miércoles, 22 de julio de 2020

Citas que son —o no son— de José Martí

Luis Toledo Sande (*)
22 de julio de 2020
Ampliar imagenEs tentador citar a José Martí: inmensas son la altura de su pensamiento y la calidad artística de su escritura, y grande su peso como expresión de un pueblo y su historia. Fue —acierto de Gabriela Mistral— una “mina sin acabamiento”. Pero no lo dijo ni lo escribió todo. Con lo que escribió y dijo basta y sobra para estar seguros de que fue un ser extraordinario, de una integridad —una completez, palabra que, de no aparecer en diccionarios, habría que acuñarla para entenderlo a él— como acaso no se encuentre en otro ser humano de época alguna.

Es innecesario especular sobre lo que pudo haber dicho, o esperar a leer lo que otros hayan inferido de su pensamiento: a diferencia de lo que se sabe de Jesús, él no fue ágrafo, sino más bien grafómano, y de pasión confesional laica. Lo que dejó escrito es más que suficiente para conocer su pensamiento, y saber quién fue y cómo fue. Y está especialmente esa gran coherencia entre sus ideas y sus actos: uno de los pilares de su poder iluminador.

Pero parece que con él se da en grado extremo lo que puede suceder con otros autores: abundan citas apócrifas que se le atribuyen por distintos motivos, y hasta por desprevención e inercia. Más de un texto ha dedicado a refutar esa insensatez —cuando no mala intención, falacia, perversidad— quien escribe esta nota. Algunos, entre los más recientes, son “¿Cómo citar a José Martí?” y “Falsificaciones en torno a José Martí”, localizables en la red. Esos en particular se publicaron en La Jiribilla.

Ahora no repetirá lo dicho en esos artículos. Apenas propone, sugiere —“aconsejar” sería aquí un verbo demasiado pretencioso—, que no se cite a Martí sin la plena seguridad de que se hace rectamente, el texto es suyo y no se le mutila ni se le tuerce el sentido. Muchas falsas citas circulan, y no vale suponer que todas vienen de manipulaciones que pueden considerarse de derechas. Esas predominan, pero hay de todo. Lo recuerdan los dos artículos mencionados.

A menudo se le hace a uno el abusivo honor de suponerlo archivo viviente, con posibilidad de saberse de memoria y al dedillo, con comas y espacios en blanco —¡quién pudiera!—, esa montaña que son las Obras completas de Martí. Una montaña que, felizmente, no deja de crecer, porque aparecen con frecuencia textos que habían permanecido ignorados.

Pero uno no es ese archivo, ni dispone de todo el tiempo del mundo para aclarar dudas, aunque mucho le gustaría poder hacerlo. No le queda más remedio que rogar a las personas de buena fe —con las otras lo más probable es que se pierda el tiempo— que no citen como de Martí lo que no tengan plena certeza de que es suyo, y de que se cita como él lo escribió. Citar a partir de citas suele ser un camino lleno de riesgos, una carrera de relevos que no lleva a buena meta, aunque se parta de textos escritos con las mejores intenciones.

Aplicando los debidos cuidados se le rinde un buen servicio a la memoria del Maestro, a la cultura —no solo al pedazo de cultura que es la del país— y al alma de la patria, así como a la humanidad. Y se lo hace cada quien a sí mismo.

¡Ah!, y cuando alguien intente usar como de Martí citas que resulten dudosas, y quien tenga la duda no encuentre a mano el modo de salir de ella, siempre habrá un buen recurso para enfrentar tal circunstancia: exigirle al citador, o a la citadora, que diga de dónde tomó el texto citado. Luego, en caso de que lo diga, procede comprobar si es cierto.

La seriedad en torno al legado martiano es un terreno en que se debe aplicar con esmero esa máxima de la sabiduría popular y beisbolera cubana que es “no irse con la mala”, o “con la de trapo”.

La Habana, 21 de julio de 2020.

(*) Luis Toledo Sande
Escritor, investigador y periodista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Autor de varios libros de distintos géneros. Ha ejercido la docencia universitaria y ha sido director del Centro de Estudios Martianos y jefe de redacción de la revista Casa de las Américas. En la diplomacia se ha desempeñado como consejero cultural de la Embajada de Cuba en España. Entre otros reconocimientos ha recibido la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, este último por su libro Cesto de llamas. Biografía de José Martí. (Velasco, Holguín, 1950).

Tomado de: Cuba Periodistas

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