una sentencia profundamente crítica en relación con la subordinación estructural de la mujer en el capitalismo y en la división del trabajo por sexo. La explotación de las mujeres era subsumida con relación a la clase social y al género. Es cierto, en las unidades productivas las mujeres eran sobreexplotadas y, en este sentido, las palabras de Lucy Parsons cobran una gran significación histórica, como fuego que destella, o también como José Martí decía: “Salían de ella palabras que ampollaban” socialmente. Su posición de clase sustentada en una concienciación en sí y para sí, con relación al género, es algo que debe de ser una postura hegemónica, pues también existen las subclases de género dentro de la clase social y sobre todo de la clase obrera; si es que se me permite manifestarlo no desde una postura positivista sino argumentativa que trata de conceptualizar un elemento más de análisis que ha quedado fuera dentro de la historiografía de la clase obrera, por lo menos de la mexicana.
Tomado de: La Jornada Zacatecas
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