Por Rafael A. Ugalde Q.*
30 octubre, 2024
¡Qué difícil es analizar un libro específico de José Martí, cuando él es la obra misma de carne, hueso y espíritu, donada por la Naturaleza a todos los hombres y mujeres del mundo que buscan ser libres, amar de forma distinta y construir incansablemente día a día, una teoría y praxis nueva, quién sabe por cuántos siglos más!
Solo una simple pregunta, sobre cómo concibe este genio la educación, cobra enorme actualidad en pleno siglo XXI, en tiempos que desmantelan la enseñanza pública en toda la región, mientras imponen a los pueblos procesos de recolonización, según sostienen científicos sociales del continente dedicados a analizar las propuestas de las “oenegés” controladas por los Soros y los Musk, para aceptar la “realidad” creada por ellas como irreversibles.
Y es que para Martí, el educador, —reseñaremos más adelante de pasada su trascendencia como jurista— la noble tarea de formar conciencia social va estrechamente de la mano con el proceso “creativo” y “cognoscitivo”; no se trata, pues, de llenar la mente de datos y hechos memorizables, sino que el educando “sienta”, es decir, despierte todos sus sentidos al placer y, se identifique así, con su realidad como sujeto activo, pero, a la vez, haga suyo el objeto, de arriba hacia abajo y viceversa, como “conditio sine qua non” de amor y felicidad individual y social.
Lo cito, cuando crítica la educación tradicional: “En vez de poner ante los ojos de los niños los elementos vivos de la tierra que pisan, los frutos que cría y las riquezas que guarda, los modos de fomentar aquellos y extraer estas, la manera de librar su cuerpo en salud de los agentes e influencias que lo atacan, y la hermosura y superior conjunto de las formas universales de la vida, prendiendo así en el espíritu de los niños, la poesía y la esperanza indispensables para llevar con virtud la faena humana, los atiborran en estas escuelas de límites, de Estados e hileras de números, de datos de ortografía y definiciones de palabras…” (Extracto de 1886 de las Obras Completas de Martí en una de sus cartas enviadas al diario La Nación, Argentina).
Lo anteriormente citado fue profundizado en ocasión del diplomado universitario 2024 sobre Martí, promovido por la “Red Continental Latinoamericana y Caribeña de Solidaridad con Cuba en causas justas” y el “Equipo de mujeres y hombres de ciencia” de nuestro continente, cuando trajeron a colación cómo una sola epístola martiana conmociona hoy, 126 años tras dejarnos físicamente, tornándose cada vez más actual frente a los problemas de la humanidad en el siglo XXI. Explicaban cómo la educación martiana pasa siempre por inducir a todo educando a “observar”, “conocer”, “analizar”, “descubrir” y “explicar”, más allá de atiborrar de datos la mente del alumno. Es, por tanto, está unidad de “conocimiento” y “acción” (relacionándose sujeto y objeto) que lleva la educación a una “praxis” social que revoluciona, en función de quienes menos tienen y resultan explotados.
Es así como la educación sobre Martí jamás puede concebirse como un gasto, un negocio y mucho menos una instrumentalización favorables a nuevas formas y justificaciones de imperialismos y colonialismos, como combatió a ellos a lo largo de toda su vida, pues vivió en carne propia los estragos del genocidio ocasionado en América con la llegada del europeo y la imposición de su filosofía, religión, prácticas políticas y económicas, así como el despojo cultural de que fueron objetos los pueblos originarios.
Viene a colación lo anterior, porque resulta difícil, como abogado en ejercicio, separar a Martí educador con su faceta de jurista, tomando en cuenta el bloqueo comercial y financiero inmisericorde impuesto hoy a su pueblo por Estados Unidos, contra todo derecho internacional que castiga los crímenes de lesa humanidad. Hay, a lo largo de toda su lucha contra los invasores españoles, un grito a favor de la libertad, de los derechos de los esclavos; exige la igualdad entre seres humanos, la dignidad y el decoro individuales y colectivos, etc.
Estamos hablando de “bienes jurídicos” conocidos ya por Martí que merecían protegerse para prohibir los tratos crueles contra el decoro de las personas, persiguiese todo tipo de esclavitud, el terrorismo, el pillaje y los castigos colectivos, entre otros; como ocurre hoy con el bloqueo impuesto a 11 millones de cubanos. Por eso, para Martí, aceptar ayer la sumisión, la arbitrariedad y el injerencismo de la potencia del momento resulta inadmisible, como es ahora reprochable y repugnante callar, disimular o volver a ver hacia otro lado, cuando se desprecia y se castiga a un pueblo entero por razones políticas y por rechazar ponerse de rodillas. Es entonces cuando se entiende mejor el significado de la dignidad y la gigantesca obra del maestro.
*El autor es periodista y abogado, y un confeso martiano.
Tomado de: Semanario Universidad
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