martes, 27 de mayo de 2025

Descargue el libro “José Martí: 130 años de su caída en combate” (+ PDF)

Por: Francisca López Civeira
19 mayo 2025

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El 17 de febrero de este 2025, en la Casa del ALBA se realizó el Encuentro de Historiadores como parte de la 33 Feria Internacional del Libro, donde confluyeron las coordinaciones del Grupo Editorial Nuevo Milenio y la Unión de Historiadores de Cuba. En esa ocasión se desarrolló el panel “José Martí: 130 años de su caída en combate”, donde presentaron sus ponencias los doctores Fabio E. Fernández Batista, María Caridad Pacheco González y Damaris A. Torres Elers, quienes disertaron sobre aspectos diversos de la labor e ideas de Martí en la preparación de la guerra necesaria, sus concepciones acerca de la revolución que debía acompañar al objetivo independentista; así como la creación del Partido Revolucionario Cubano (PRC), sus definiciones, objetivos y funcionamiento, con énfasis especial en el lugar de los clubes de mujeres dentro del mismo.

En estas presentaciones, que quedan a disposición de los lectores en este libro, se expusieron perspectivas novedosas acerca de la labor de Martí en todo el proceso de la Revolución de 1895.

Resulta importante destacar que en las exposiciones mencionadas la mirada a Martí y la Revolución de 1895 no se redujo al momento del estallido bélico, sino que se trabajó desde la elaboración del proyecto, su concepción y su preparación, con lo cual se está presentando la revolución en su sentido más amplio y profundo. Como se reconoce aquí, ya Oscar Loyola y Diana Abad, quienes explicaron ese período por muchos años en la Universidad de La Habana, habían establecido esa periodización para exponer este tema, en especial con la creación del Partido y su labor preparatoria. Esa idea es muy acertada y muy útil para entender el profundo sentido de revolución que Martí concibió.

En todo ese proceso preparatorio, en concepciones y organización, es necesario tomar en cuenta la experiencia anterior de las luchas en Cuba. En especial Martí trabajó con detenimiento el análisis de las causas de la derrota de la Revolución de 1868 en algunos discursos, artículos y en apuntes personales, lo cual fue un aporte de gran importancia para el nuevo proyecto. En las exposiciones que aquí se agrupan se abordan otras experiencias importantes como el Plan de San Pedro Sula, fundamentalmente en cuanto a sus documentos normativos, lo cual aporta mayor riqueza en el estudio de todo el proceso de formación del proyecto revolucionario martiano.

La concepción de José Martí del plan independentista, sin duda, iba mucho más allá de la sola independencia cubana. Sus convicciones y su experiencia en diversos países, en especial de América Latina -de manera significativa México, Guatemala y Venezuela- y en los Estados Unidos donde residió cerca de quince años, fueron muy importantes para su elaboración. La experiencia de lo que había significado o no la independencia para las sociedades de la América que fue colonia de España sería muy importante. Ya en México había afirmado:

Un pueblo no es independiente cuando ha sacudido las cadenas de sus amos; empieza a serlo cuando se ha arrancado de su ser los vicios de la vencida esclavitud, y para patria y vivir nuevos, alza e informa conceptos de vida radicalmente opuestos a la costumbre de servilismo pasado, a las memorias de debilidad y de lisonja que las dominaciones despóticas usan como elementos de dominio sobre los pueblos esclavos.[1]

A partir de aquella experiencia, esta idea se fue profundizando y en Guatemala, al evaluar sus nuevos Códigos, expresó: “(…) Roto un estado social, se rompen sus leyes, puesto que ellas constituyen el Estado. Expulsados unos gobernantes perniciosos, se destruyen sus modos de gobierno. (…)”,[2] con lo que ya estaba expresando los cambios que debían operarse en la independencia, de ahí que posteriormente en su gran ensayo “Nuestra América” afirmara: “El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu. (…) Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.” Entonces afirmó que la colonia había seguido viviendo en la república.[3]

Por tanto, la idea de la necesidad de la revolución transformadora, de la revolución anticolonial, estaba presente y se fue desarrollando en Martí, lo que sería fundamental en su proyecto cubano. Esto es parte de las “angustias” que se enuncian en las ponencias que aquí se presentan.

En las Bases del PRC, de alguna manera quedaría expuesta la idea de transformación que debía realizarse en Cuba, cuando se plantea:

El Partido Revolucionario Cubano no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud.[4]

De alguna manera este planteamiento también estaba presente en el artículo “Nuestras ideas” publicado en el primer número del periódico Patria, fundado por Martí justo días antes de la proclamación del Partido, cuando expresó que “(…) El cambio de mera forma no merecería el sacrificio a que nos aprestamos; ni bastaría una sola guerra para completar una revolución cuyo primer triunfo sólo diese por resultado la mudanza de sitio de una autoridad injusta. (…).”, lo que se acompañaba de la mención a la “política popular” que debía implementarse.[5]

Como parte de las presentaciones que aquí se reúnen, tenemos la concepción del Partido, sus bases, su composición y su gestión, donde la presencia femenina con sus propias organizaciones de base y su protagonismo en algunos espacios resulta sumamente interesante y, en gran medida, fue muy novedoso para la época, lo que sin duda era parte de la revolución que se estaba ya implementando. Aquí podemos ver que no se trata de mujeres como simples acompañantes de los hombres, sino de personas que asumen su responsabilidad en esa preparación y su estructura partidista. ¿No es acaso algo que revolucionaba la mirada en la época acerca del papel femenino en los procesos históricos?

En esta exposición resulta también muy relevante el sentido de tiempo histórico en Martí, lo cual resultaría fundamental para entender que era el momento de preparar y desatar la guerra en Cuba, es decir, que no se podía dilatar ese estallido, además de plantearse una guerra “breve”. En esto, su experiencia y análisis de la sociedad estadounidense sería fundamental. Si bien, desde muy temprano se aprecia en el joven Martí un sentido del tiempo histórico para ubicar los procesos, su estancia en Estados Unidos y, de modo particular su seguimiento a las incoherencias en el seno de aquella sociedad, su sistema político, sus contradicciones sociales y, sobre todo, la evolución de su política exterior con la tendencia a la expansión, sería esencial.

La celebración del Congreso Internacional de Washington entre 1889 y 1890 fue para Martí una alerta esencial. Justo en el prólogo a sus Versos Sencillos lo plasmó cuando dijo que sus amigos sabían cómo se le habían salido del corazón esos versos: “Fue aquel invierno de angustia, en que por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila terrible, los pueblos hispanoamericanos.” Justo en uno de sus análisis para el periódico La Nación de Buenos Aires sobre aquella reunión, hizo un llamado fuerte: había llegado para nuestra América la hora de declarar la segunda independencia. Aquella reunión, seguida por la Conferencia Monetaria Internacional en 1891 fueron para el cubano la señal de que no podía esperarse más para preparar e iniciar la guerra, como medio para la revolución. Alertó acerca de que quisieran precipitarnos a una acción no bien preparada como medio para una posible intervención, entre otros mecanismos posibles, como también impedir que se realizara la guerra.

En tales circunstancias, como se plantea por los ponentes, Cuba tenía un papel estratégico para América Latina en aquel tiempo específico, lo que de alguna manera Martí expresó en diferentes espacios, entre ellos el periódico Patria, con su trabajo “El Tercer año del Partido Revolucionario Cubano” que tenía un subtítulo muy elocuente: “El alma de la Revolución y el deber de Cuba en América”. Aquí Martí analiza el contexto, la oportunidad “a punto de perderse” de que las Antillas ocuparan su puesto en nuestro continente como “fiel del mundo” y afirma:

En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarle el poder,-mero fortín de la Roma americana;-y si libres- y dignas de serlo por el orden de la libertad equitativa y trabajadora-serían en el continente la garantía del equilibrio, la de la independencia para la América española aún amenazada y la del honor para la gran república del Norte.[6]

Como puede verse, el análisis de la obra martiana en la preparación de la “guerra necesaria”, su época, sus propósitos, sus métodos, constituye una labor compleja, pero de gran riqueza que los autores de estas exposiciones presentan de manera enjundiosa. No se puede simplificar toda esa labor, por lo que aquí están diversos aspectos de la misma, con sus amplias perspectivas.

Los 130 años de la caída en combate del Apóstol, el Maestro, el Héroe Nacional, nos convida a estudiarlo, conocerlo más, entender por qué en el Manifiesto de Montecristi, suscrito junto a Máximo Gómez el 25 de marzo de 1895, comenzaba diciendo “La revolución de independencia, iniciada en Yara después de preparación gloriosa y cruenta, ha entrado en Cuba en un nuevo período de guerra” y habla de las experiencias anteriores, de no reproducir los “desacomodos y tanteos” de las repúblicas americanas de principios de siglo o los errores de acomodarse a “moldes extranjeros”, del “apego a las costumbres señoriales de la colonia”, del caudillismo y los problemas que habían afectado a las nuevas repúblicas independientes en la América antes española. Podía entonces plantear el servicio que prestaban así las Antillas al “equilibrio aún vacilante del mundo”.[7]

Con tales propósitos, se incorporó José Martí a la guerra, para cumplir su deber, como él mismo expresó, pues sentía que si él había convocado la guerra su responsabilidad comenzaba con ella, en lo que debió enfrentar criterios contrarios a su presencia en Cuba, pues había la opinión de que debía garantizar desde la emigración todos los apoyos y suministros. Él no desechó la posibilidad de tener que alternar los dos escenarios, pero tenía que estar en el campo de batalla, trabajar por la organización de la dirección en este espacio. En esa labor cayó en combate hace 130 años, y el general en jefe, Máximo Gómez, lo reconoció en su Diario de campaña, donde anotó: “¡Qué guerra ésta! Pensaba yo por la noche; que al lado de un instante de ligero placer, aparece otro de amarguísimo dolor. Ya nos falta el mejor de los compañeros y el alma podemos decir del levantamiento!”[8]

Relación de Notas:

  • [1] “Colegio de abogados” en José Martí: Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, Vol. 6, p. 209.
  • [2] Ibíd. Vol. 7, pp. 99 y 102
  • [3] Ibíd., Vol. 6, p. 19
  • [4] Ibíd. Vol. 1, pp. 279-280
  • [5] Ibíd., p. 319
  • [6] T 3, pp. 138-143.
  • [7] Ibid., T 4, pp. 93-101.
  • [8] Máximo Gómez. Diario de campaña. Instituto del Libro, La Habana 1968, p. 285
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Tomado de: Cuba Debate

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